Europa
Alexander Lukashenko, el último heredero de la Unión Soviética
Desde 1994 gobierna Bielorrusia con la misma mano dura con la que dirigió en su juventud una granja colectiva
Corrían tiempos difíciles en Bielorrusia allá por 1994. Tres años antes, en agosto, el secuestro del presidente de la URSS, Mijail Gorbachov, había desencadenado el final de la URSS. La todavía república socialista, a través del presidente de su Soviet Supremo, Stanislav Shushkievich firmó junto con Rusia y Ucrania el famoso pacto de Belavezha, por el que se disolvía oficialmente la URSS para continuar cada uno por su lado, comprometiéndose a seguir asociados en una organización bautizada como Comunidad de Estados Independientes, que con el tiempo se fue diluyendo en el olvido.
Eran tiempos convulsos en ese nuevo país que siempre había sido parte de Rusia, incapaz de enderezar su rumbo por culpa de la inflación, el desempleo y la aparición de las mafias. La industria había perdido una competitividad que nunca había tenido y la producción rural se había visto mermada tras el accidente de Chernóbil, que había cercenado el 20% de la superficie para la cosecha.
Su población había conseguido una democracia nunca demandada, pero no sabía cómo utilizarla para resolver los problemas acuciantes que les amenazaban. Y en ese momento apareció Lukashenko. Un candidato que nunca había dirigido un país, pero sí un «koljós». Por entonces tenía 39 años y dos diplomas universitarios (uno en Historia y otro en Agricultura después de haber dirigido una granja colectiva) y ya era conocido por haber sido el único diputado que votó en contra de la ratificación del pacto de Belavezha.
Tras presidir con mano dura el Comité Anticorrupción del Parlamento, se postuló como aspirante a la presidencia al frente de una candidatura populista, prometiendo acabar con la corrupción, aplastar a los clanes mafiosos que campaban a sus anchas y favorecer una mayor integración con Rusia. Ganó en segunda vuelta con un 80% de los sufragios.
Lukashenko llevó a cabo las reformas económicas requeridas basándose en el sistema socialista. Volvió a nacionalizar numerosas empresas y bancos, controló los precios y subió los salarios. Toda una declaración de intenciones para los mandatos posteriores, que principalmente han tomado el ejemplo de la URSS para gestionar muchos de los asuntos del país. Bielorrusia se ha ido acercando a Rusia a medida que iba aislándose de la comunidad internacional. No parece haberle importado mucho a Lukashenko, consciente de que la prosperidad de su país depende de la bonanza económica de su vecino.
Aquel joven candidato se ha doctorado en presidencia ganando seis comicios y dirigiendo esa soviética nación con mano de hierro. También ha tenido tiempo de divorciarse de Galina Radzivonauna, con la que tuvo dos hijos, Viktor (1975) y Dimitri (1980) y tener un tercero llamado Nikolai (2004), con Irina Abelskaya, su médico personal. Afines a Lukashenko afirman que podría estar preparando a su hijo pequeño para la sucesión, aunque para ello todavía quedan varios mandatos, hoy en el aire.
Mientras resuenan los disturbios en la residencia presidencial, Lukashenko puede estar pensando que no debía haber convocado estas elecciones en un mes de agosto.
✕
Accede a tu cuenta para comentar