Bielorrusia

Lukashenko persigue a los opositores y refuerza las fronteras de Bielorrusia

La UE no reconoce los resultados de las elecciones presidenciales del domingo e impondrá sanciones a los responsables de reprimir a los manifestantes

Alexander Lukashenso sigue aferrándose al poder, a pesar de las presiones de la comunidad internacional. El líder bielorruso, considerado como el último dictador de Europa, ordenó ayer sofocar las manifestaciones en el país y reforzar la vigilancia de sus fronteras, con especial celo a posibles movimientos de las tropas de la OTAN en los países vecinos. “Tenemos que tomar medidas y no dudar en desplegar nuestro Ejército y equipos en dirección del desplazamiento”, declaró Lukashenko, en referencia a posibles incursiones de la Alianza en la provincia de Grodno, en la frontera con Polonia y Lituania.

Mientras Lukashensko sigue atrincherado y sin ánimo de capitular ante las protestas que asolan el país, los Veintisiete celebraron ayer una cumbre extraordinaria en la que decidieron no reconocer los resultados de los comicios presidenciales del pasado 9 de agosto, de los que el mandatario bieloruso se autoproclamó vencedor con el 80% de los sufragios y ante las sospechas de pucherazo.

“Las elecciones no fueron justas ni libres y no cumplieron los estándares internacionales. No reconocemos los resultados presentados por las autoridades bielorrusas”, aseguró el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, al término de esta cita en la que los Veintisiete defendieron la mediación internacional amparada por la OSCE, con el objetivo de propiciar una transición democrática en el país.

Esto supone un balón de oxígeno para Svetlana Tijanóvskaya, la candidata presidencial de la oposición, que se ha visto obligada a refugiarse en Lituania y que había pedido a los líderes comunitarios no reconocer los últimos comicios.

Además, los socios europeos decidieron estrangular financieramente al régimen y conceder fondos a las víctimas de la represión, los grupos opositores y los medios de comunicación independientes. El objetivo es cerrar el grifo de la ayuda directa que el régimen recibía por parte de la UE mientras se van preparando sanciones personales que no afecten a la ya castigada población, como la prohibición de visado y la congelación de bienes y activos en suelo comunitario a los jerarcas responsables de la represión.

Los socios europeos todavía no han decidido si esto incluirá al propio Lukashensko, ya que este paso supone cortar de raíz cualquier posibilidad de mediación con el régimen.

El líder bielorruso se había mostrado desafiante antes de este encuentro al máximo nivel. “Yo simplemente les aconsejaría que antes de señalarnos con el dedo, pongan en la agenda de sus reuniones los temas de los ‘chalecos amarillos’ en Francia, los terribles disturbios en Estados Unidos” o “las protestas contra el confinamiento que ha habido en Alemania y otros países europeos”, ha sostenido el mandatario durante una reunión del Consejo de Seguridad bielorruso, según informa la agencia oficial BelTa.

Con el anuncio de sanciones, termina el deshielo entre Lukashensko y la UE. En el año 2016, los Veintisiete apostaron por el diálogo y decidieron suspender gran parte de los castigos vigentes hasta el momento después de que Luhashensko anunciara la liberación de todos los presos políticos. A pesar de que esto podría ser interpretado como un mero gesto de carácter estratégico, Bruselas veía con buenos ojos las negativa de Bielorrusia a apoyar a Moscú tras la anexión ilegal por parte de Vladimir Putin de la península de Crimea.

Durante estos últimos años, el mandatario bielorruso ha nadado entre dos aguas, poniendo una vela a Dios y otra al Diablo ya que Minsk siempre ha temido las ansias expansionistas del Kremlin, aunque en estos momentos vuelva a pedir auxilio a Moscú. Ahora, el tablero geoestratégico vuelve a sufrir una sacudida. Y no es fácil colocar las piezas. Ante la sombra alargada de Vladimir Putin que ha ofrecido su ayuda a Lukashensko, las cancillerías europeas pretenden que sean los propios bielorrusos los que elijan su destino. “El futuro de Bielorrusia lo tiene que decidir el pueblo bielorruso, no se tiene que decidir en Bruselas ni en Moscú”, señaló Michel.

En las capitales europeas aún pesa el recuerdo de Ucrania, donde las manifestaciones proeuropeas terminaron propiciando la intervención militar rusa, ante la pasividad y el desconcierto europeo. Pero puede que esta vez todo a casi todo sea distinto. En esta ocasión, las protestas no tienen un cariz pro europeo ni tampoco antirruso y parecen dirigirse exclusivamente a la persona de Lukashensko, en el poder desde 1994 tras la desintegración de la URSS.

Por eso, algunos analistas señalan que Putin -a pesar de sus declaraciones en contra de la supuesta injerencia de las potencias occidentales sobre Minsk- no está dispuesto a una intervención militar sino a mantener su influencia sobre el país a costa de dejar caer al mandatario bielorruso, tal y como sucedió en el caso de Armenia en 2018.