Benjamín Netanyahu

El confinamiento empaña las celebraciones en Israel por los “Acuerdos de Abraham”

Hamas lanzó misiles desde Gaza sobre Ashdod mientras se firmaba en directo la normalización de relaciones del estado judío con los países del Golfo Pérsico

El personal de seguridad israelí acude al lugar en el que impactó un misil en Ashdod, lanzado desde Gaza
El personal de seguridad israelí acude al lugar en el que impactó un misil en Ashdod, lanzado desde GazaAMIR COHENREUTERS

El rotativo “Yediot Aharonot”, de los más populares de Israel, parafraseó el título del libro de Lev Tolstoi “Guerra y Paz” para retratar los contrastes extremos que vive el país. Arriba, bajo fondo negro, la “guerra” económico-social que afronta tras el anuncio de un nuevo cierre total de al menos tres semanas, y con un nuevo récord de 4.973 contagios registrado ayer. Abajo, con la Casa Blanca de fondo, la “paz” escrita en hebreo, árabe e inglés, junto a las banderas y los retratos de los líderes de Estados Unidos, Israel, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin.

Si bien en platós de televisión, círculos diplomáticos y cuentas proisraelíes en redes sociales se viven estos días aires de festejo por el “día histórico” que supone la firma de los bautizados como “Acuerdos de Abraham” –la normalización de relaciones del estado judío con los países del Golfo Pérsico-, en la calle se vive una mezcla de satisfacción prudente y enojo.

Para Benjamin Netanyahu, la firma en Washington “abre una nueva era en Oriente Medio” que valida la doctrina de “paz a cambio de paz”, y el asesor de Donald Trump, Jared Kushner, se animó incluso a proclamar que se trata “del principio del fin del conflicto árabe-israelí”. Pero preguntando por LA RAZÓN sobre su opinión tras conocerse que otro estado árabe formalizaría relaciones con su país, el joven telavivi Tomer replicó: “¿pero dónde está Bahréin?”. Con su ignorancia geográfica, sintetizó así uno de las críticas centrales: se trata de naciones árabes lejanas, con quienes ni se comparte frontera, y con quienes Israel jamás mantuvo conflictos bélicos.

Otra imagen marcó la dualidad de la situación: tras finalizar la rueda de prensa en la noche del domingo en que se oficializó el cierre del país, Netanyahuse marchó directamente al aeropuerto para tomar el vuelo a Washington. De inmediato, cientos de activistas de las “Banderas Negras”, que llevan meses manifestándose para exigir la renuncia del primer ministro por los casos de corrupción y el disfuncional manejo del coronavirus, intentaron bloquear la autopista de acceso.

En los tensos rifirrafes con la policía, una manifestante exclamó que “mi negocio se fue a la bancarrota y yo pago el precio. Todo por una gestión fracasada de un hombre que está apunto de volar ahora”. Indignados, muchos comerciantes ya anunciaron que desobedecerán el cierre.

En la costera Netanya, activistas pacifistas reemplazaron las banderas de EAU que ondeaban sobre un puente –junto a las de Israel y EE UU- por las de Palestina. “Urge recordar que no hay paz en Oriente Medio sin paz con los palestinos”.

En una tribuna en “Haaretz”, Zehava Galon, ex diputada del izquierdista Meretz, aplaudió los beneficios económicos, turísticos y diplomáticos que acarreará la firma, pero remarcó que “lo venden como acuerdos de paz, cuando se trata de una formalización de relaciones que ya existían bajo la mesa”. Y culminó: “¿Paz a cambio de paz como promete Netanyahu? No exactamente. Millones de palestinos que viven bajo la bota de Israel piensan distinto. Ellos pagan el precio a diario”.

También ayer, mientras se firmaba en directo los acuerdos en la Casa Blanca, milicianos de Hamás lanzaron varios misiles desde Gaza sobre Ashdod y Ashkelón, en el sur de Israel, que mandaron a miles de ciudadanos a los refugios y causó dos víctimas leves por metralla.