Venezuela
El parque jurásico del comunismo y su protectorado en Venezuela
¿Los cubanos y venezolanos no merecemos la misma libertad y los mismos derechos garantizados qué hay en Europa?
El Parlamento Europeo aprobó una Resolucion el pasado 19 de septiembre de 2019 sobre la importancia de la memoria histórica para el futuro de Europa, en la que expresa, entre otras cosas, lo siguiente:
“Los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad… Rusia sigue siendo la mayor víctima del totalitarismo comunista y su evolución hacia un Estado democrático seguirá obstaculizada mientras el Gobierno, la élite política y la propaganda política continúen encubriendo los crímenes comunistas y ensalzando el régimen totalitario soviético…”.
De esta forma Europa homologa el comunismo con el fascismo, condenando sin lugar a dudas sus crímenes históricos, con el fin incluso de proscribirlo en todo el continente, así como de advertir su reminiscencia en Rusia. Este pronunciamiento se enmarcó dentro del aniversario del estallido de la Segunda Guerra Mundial, lo que explica que deje por fuera el caso del verdadero parque jurásico del comunismo: Cuba.
El totalitarismo comunista ha sobrevivido durante más de seis décadas en una isla que está a menos de siete mil kilómetros de Europa, sin que a muchos le importe, a menos que sea para saciar el complejo del buen salvaje y expiar las culpas del colonialismo. El caso es que ese régimen que hoy el Parlamento Europeo describe como el más genocida y opresor de la historia, sigue existiendo en Latinoamérica bajo el tutelaje cubano, como sucede en Venezuela desde hace ya veinte años.
Venezuela es hoy un protectorado cubano, una colonia de un imperialismo ideológico que aprendió todo del stalinismo, conservándolo en el tiempo para desgracia de la región. La devastación que esa ideología ha ocasionado sólo en Cuba y Venezuela, sumando entre ambos ochenta años de duración, se puede medir por sus diásporas, sus mártires, sus presos y sobre todo, por sus rehenes, porque al final la mermada población que sufren todavía esas tiranías, deben adaptarse a una represion criminal y a una censura oficial que les quita toda libertad.
Son países fallidos en materia de derechos humanos, a pesar de que expropien esa narrativa con la complicidad de una intelectualidad mundial que prefieren seguir contando con ese parque temático para mantener viva su utopía sin tener que vivir en ella.
La injerencia cubana en Venezuela es tan grotesca que el último año de vida de Hugo Chávez lo pasó en la Isla ejerciendo la presidencia a distancia y de forma clandestina. La Habana sustituyó literalmente a Caracas como la sede del poder público en Venezuela, violando por supuesto la constitución nacional. En Cuba agonizó y murió bajo el secretismo característico de esa dictadura, mientras se promulgaban leyes por Twitter y se tomaban decisiones sin ningún respaldo ni evidencia de vida, hasta que devolvieron a Caracas un cadáver, no sin antes haber escogido al sucesor del principado que todavía está bajo las órdenes de la dinastía castrista.
Como todo protectorado, la colonia paga por la protección, en este caso con petróleo y sus derivados, entre otras cosas. Incluso ahora, cuando los venezolanos no consiguen gasolina y la poca que encuentran vale tres veces más cara que en Europa, siguen saliendo barcos de Venezuela a Cuba. La franquicia comunista, heredada por Cuba de la Unión Soviética, cobra muy bien por su marca y “know how”, en eso sí son capitalistas. El resultado es la explotación de Venezuela y el empobrecimiento de su pueblo a niveles vergonzosos siendo el país con las más grandes reservas petroleras del mundo.
Pero el costo mayor es la libertad. Cuba seguirá saqueando a Venezuela, con su invasión no convencional pero altamente efectiva, hasta que alguien se lo impida. Se trata de una lucha de liberación contra el totalitarismo comunista que ya fue condenado en Europa pero que sigue su curso al menos en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Hoy, cuando se propuso ya un acuerdo de transición pacífica con un Gobierno de Emergencia Nacional y la celebración de elecciones justas, solo Cuba pretende seguir sosteniendo a la narcodictadura venezolana, solo se opone un hombre, Raúl Castro. No es un conflicto entre dos partes, ni tribal ni religioso, es la lucha de un pueblo desarmado contra el comunismo genocida, es la misma lucha librada en Europa oriental que contó con todo el apoyo del mundo libre.
¿Qué lo hace distinto esta vez? ¿Erradicar el comunismo no es un acto humanista? ¿Los cubanos y venezolanos no merecemos la misma libertad y los mismos derechos garantizados qué hay en Europa? Es hora de cerrar ese museo tropical del comunismo y pasar definitivamente la página del siglo veinte. Por un mundo sin nazismo ni comunismo: ¡Cuba y Venezuela libres!
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