Protestas
Antifa, el movimiento de extrema izquierda que Trump quiere declarar como terrorista
El presidente acusa a este colectivo radical, con tácticas similares a las de los anarquistas, de alimentar las protestas raciales en EE UU
El presidente Donald Trump ha encontrado un nuevo enemigo tras haber identificado a los que considera culpables de los disturbios raciales en EE UU, los colectivos de izquierda y en particular movimiento Antifa, que proviene de antifascista. Trump ha dicho en un tuit que son alborotadores “totalmente profesionales” y ha avanzado que Estados Unidos designará a a este grupo "organización terrorista”. Pero ¿quiénes son y qué pretenden los integrantes de este grupo?
Este movimiento antifascista estadounidense es un colectivo reducido, uno de los muchos surgidos en los últimos años en EEUU que, tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, se ha hecho cada vez más activo, sobre todo para frenar las manifestaciones de los supremacistas blancos.
Roderick Harrison, profesor de Sociología de la Universidad de Howard y ex jefe de Estadística Racial en la Oficina del Censo de Estados Unidos, explica a LA RAZÓN que Antifa “es más estrategia autónoma que se ve a sí misma como antifascista y antirracista”. Comparten la idea de ejecutar “medidas directas” contra grupos que ven como fascistas y/o racistas en lugar de buscar reformas políticas o legales. “La acción directa puede tomar la forma de confrontación con grupos considerados fascistas o racistas, y las confrontaciones pueden, por supuesto, volverse violentas”, añade el sociólogo.
Antifa no es una organización con un líder, una estructura definida o funciones propias de una asociación con requisitos para pertenecer a ella, sostienen los críticos del presidente. Los seguidores de este colectivo comparten una filosofía y tácticas. Han participado en muchas protestas del país en los últimos tres años, incluida la manifestación “Unite the Right” en Charlottesville, Virginia, en 2017.
La BBC habló con algunos de sus miembros en Oregon, en EEUU, y explicaron que buscan construir un movimiento que “nos aísle de las políticas de Trump". "También estamos resistiendo frente a los movimientos que pueden llevarnos al fascismo”, dijo uno de sus integrantes.
Para el New York Timeses imposible saber cuántas personas se consideran miembros de este grupo, que se organiza por células y actúan bajo el manto de la discreción y el secreto. Aunque Trump ha focalizado en Antifa sus críticas, éste es solo uno de los muchos colectivos que han surgido en los últimos años, desde la llegada del presidente a la Casa Blanca, para combatir sus políticas.
Sus miembros protestan contra decisiones de las autoridades que consideran autoritarias, homófobas y racistas. Este movimiento no está vinculado a ningún partido político ni a otros movimientos de izquierda, pero la prensa neoyorquina estima que trabajan con otras redes de activistas locales que se están uniendo en torno a los mismos temas, como el movimiento Occupy o Black Lives Matter. “No parece haber una estrategia muy desarrollada de violencia contra instituciones o estructuras, como por ejemplo, en los movimientos de izquierda que buscan derrocar al Estado o al capitalismo. Para Trump, Antifa proporciona un ejemplo útil de un grupo violento de izquierdas, especialmente porque Antifa estuvo presente y activo en las peleas contra grupos neonazis y supremacistas blancos en Charlottesville”, añade el sociólogo Harrison.
El profesor Mark Bray asegura que el movimiento Antifa estadounidense moderno comenzó en la década de 1980 con un grupo llamado Acción Antirracista. Sus miembros se enfrentaron a “skinheads” neonazis en conciertos punk en el Medio Oeste estadounidense y en otros lugares. A principios de la década de 2000, el colectivo Antifa estaba en su mayoría inactivo, hasta el surgimiento de Trump y la derecha alternativa.
El movimiento antifascistas ganó más visibilidad en 2017 después de una serie de sucesos como la paliza de un destacado miembro de extrema derecha, la cancelación de un evento por un escritor conservador en la Universidad de California, Berkeley y su confrontación con manifestantes nacionalistas blancos en Charlottesville que acabaron en violencia.
“El argumento que usan es que el antifascismo militante es inherentemente defensa propia debido a la violencia históricamente documentada que los fascistas representan, especialmente hacia las personas marginadas”, sostiene el profesor Mark Bray.
El movimiento ha sido muy criticado tanto por las élites de izquierda como de derecha. Después de las protestas en Berkeley de 2017, la presidenta Nancy Pelosi denunció “las acciones violentas de personas que se hacen llamar antifa” y dijo que deberían ser arrestadas.
En cambio, la legisladora demócrata Alexandria Ocasio-Cortez se preguntó por qué el FBI no trata a los supremacistas blancos, grupos que son simpatizantes de Trump, también como grupos de terrorismo interno.
La Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU) criticó el anuncio de Trump de querer declarar a este colectivo como terrorista y añadió que “no tiene la autoridad legal" para hacerlo. El Gobierno de Estados Unidos tiene una lista de organizaciones internacionales y países a los que considera como terroristas, pero no existe un estatuto de terrorismo interno.
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