Especiales

Coronavirus

Brasil, el gigante americano se hace pequeño en la gestión del coronavirus

El negacionismo de Bolsonaro y sus peleas con los gobernadores por la reapertura de la economía obstaculizan el combate al virus en un país con debilidades en el sistema sanitario tras los recortes

El avance de COVID-19 en Brasil alarga pulso entre Bolsonaro y gobernadores
Una joven camina frente a un letrero que indica que el uso de la máscara es obligatorio en el transporte público este miércoles, en Sao PauloFernando BizerraEFE

Brasil se ha convertido en el epicentro de la pandemia del coronavirus en América Latina y lejos de doblegar la curva de contagios, como está sucediendo en los países europeos, prosigue su escalada hacia una crisis sanitaria de gran envergadura. Este miércoles ha superado a Alemania en número de contagios con 178.214 afectados y ya se coloca como el séptimo país más golpeado por el covid-19 por detrás de Francia. En cuanto el número de víctimas mortales, Brasil es sexto, con 12.461, por delante de Bélgica 8.761 y por detrás de España, 26.920. El último parte del Ministerio de Salud brasileño es de 881 fallecidos en las últimas 24 horas.

El principal problema para enfrentar la propagación de la epidemia, según los expertos, es el rechazo del presidente Jair Bolsonaro a promover medidas duras como el confinamiento, ya que considera que dañan gravemente la economía del país. Donald Trump en Estados Unidos y Boris Johnson en Reino Unido mantuvieron la misma postura negacionista en un primer momento pero finalmente tuvieron que asumir que el cierre de la actividad económica era un requisito para evitar que siguiera creciendo el número de contagios.

Bolsonaro calificó al covid-19 de “gripecita” y algunos le atribuyen esta frase: “Si los brasileños pueden nadar en alcantarillas y no les pasa nada, podrán sobrevivir a este resfriado miserable". La semana pasada, al ser preguntado por el aumento de muertes por el virus, respondió: “¿Y qué? Lo siento. ¿Qué quieren que haga? Yo me apellido Mesías, pero no hago milagros”.

El presidente quiere que el país no pare, pero las autoridades locales sí. En un escenario de enfrentamiento sobre qué rumbo tomar, los gobernadores de los estados y los alcaldes de los municipios apelaron al Tribunal Supremo para alargar el confinamiento, que decidió otorgar plenos poderes a las autoridades regionales y locales plena autonomía para adoptar las medidas necesarias que frenaran la extensión de la pandemia y evitar un colapso sanitario al que ya se están acercando ya algunos estados.

Sao Paulo ha registrado casi 4.000 muertes y más de 47.000 casos de contagio. Río de Janeiro está cerca de los 2.000 fallecidos y alrededor de los 18.500 positivos. Ambas ciudades han endurecido las restricciones de circulación para contener los contagios. Pero la situación en el Amazonas es aún más difícil y ha sido calificada por las autoridades de “calamitosa” después del colapso del sistema de salud durante las últimas semanas.

Los analistas políticos achacan a Bolsonaro su querencia por bajar al barro de las trifulcas políticas, como la que ha propiciado la actual crisis de gobierno por sus líos con la justicia. “El ex ministro Sergio Moro ha hecho denuncias muy graves en contra del presidente, que al parecer pretendía que la policía federal no actuara contra sus hijos, que están investigados por la justicia. Así que Bolsonaro no está preocupado por el covid sino por sus hijos”, explica Leandro Machado, comentarista brasileño, en declaraciones a LA RAZÓN.

A juicio de este experto, "Bolsonaro está haciendo la peor gestión posible, no sería exagerado decir que es el peor líder de todas las democracias del mundo en el combate al covid-19. Está jugando con la salud de las personas. Cambió al ministro de Sanidad en medio de la pandemia solo porque este ministro era más popular que él en las encuestas”.

Más allá de la gestión política del virus, Brasil tiene que bregar, como muchos otros países de la región, con las carencias de su sistema sanitario para combatir una pandemia de esta magnitud. El experto en derechos humanos y deuda externa Juan Pablo Bohoslavsky y el relator especial sobre la extrema pobreza, Philip Alston, consideran que “el brote de covid-19 ha magnificado los impactos adversos de la enmienda constitucional de 2016 que limitó el gasto público en Brasil durante 20 años”. Se apoyan en datos como éste: sólo el 10% de los municipios brasileños tienen camas de cuidados intensivos y el Sistema Único de Salud no tiene ni siquiera la mitad del número de camas de hospital recomendadas por la Organización Mundial de la Salud.

Deisy Ventura, catedrática de Salud Global en la Universidad de Sao Paulo, asegura que el sistema público sanitario de Brasil “tiene debilidades” pero goza de una estructura financiada por los gobiernos locales: “Los profesionales de la salud, médicos, enfermeros y auxiliares tienen una calidad que en algunos sectores alcanza la excelencia. La pandemia encuentra el sistema brasileño en un momento de fragilidad pero las estructuras están ahí".

Las malas relaciones de Bolsonaro con China

A juicio de esta experta, “la comunicación de los riesgos es un elemento muy importante en una respuesta eficaz a una pandemia". También apunta "a la falta de liderazgo del presidente de la República, que debería estar trabajando desde la cooperación internacional para obtener lo que necesitamos, test, mascarillas y ventiladores”. Ventura cree que esta falta de liderazgo y “los enfrentamientos de la familia Bolsonaro con China” resta importancia “a la ventaja comparativa que tenemos con nuestro sistema de salud”.

Una de esas peleas de Bolsonaro fue la que mantuvo con el ya ex ministro de Salud,Luiz Henrique Mandetta, que finalmente dimitió por sus discrepancias con la gestión del presidente. Bolsonaro también ha azuzado las diatribas con los gobernadores de los diferentes estados, dispuestos a mantener medidas de confinamiento. En ese forcejeo, el presidente decidió declarar mediante decreto que gimnasios, salones de belleza y barberías sean considerados como “servicios esenciales” para que puedan seguir operando.

Todo apunta a que Bolsonaro no dará su brazo a torcer y seguirá exigiendo la reapertura del comercio, sobre todo después de conocer las últimas estimaciones del Ministerio de Economía, que indican que el PIB del país caerá este año un 4,7%.