Australia
Australia persiste en su desafío a China
Suspende el acuerdo de extradición con Hong Kong en respuesta a la Ley de Seguridad. El «premier» australiano Morrison, que ya se enfrentó a Pekín por la covid-19, ofrece a los hongkoneses una ampliación de sus visados
Australia ha vuelto a plantarle cara a China. Ayer, el primer ministro australiano, Scott Morrison, anunció que su país suspendía el acuerdo de extradición con Hong Kong vigente desde 1993 como consecuencia de la recién aprobada Ley de Seguridad Nacional que Pekín ha impuesto en la ex colonia británica. La decisión del gobierno insular echaba más leña al fuego a la maltrecha relación entre ambas potencias, que en los últimos meses se han enfrentado a causa del origen de la COVID-19 o por acusaciones de ciberespionaje.
Morrison habló alto y claro y acusó a China de “represión de la disidencia y las libertades personales”. Según afirmó, la nueva norma da pie a una “imprecisión y excesiva amplitud” de los delitos tipificados, lo que supone “un cambio fundamental en las circunstancias” que puede llevar a “detenciones arbitrarias”, tal y como también denunció la Oficina de Derechos Humanos de la ONU.
En vista de la situación actual, el archipiélago también anunció que extendería el visado para los ciudadanos hongkoneses que así lo solicitaran. En concreto, indicó que se ampliarán los permisos de trabajo y estudios para aquellos que ya se encuentren en Australia -unos 10.000 según las cifras oficiales-, de modo que puedan permanecer allí durante cinco años y tengan así la posibilidad de optar a la residencia permanente en el país.
En esa misma línea se pronunció el ministro australiano de Inmigración, Alan Tudge, quien indicó que el archipiélago está preparado para que se acojan a la nueva medida “cientos o miles” de hongkoneses.
La última vez que Australia ofreció visados de “refugio seguro” a ciudadanos chinos fue en 1989 tras la masacre de Tiananmen, la sangrienta represión del ejército del gigante asiático que acabó con la vida de miles de manifestantes que buscaban mayores libertades. En aquel momento, según indicó, fueron 27.000 los estudiantes chinos que tuvieron la opción de quedarse permanentemente en Australia.
“Tremenda injerencia”
Tras el anuncio, China no se quedó de brazos cruzados y acusó al gobierno de Morrison de llevar a cabo una “tremenda injerencia en los asuntos internos (de China)”.
A través de un comunicado de la embajada del gigante asiático en la capital australiana, tacharon a Canberra de violar “el derecho internacional y las normas básicas que rigen las relaciones internacionales” y les advirtieron de que si continuaban con este tipo de medidas “será como levantar una piedra para luego herirse en el propio pie”.
Sin embargo, más allá de amedrentar al Ejecutivo australiano, le empujó a reconsiderar sus advertencias de viaje a Hong Kong y, al poco de hacerse público el comunicado chino, instó a sus ciudadanos a no viajar a la ex colonia británica bajo riesgo de ser arbitrariamente detenidos o poder “ser transferidos a la China continental” para ser juzgados allí por “motivos vagamente definidos de seguridad nacional”.
El país oceánico ha sido uno de los más críticos con la decisión del Partido Comunista chino (PCCh) de imponer una normativa que persigue los delitos de secesión, subversión, terrorismo o colusión con fuerzas extranjeras y que incluye penas de hasta cadena perpetua. La norma también ha otorgado mayores poderes a la Policía, que ahora puede llevar a cabo búsquedas sin órdenes judiciales al tiempo que se reserva el derecho de ordenar a los proveedores y plataformas de servicios de internet a eliminar los mensajes que supuestamente violan la legislación.
“Nuestro gobierno, junto con otros gobiernos de todo el mundo, han sido rotundos al expresar nuestras preocupaciones sobre la imposición de la ley de seguridad nacional en Hong Kong‘‘, declaró Morrison ante los periodistas.
Entretanto, el diario estatal “Global Times” -altavoz del PCCh- auguró malos tiempos para la economía australiana. En una velada amenaza, el periódico chino aseguró que a causa de esa oferta de “refugio seguro” el impacto negativo en sus finanzas será “mucho más grave de lo que mucha gente hubiera podido anticipar”.
Sobre todo, porque esta acción añade más tensión a la cada vez peor relación entre ambos. Ahora es Hong Kong, pero antes Canberra solicitó una investigación independiente sobre el origen del coronavirus y también acusó a China de llevar a cabo ciberataques en las universidades del país, dos acciones que no sentaron nada bien en Pekín.
“No prosperará ningún intento de presionar a China”, afirmó el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Zhao Lijian, tras insistir en que China se reservaba el derecho a responder.
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