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¿Cuántas víctimas ha ocasionado la censura oficial comunista?

La democratización de la mentira o el monopolio de la verdad. El nuevo debate mundial sobre la libertad de expresión

Li Wenliang está en el recuerdo por su valentía frente al Covid y las autoridades comunistas chinas
Li Wenliang está en el recuerdo por su valentía frente al Covid y las autoridades comunistas chinasJEROME FAVREEFE

Hay debates mundiales de vieja data que deben ser relanzados dentro de un contexto actual, como es el caso de la libertad de expresión, derecho humano que parece haber sido suspendido por la aparición del fenómeno “Fake News” o “bulo” que acapara toda la atención e intención. De repente, el enemigo de la democracia ya no es la censura, sino la libertad de expresión. Tamaño absurdo.

Que el poder de mentir, manipular y hasta adoctrinar, se haya democratizado gracias a internet y las redes sociales digitales, es un hecho incuestionable que claro que amerita algún debate. Pero la democratización de la mentira en ningún caso será tan peligrosa como el monopolio de la verdad. Asusta ver a la élite occidental más preocupada por el fenómeno del “fake news”, que por la censura oficial que tanto daño ha causado a través de la historia, y que hoy sigue vigente incluso en países latinoamericanos sin que nadie se escandalice por eso.

Se trata de la herencia comunista del pensamiento único que sigue generando muertes impunemente. Y no hablo del accidente de Chernóbil de hace 34 años, o del biólogo Nikolái Vavílov que fue apresado, torturado y asesinado de inanición solo por sostener la tesis científica correcta para salvar a su país de las hambrunas en la Unión Soviética de Stalin. Me refiero al mártir más reciente, el doctor Li Wenliang, que fue el primero en alertar médicamente en diciembre pasado sobre la aparición del nuevo coronavirus en Wuhan, pero que solo consiguió ser acusado e investigado por el régimen chino por difundir rumores falsos y perturbar severamente el orden social.

En la carta que le hizo firmar la Policía, decía textualmente: “Le advertimos solemnemente: si sigue siendo terco e impertinente, y continúa con esta actividad ilegal, será llevado ante la Justicia ¿se entiende?”. Menos de dos meses después murió a causa de la mísma enfermedad de la que intentó prevenir a tiempo a la humanidad.

Nada nuevo dentro del totalitarismo comunista. Lo que realmente sorprende es que parece haber más indignación en la misma población china que en la sociedad democrática mundial, la cual en vez de reivindicar su modelo de libertades en nombre de la ciencia y de la vida misma, parece estar más por la labor de imitar al régimen chino en el control de la información y la protección de una verdad oficial. Y es que mucho más perjudicial que una noticia falsa fácilmente verificable por quien tenga la intención de hacerlo, es la posverdad que se genera por simplificaciones acomodaticias y generalizadas de la realidad, siendo una de ellas la acusación de que tanto el Brexit como el triunfo electoral de Trump responden al fenómeno “fake news”.

La intelectualidad occidental se siente cómoda con esa simplificación para no entrar a analizar las verdaderas causas de ambos fenómenos. Pero esta nueva guerra que se le ha declarado a la mentira, pudiera terminar sacrificando a la propia verdad, la cual sólo solo se construye con libertad de conciencia y de expresión.

De cualquier forma, el fenómeno “fake” se combate con educación y regulación legal, y no con censura y persecución. Al menos en este caso se garantiza el derecho a réplica, ya que todos tienen el mismo acceso a las redes y nadie tiene el monopolio de la mentira, como sí sucede en regímenes totalitarios. En la Venezuela chavista, así como también en Cuba y Nicaragua, la libertad de expresión no está garantizada y mucho menos el derecho a la información.

Lo único que existe es propaganda, censura y persecución. Casi sesenta años después de la predicción de Orwell, sigue existiendo el fenómeno “Gran Hermano" en varios países. Ni hablar de China, Rusia y Corea del Norte. El peligro es acostumbrarnos a eso, dejar de condenarlo, o lo que es peor, imitarlo simplemente por temor al uso democratizado de nuevas tecnologías.

¿Cuántas muertes ha ocasionado la censura oficial comunista? ¿No es el caso del doctor Li Wenliang un crimen de lesa humanidad que ha afectado nada menos que a todo el planeta? ¿Es la libertad de expresión un derecho humano o ya no? No perdamos las perspectivas como sociedad democrática, el verdadero enemigo a vencer sigue siendo el monopolio de la verdad y el pensamiento único. Desde aquí vaya mi homenaje a la memoria de Li Wenliang, otro mártir de la libertad.