Suecia
Suecia archiva el “caso Palme” tras 34 años sin disipar todos los interrogantes
La Fiscalía apunta al publicista Stig Engström, que ya fue interrogado por la Policía y odiaba al primer ministro, como el asesino, pero no puede procesarle ni interrogarle porque murió hace veinte años
Suecia se dispone a cerrar el magnicidio de su primer ministro Olof Palme hace 34 años. Un asesinato que, como señala su sucesor, el también socialdemócrata Stefan Löfven, ha dejado “una herida abierta” en la sociedad sueca. El fiscal que desde 2016 está al cargo de la investigación, Krister Petersson, anunció esta mañana en una histórica rueda de prensa en Estocolmo quién mató al ex líder socialdemócrata. Se trata del ultra Stig Engström, también conocido como “el hombre de Skandia”, un publicista que trabajaba como diseñador gráfico en la empresa de seguros Skandia cerca de la escena del crimen, mantenía una pública hostilidad contra la política progresista de Palme y, lo que es más importante, tuvo acceso al tipo de arma con el que fue disparado por la espalda cuando volvía del cine junto a su esposa Lisbet, una Magnum .357 Smith&Wesson.
Dado que se suicidó en el año 2000, Engström no puede ser ni interrogado ni acusado formalmente, por lo que la investigación oficial se cerrará, anunció Petersson durante una rueda de prensa telemática debido a la limitación de las reuniones a menos de 50 personas por el coronavirus. “Creo que hemos llegado tan lejos como se podía pedir a la investigación”, afirmó. “Stig Engstrom ha fallecido y, por lo tanto, no puedo iniciar un procedimiento ni siquiera entrevistarlo, por eso decidí suspender la investigación”, explicó el fiscal a la Prensa. “Dado que murió, no puedo acusarlo”.
Tras la expectación por conocer la verdad sobre el asesinato de su primer ministro más famoso en el mundo, los suecos no ocultan cierta decepción. Esperaban pruebas, una pistola humeante, no una larga presentación de PowerPoint para concluir que habían cometido el error de no darse cuenta de que tenían el asesino en frente de sus narices. Muerto Engström, no sabremos nunca el móvil que le llevó a matar a Palme o si actuó solo o con otros en una conspiración que no pudo descartar taxativamente Petterson. Es decir, las especulaciones no van a cesar pese a que el caso haya sido archivado oficialmente. Por parte de la familia, los tres hijos de Palme manifiestan sentirse aliviados por conocer por fin la verdad. Su madre, en cambio, murió en 2018 sin llegar a conocerla.
“No soy tan estúpido, entiendo que las diferentes teorías de la conspiración se mantendrán a flote en la opinión pública como lo han hecho en los últimos 34 años. Pero tenemos la conclusión de que sabemos en qué podemos apoyarnos”, reconoce el fiscal.
Engström, de padres suecos pero nacido en India en 1932, fue interrogado como testigo en los primeros días de la investigación, pero solo surgió como un sospechoso potencial hace unos años gracias a un reportaje en la revista “Filter”, al que luego siguió un libro, del periodista Thomas Pettersson. El publicista se movía en círculos contrarios a Palme, tenía formación militar, fue miembro de un club de tiro y tenía acceso a armas a través de un conocido, reveló Pettersson, que informó de sus hallazgos a la unidad policial que investiga el caso.
El publicista, que se presentó como testigo al día siguiente del asesinato para evitar ser confundido con el asesino e hizo declaraciones a varios medios de comunicación, vestía con una ropa similar a la del hombre que vieron huir otras personas tras el asesinato, un abrigo largo y un sombrero de lana, explicó el fiscal. A su lado, el jefe de la investigación policial, Hans Melander, detalló que el interés por Engström surgió cuando el nuevo grupo se hizo cargo de las pesquisas. “Encontramos a una persona que no cuadraba en el resto de la fotografía del crimen. Sus informaciones no se correspondían con las del resto de testigos”, explicó Melander. Su cuartada de haber estado trabajando hasta tarde esa noche no encajaba tampoco con las cámaras de seguridad de su empresa ni con el testimonio de su esposa. "Si el actual grupo de investigación hubiera estado allí hace 34 años, Engström habría sido detenido”, zanjó Petterson.
Pese a las versiones contradictorias que han circulado estos días, el fiscal confirmó asimismo que el arma del crimen sigue sin aparecer, un verdadero quebradero de cabeza para la Policía durante estos años. Los investigadores probaron durante los últimos 34 años 788 revólveres sin dar con el arma del crimen.
El carismático primer ministro socialdemócrata, padre del Estado del Bienestar sueco, fue abatido de un tiro en la calle el 28 de febrero de 1986 cuando paseaba sin escolta junto a su esposa Lisbet tras ver en el cine “Los hermano de Mozart”. El asesino escapó con el arma homicida, y a pesar de que más de 10.000 personas fueron interrogadas y más de 130 se han confesado autores del crimen, el caso permanecía sin resolver hasta ahora.
