Líbano
Hizbulá se hace con las riendas del Ejecutivo libanés
Tras hacerse con el poder militar, la milicia islámica que sostiene al primer ministro, Hasan Diab, se convierte a la vez en el principal obstáculo para recaudar fondos en el exterior que saquen al país de la bancarrota
Líbano poco a poco se adentra en un abismo que necesita de un “milagro” financiero más que de un rescate económico. El país del cedro ha caído en bancarrota después de no poder hacer frente a su deuda pública, que supera los 90.000 millones de dólares y la libra libanesa en caída libre ha perdido el 200% de su valor frente a la divisa estadounidense.
El actual Gobierno de Hasan Diab, que cuenta con la confianza de Hizbolá, ha aprobado un plan de rescate financiero, en medio de una nueva ola de protestas por la crisis económica, que busca “acabar con la independencia del Banco Central” libanés, critica Jad Akhaoui, reputado periodista independiente. En declaraciones a LA RAZÓN, Akhaoui explica que lo que distingue este plan de los proyectos de reformas anteriores es el hecho de que este Ejecutivo se apoya en un solo lado del espectro político del Líbano: Hizbolá y sus aliados.
“Como este Gobierno depende exclusivamente de Hizbolá y sus aliados para su apoyo parlamentario, la justificación tradicional para la asistencia externa ya no funciona. El desafío para Diab será persuadir a los donantes internacionales de que este plan no solidifica el dominio de esta milicia en un Estado cada vez más fracturado y disfuncional”.
Sin embargo, esta opción se presenta inviable en la actual situación, ya que las fuerzas detrás del Gobierno actual no tienen interés en “preservar la independencia del sector bancario”. Incluso, advierte Akhaoui, con la participación prevista de expertos internacionales, “la supervisión estatal de la reforma financiera podría evolucionar hacia el control de Hizbolá”.
Los supervisores internacionales serán impotentes para evitar el desembarco de la organización islámica en el sector financiero, ahora que los bancos -vilipendiados por una población enfurecida que no puede acceder a sus cuentas- “están obligados aprender una lección sobre las condiciones de Hezbolá”. De hecho, en la calle el plan de rescate es visto como un plan de “estafa”, ya que quien pagará las consecuencias de la mala gestión financiera y la economía de corrupción son los depositantes bancarios. “El plan de Diab se centra en un disfrazado recorte económico para secuestrar los depósitos bancarios”, lamenta.
El plan del “tecnócrata” primer ministro libanés, atendiendo a las exigencias de los manifestantes, incluye mecanismos anticorrupción para “combatir el contrabando en todos los puntos de entrada”, pero seguramente este Gabinete mirará para otro lado cuando se trata del contrabando de Hizbolá y las actividades económicas ilegales.
El grupo paramilitar ya demostró en mayo de 2008 cómo maneja a los gobiernos que intentan obligarles a cumplir con la ley. Ante la decisión del Ejecutivo de entonces de eliminar a los corruptos funcionarios aeroportuarios y desmantelar su sistema ilegal de telecomunicaciones de Hizbolá, la milicia armada proiraní se apoderó por la fuerza de partes de Beirut.
La analista Huda Al Hoseini va más allá y en un artículo de opinión titulado “Buscando a Hizbolá en las crisis del Líbano” explica que después de que la organización se haya hecho cargo del aparato militar y de seguridad del Estado libanés, al asumir “la presidencia, el Gobierno y una mayoría parlamentaria”, ha procedido a conectar a Líbano con “el proyecto iraní”, centrándose en el control de la economía y los bancos, después de que su financiación se viera seriamente afectada por las sanciones de Estados Unidos contra Irán.
Garantizarse la financiación
En base a un estudio del el Centro Geopolítico de Estudios Estratégicos e Investigación del Medio Oriente y África del Norte (CSIS, en sus siglas en inglés) titulado “el proyecto de Hizbolá para hacerse cargo de la economía y el sector bancario libanés”, Al Hoseini señala que la milicia se está involucrando en las importaciones mucho más que antes, logrando así dos objetivos estratégicos. Primero, poderse financiar mediante la toma de control de las fronteras y las instalaciones marítimas y aéreas, tanto legales como de otro tipo, para traer productos y venderlos para generar ganancias. En segundo lugar, puede asegurar mercados para bienes sirios e iraníes (como las medicinas) y para empresas y hombres de negocios de estos países en órbita con Hizbolá, que se consideran parte de su red financiera.
El primer ministro Diab navega entre dos aguas. Por un lado, no puede dejar acabar de hundirse a Líbano, con el peso de 90.000 millones de dólares, y necesita recuperar la confianza de los inversores internacionales para que el Fondo Monetario Internacional le dé un préstamo de 10.000 millones, así como el desbloqueo de otros 11.000 millones prometidos porlos donantes internacionales si hay reformas económicas.
Sin embargo, la ascensión de Diab, gracias a Hizbolá, podría hacerle caer con más fuerza, ya que ni Occidente ni los donantes árabes darán un duro a Líbano si no ven pruebas de que el país se aleja de las garras de Irán. De hecho, la semana pasada Alemania se unió a la creciente lista de naciones que han clasificado a Hizbolá como organización terrorista.
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