Líbano
Tras la conmoción, la ira se instala en Beirut
Miles de desempleados se han quedado ahora también sin hogar y tachan a su clase política de «delincuente». Unos 50.000 libaneses han firmado una petición para pedir a Macron que Líbano vuelva a ser un protectorado francés
Varias personas resultaron heridas durante la madrugada a manos de las Fuerzas de Seguridad libanesas después de que un grupo de manifestantes intentara irrumpir en el edificio del Parlamento para pedir la dimisión del Gobierno por las explosiones registradas el martes en la capital, Beirut, que han dejado al menos 137 muertos y más de 5.000 heridos.
Según las informaciones recogidas por la agencia estatal libanesa de noticias, NNA, varios de los manifestantes han lanzado piedras contra los agentes después de haber prendido fuego a barricadas con materiales de madera.
Precisamente ayer, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha levantado pasiones y odios en Beirut tras su visita oficial, la primera de un jefe de Estado que viaja a Líbano tras la mayor tragedia humana y material desde la guerra civil libanesa (1975-1990), que ha dejado la zona marítima y el centro de la capital reducidos a escombros.
Las pérdidas materiales ascienden a entre 3.000 y 5.000 millones de dólares y al menos 300.000 personas se han quedado sin hogar. La brutal explosión de 2.750 toneladas de nitrato de amonio almacenados en el puerto acabó con la vida de al menos 150 personas, con más de 5.000 heridos, muchos de ellos en estado grave y todavía quedan decenas de desaparecidos. Después de digerir el «shock» emocional que ocasionó a toda una ciudad sentir cómo la vida te puede cambiar en un minuto, ha surgido de entre los escombros la rabia, la impotencia y la ira.
La relación histórica entre Francia y el país del cedro sigue siendo tan fuerte que los franceses han sido los primeros en enviar todos los recursos posibles para, al menos, no dejar que el pobre Líbano se hunda del todo. Por ello, muchos libaneses ven a París como la capital a la que les gustaría pertenecer. De hecho, 50.000 libaneses firmaron ayer una petición para pedir a Macron que Líbano vuelva a estar bajo el Protectorado francés para los próximos 10 años. Otros, sin embargo, se manifestaron por la tarde frente a la residencia oficial del embajador francés en Beirut en protesta por haberles dejado en manos de la corrupta élite política libanesa.
Si a alguien aún le quedaba alguna duda del papel «redentor» que ejerce la «madre patria» francesa sobre Líbano, el presidente galo anunció su regreso para el 1 de septiembre, cuando el país cumple 100 años de su independencia. Macron prometió que volverá con un cheque de grandes sumas de dinero para auxiliar a las universidades y colegios libaneses, ya que la educación es uno de los pilares de la herencia del protectorado francés. Las ofertas de Macron más que aliviar sentó a como un tiro al millón de beirutíes que ven cómo el futuro en el país es cada vez más negro al sentirse impotentes de no poder desterrar a la anclada clase política.
Macron se saltó el protocolo y se calzó las botas de montaña para poder caminar entre las calles llenas de escombros del centro de Beirut. Los hilarantes barrios de Gemayseh y Mar Mikahel, conocidos por sus bares de copas y restaurantes, son ahora la fantasmagórica imagen de una ciudad destruida. Hasta los edificios emblemáticos con más de un siglo de antigüedad con sus balcones que en un tiempo tuvieron vistas al mar y que han resistido a los bombardeos de la guerra civil están ahora destrozados.
No en vano, la visita de Macron llevó a momentos acalorados de los vecinos que no pudieron más que vilipendiar a sus políticos que han llevado a la ruina al país. Las consignas revolucionarias de las protestas de octubre volvieron a escucharse al paso de la comitiva del mandatario francés. Al grito de «revolución»; «¡la gente quiere poner fin al régimen!» y «¡el presidente Michel Aoun es un terrorista!», explotaron muchos libaneses que han perdido ahora su vivienda y su coche, después de haber perdido su trabajo en los meses pasados.
«¡Usted es nuestra única esperanza, señor!»
Mientras Macron inspeccionaba una farmacia devastada, un vecino le increpó: «Ayúdanos. Por favor ayúdanos. ¿Qué está haciendo usted para ayudarnos?». El presidente francés apartó a sus guardaespaldas para abrazar a una mujer que le dijo: «¡Usted es nuestra única esperanza, señor!». Otro le gritó: «Está usted en la calle General Gourad, él nos liberó de los otomanos, libérenos usted de nuestras autoridades».
El primer ministro, Hassan Diab, y el presidente Michel Aoun han prometido que pondrán a los culpables de la explosión entre rejas. Pero, mientras decenas de personas aún siguen desaparecidas, la confianza en la calle es poca y muchos temen que la investigación no será imparcial.
«Nuestros líderes son delincuentes y mentirosos. No creo en ninguna investigación Destruyeron el país y todavía están mintiendo a la gente», denunció un hombre jubilado, cuya casa en el puerto resultó muy dañada y su hija y nieta, heridas en la explosión.
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