Estados Unidos
Trump se queda sin desescalada
Los Ángeles y Washington mantienen el confinamiento para controlar la pandemia. Los expertos prevén que EE UU alcance los 147.000 por coronavirus en agosto
El condado de Los Ángeles, el más populoso de California, y la ciudad de Washington, capital de EE UU, posponen la desescalada. En el caso del condado californiano, el más castigado del Estado, y que acumula ya más de 1.300 muertos, la orden del confinamiento en casa posiblemente se prolongue hasta bien entrado agosto. Así lo explicó Barbara Ferrer, directora de Salud Pública, que en una reunión con la Junta de Supervisores explicó que todas las medidas se están haciendo de acuerdo al consejo de los científicos que asesoran a las autoridades y, sostiene, «guiados por la ciencia y los datos que nos ayudarán a avanzar de manera segura a lo largo del camino hacia la recuperación de una manera controlada, que nos permita asegurar que existan medidas efectivas de distanciamiento y control de infecciones».
Sus palabras llegaron pocas horas después de que el doctor Anthony Fauci, director del Centro Nacional de Alergias y enfermedades Infecciosas, haya avisado ante el Senado del peligro que entraña una reapertura descontrolada. Esto es, privada de la capacidad de seguimiento y testeo acumulada por las naciones más exitosas en la lucha contra la epidemia, como Corea del Sur y Alemania. Como dijo Fauci, «la dirección correcta no significa que tengamos, de ninguna manera, el control total» y «corremos el riesgo de sufrir un rebrote».
Entretanto, el gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom, avisaba de que el Estado tenía disponibles nuevas guías para la reapertura de más industrias como las oficinas donde no resulta posible el teletrabajo, los centros comerciales y los museos al aire libre. «California está aplanando la curva», dijo Newsom, «pero debemos continuar permitiendo que la ciencia y la salud pública nos guíen». California, por tanto, uno de los Estados más populosos, reabre a distinto ritmo según las zonas.
«Creo que la recuperación durará meses», advirtió Ferrer, que siempre puso el foco en «las herramientas de las que disponemos en estos momentos», mientras Newsom comentaba que apoya lo que hagan en los distintos condados por cuanto «sus condiciones son muy diferentes».
En la otra costa, en Washington D.C., que suma 350 muertes, su alcalde, Muriel Bowser, explicó que la orden de permanecer en casa se amplía hasta el 8 de junio. Y en Nueva York, la ciudad más golpeada, su alcalde, el demócrata Bill de Blasio, ruega porque sea posible reabrir los colegios en septiembre. Desde luego las cifras de ingresos hospitalarios y muertes siguen a la baja, pero ayer aún hubo 561 personas que acabaron ingresadas en la UCI, mientras el porcentaje de positivos del total de test practicados bajaba ligeramente, al 13%, y el número de muertos era de 78.
Un problema no previsto para el regreso de la actividad escolar es el todavía pequeño número de niños aquejados graves dolencias asociadas al coronavirus: el llamado síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico.
Todo esto sucede mientras uno de los modelos matemáticos más consultados por la Casa Blanca, elaborado por la Universidad de Washington, ha elevado las proyecciones de muertos por coronavirus hasta los 147.000 hasta el 4 de agosto (ya van 82.000). La razón parece estar ligada al desconfinamiento y, por ende, al creciente tráfico entre los diferentes estados, calificado de explosivo por el doctor Christopher Murray, director del Instituto de Medición y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington. Entrevistado por la CNN, Murray explicó que «cuando comenzamos a hacer proyecciones, habíamos asumido que todos los Estados iban a seguir el modelo de Nueva Zelanda», esto es, «mantener el distanciamiento social hasta que la transmisión llegue a un nivel realmente bajo». En su opinión, lejos de hacerlo, el país parece haber optado por relajar el distanciamiento de forma acelerada y sin contar con un mapa de carreteras fiable para el futuro.
Pensando en la posibilidad de una segunda ola, que incluos podría ser más dura que la primera, el epidemiólogo de la Casa Blanca comentó que «espero que para ese momento, en el otoño, dispongamos de recursos más que suficientes para responder de forma adecuada, pero si no lo hacemos, tendremos un problema».
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