Salud

Robert O’Brien, el asesor de Seguridad Nacional de Trump, tiene coronavirus

Ha dado positivo, lo que le convierte en el mayor alto cargo de los Estados Unidos infectado hasta la fecha. La Casa blanca asegura que no hay riesgo de contagio al presidente ni al vicepresidente

Imagen de Robert O'Brian
Imagen de Robert O'BrianYouTubeLa Razón

El cerco del Covid-19 se estrecha sobre la Casa Blanca. El último caso notable ha sido el del asesor de Seguridad Nacional, Robert C. O’Brien, que ha dado positivo. Según el gobierno, el funcionario presenta «síntomas leves» y permanece «auto confinado y trabaja desde un lugar seguro». «No hay riesgo de contagio del presidente o el vicepresidente» y el «trabajo del consejo de Seguridad Nacional no se ha interrumpido». En el Washington Post contaban que la última vez que O´Brien apareció al lado de Trump fue el pasado 10 de julio.

De momento el presidente ha reaccionado haciéndose eco de los mensajes del economista y comentarista político Brian Wesbury, que opina que los números de hospitalizaciones y positivos en Texas, Florida y Arizona ofrecen buenas señales, con los casos a la baja.

Pero al mismo tiempo, es que varios estados están viendo como suben de forma dramática las muertes. Sólo Texas ha registrado 1.000 fallecimientos durante la última semana. Y en domingo se registraron a nivel nacional otros 60.000 casos. Para un total, desde el principio de la epidemia, de 4.240.000 positivos y, al menos, 144.000 fallecimientos.

A mediados de mayo, cuando EE.UU. comenzó a reabrir su economía, el modelo que elabora la universidad de Washington, uno de los más consultados por los asesores científicos de la Casa Blanca, elevó las proyecciones de muertos hasta los 147.000 para el 4 de agosto. Otros modelos matemáticos apuntaron cifras menos onerosas. En aquel momento el país acumulaba 82.000 decesos.

Entrevistado por la CNN, Christopher Murray, director del Instituto de Medición y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington, comentó entonces que «cuando comenzamos a hacer proyecciones, habíamos asumido que todos los estados iban a mantener el distanciamiento social hasta que la transmisión llegue a un nivel realmente bajo».

En aquellos días Anthony Fauci, director del Centro Nacional de Alergias y enfermedades Infecciosas, también alertó, entrevistado por el Senado, del riesgo de una reapertura descontrolada, sin la necesaria capacidad de seguimiento y testeo. Fauci avisó entonces de que EE.UU. corría el riesgo de «sufrir un rebrote». Y todo apunta que la temida segunda ola podría estar ya viajando en dirección norte.

De vuelta a los estados del Noreste, previamente devastados por el coronavirus durante los meses de marzo, abril y mayo. De hecho ciudades como Filadelfia muestran ya números preocupantes, y los modelos predicen un rebrote en varios de los principales núcleos urbanos. Resulta especialmente preocupantes las proyecciones elaboradas por el PolicyLab del Hospital Infantil de Filadelfia.

Su director, David Rubin, ante los micrófonos de la radio pública, advierte de que la epidemia está subiendo hacia el norte a través de corredores como la I-95. Básicamente la gente sale de vacaciones hacia los lugares con los índices de contagio más bajos, y muchos de estos, ahora mismo, están localizados en Nueva Jersey, Massachusetts, Nueva York, Maine… Con lo que llevan la enfermedad con ellos y plantan la semilla de un futuro rebrote.

Porque los casos no están explotando sólo Florida. Tampoco sólo en Carolina del Sur y Carolina del Norte. También en las «áreas de playa de Virginia y Rehoboth Beach, en Delaware». Hasta el punto de que durante los últimos quince días, y todavía por debajo del radar mediático, asoma la evidencia de que Baltimore está registrando «la tasa más alta de infección de crecimiento de casos que hemos visto en una ciudad importante».

A las puertas de Washington, de nuevo, y sobre todo de una Nueva York arrasada, que sufrió tasas de mortalidad similares a las de una guerra o un terremoto de gran envergadura. Todo esto mientras la Casa Blanca y el legislativo discuten contrarreloj sobre el final de las ayudas a los millones desempleados, que deberán prorrogarse antes del receso de agosto.