Petersson se hizo cargo de la investigación en 2016 y anunció a la televisión pública SVT el pasado febrero que concluiría el caso antes del verano. “Durante estos dos años, hemos analizado todo el material que había. Cuando lo ves todo con nuevos ojos, se observan las cosas de manera diferente. Hemos llegado a algunas conclusiones y tenemos investigaciones preliminares propias y nuevos interrogatorios”, declaró entonces el fiscal al diario “Aftontbladet”.
Se han hecho enormes esfuerzos para localizar al asesino de Palme en las últimas tres décadas que han costado 600 millones de coronas (unos 57 millones de euros) al erario público. El Parlamento (Riksdag) incluso aprobó una ley en 2010 para impedir que el asesinato se archivara a los 25 años y así pudiera proseguir una investigación no exenta de polémica ni de errores de principiante.
La Policía fue criticada por sus acciones en las primeras etapas de la investigación del asesinato, incluida la falta de acordonamiento de la escena del crimen con prontitud, lo que podría haber significado la destrucción de pruebas forenses potenciales. Los conmocionados ciudadanos suecos llegaron a dejar flores en el lugar antes de que se instalara un cordón policial. Las balas fueron encontradas por un ciudadano, y el arma utilizada sigue sin aparecer.
A lo largo de los años, ha habido muchas teorías que han sugerido a individuos y grupos como posibles perpetradores. Junto con el del presidente estadounidense John Kennedy en Dallas en 1963, el de Palme es el magnicidio que más conspiraciones ha motivado en incontables libros y artículos y ha fuente de inspiración para los exitosos autores de novela negra en el país escandinavo.
El activismo del líder sueco contra la guerra, el racismo y el intervencionismo de EE UU y la URSS durante la Guerra Fría le granjearon enorme popularidad internacional, pero también muchos enemigos dentro y fuera de su país.
En un principio, los investigadores suecos se centraron en la pista kurda después de que Palme declarase el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) como una organización terrorista que había cometido vario atentados en suelo sueco. Ante la falta de resultados, el jefe de la Policía de Estocolmo, Hans Holmer, tuvo que dimitir un año después. Igual suerte corrió la entonces ministra de Justicia por organizar una investigación paralela, secreta e ilegal.
La pista surafricana
Con el tiempo, sin embargo, ganó más fuerza la pista surafricana, dada la beligerancia con la que Palme luchaba contra el régimen segregacionista del “apartheid” y apoyaba al Congreso Nacional Africano (ANC) del entonces detenido Nelson Mandela. De hecho, agentes de los servicios secretos surafricanos acudieron a un acto anti “apartheid” en Estocolmo una semana antes del asesinato.
Incluso en un reciente libro, el periodista sueco Jan Stoclassa habla de un complot entre la ultraderecha sueca y el régimen segregacionista, que habrían contratado al asesinato para luego deshacerse de él sin dejar rastro. Ésa es la conclusión a la que llegó Stieg Larsson, el fallecido autor de la celebre trilogía “Millennium”, que dedicó muchos años a investigar un magnicidio por el que estaba obsesionado y que era un experto en los movimientos de extrema derecha en Escandinavia. Sin embargo, el fiscal asegura que “no hay nada específico. Mucha gente nos ha contactado, pero desafortunadamente no hay pruebas suficientes [para inculpar a los servicios secretos de Suráfrica]".
Durante estos 34 años, Chister Pettersson, un toxicómano y alcohólico que fue identificado por Lisbet Palme, ha sido el único sospechoso juzgado por un magnicidio. Pettersson, que fue detenido en 1988, fue condenado y más tarde absuelto por el Supremo por falta de pruebas. No obstante, antes de morir en 2004 confesó a sus allegados que había confundido al primer ministro con un traficante de drogas que vestía ropa parecida. Lo cierto es que hace dos años la televisión pública reveló que el policía a cargo entonces de la investigación, el inspector Thure Nässén, había ofrecido dinero a varios testigos para incriminar a Pettersson, mientras que el fiscal había ocultado pruebas que exculpaban al sospechoso.
El anuncio de hoy cierra una profunda herida en la sociedad sueca, acostumbrada a un contacto cercano entre los políticos y los ciudadanos a los que sirven. Aquel 28 de febrero de 1986 se considera el día en el que el país nórdico perdió la inocencia y fue consciente de que su sociedad abierta y tolerante también se encontraba amenazada. Suecia, que no sufría un magnicidio desde que en 1792 el rey Gustavo III fue asesinado en un baile de máscaras, quedó traumatizada por la tragedia. Un nuevo y desgarrador aviso llegó el 11 de septiembre de 2003, cuando Anna Lindh, ministra de Asuntos Exteriores y prometedora dirigente socialdemócrata, fue apuñalada mientras compraba en unos grandes almacenes de Estocolmo. De nuevo sin escolta. Como una ciudadana más.
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