Oriente Medio
Veinte años de una Intifada que levantó un muro mental entre palestinos e israelíes
La violencia se cobró la vida de 4.200 árabes y más de 1.000 judíos por atentados y represalias y alejó una salida pacífica al conflicto. El detonante fue una provocadora visita de Ariel Sharon a la Explanada de las Mezquitas
El 28 de septiembre del año 2000, los palestinos recibieron con ira y piedras al entonces líder del Likud, Ariel Sharon, que visitó protegido por la Policía israelí la sensible Explanada de las Mezquitas, en territorio ocupado. Y entonces explotó la tensión de la inestable realidad de Oriente Medio.
Se cumplen veinte años del comienzo de uno de los capítulos más violentos entre israelíes y palestinos, el levantamiento de estos últimos conocido como la Segunda Intifada, que cambió mental y sentimentalmente las posibilidades de paz en la región.
Sin alusiones oficiales por ninguna de las partes, la jornada coincide hoy con la festividad judía de Yom Kipur, la más sagrada del judaísmo, y los medios locales retoman estos días las icónicas fotos que fueron avivando aquellos días los ánimos de un enfrentamiento que se extendió más de cinco años.
Más de más 4.200 palestinos y más de 1.000 israelíes murieron, la mayoría civiles, durante aquellos años hasta las secuelas de 2007, contabiliza la ONU.
La imágenes de la muerte del menor Mohamed al Dura en las rodillas de su padre, por fuego cruzado en Gaza; el linchamiento hasta la muerte de dos soldados israelíes que entraron por error en Ramala; las agresivas operaciones militares en Yenín o el atentado en una discoteca de Tel Aviv quedan en el recuerdo de ambos lados como un período traumático.
Terrorismo suicida y represalias israelíes
El debate sobre si fue un levantamiento popular o un plan ideado por el entonces líder nacionalista palestino, Yaser Arafat, continúa dos décadas después.
La deriva armada de la rebelión con atentados suicidas, a diferencia de la Primera Intifada (1987), conocida como “la Intifada de las piedras” por ser esa la principal arma utilizada contra el Ejército israelí, hace que palestinos, como Husam, un jerosolimitano en la cincuentena, renieguen de su carácter popular, asegura a Efe.
En el imaginario de la mayoría de palestinos se trató de una irremediable explosión contra la ocupación israelí y la pérdida de confianza en el proceso de paz que diseñaron los Acuerdos de Oslo (1993-1995), que deberían haber concluido con la creación de un Estado palestino en cinco años.
“Como los palestinos vieron que (Oslo) no les dejó ningún beneficio sino que únicamente sufrieron pérdidas, cambiaron su política, desde el final de la Segunda Intifada, que fue muy sangrienta de ambos lados”, valora a Efe Simcha Landau, profesor del Instituto de Criminología de la Universidad Hebrea.
Los meses previos, el entonces primer ministro israelí, Ehud Barak, y Arafat negociaban en Camp David los detalles finales de una paz duradera. Sin embargo, no hubo acuerdo y sí acusaciones mutuas por el fracaso, lo que evidenció la falta de terreno común entre israelíes y palestinos.
La disputa por Jerusalén Este
Especialmente en lo relativo a Jerusalén, como mostró la visita de Sharon, quien quiso mandar un mensaje de que no cederían la soberanía sobre la Ciudad Vieja, donde se encuentra la Explanada, lugar más sagrado para el judaísmo, que lo denomina Monte del Templo, y tercero más sagrado para el islam.
La zona este ocupada de la Ciudad Santa fue anexionada por Israel en 1980, pero la comunidad internacional no lo reconoce y lo considera territorio palestino ocupado. Los palestinos escenificaron con el “levantamiento” (intifada) el rechazo a la presencia israelí en territorio ocupado.
Las esperanzas de paz que trajeron los acuerdos de Oslo no tardaron en desvanecerse y ambas poblaciones se opusieron a las concesiones que el acuerdo final estaba exigiendo.
Para un oficial palestino, que confiesa a Efe sentirse marcado por aquella época, el bombardeo en 2001 del aeropuerto de Gaza cuya construcción habían posibilitado los Acuerdos de Oslo y era un paso hacia la independencia del Estado palestino, fue el símbolo de cómo la paz quedó destruida. Desde la guerra de 1967, Israel no había empleado la fuerza aérea contra poblaciones palestinas, tampoco durante la primera Intifada.
Ante el aumento de atentados suicidas palestinos, Israel comenzó a construir en 2002 una valla de separación, como pared de hormigón en las zonas urbanas y valla electrificada de varios metros de ancho en las zonas rurales, para contener la entrada desde Cisjordania. Un muro “de seguridad” para los israelíes y “de aparheid” para los palestinos, que hoy sigue en pie y limita enormemente a estos últimos su libertad de movimiento.
Las poblaciones de Cisjordania quedaron desconectadas de familiares palestinos de Jerusalén, pero también elevó el muro mental entre israelíes y palestinos, aún más distanciados.
Con palestinos que los únicos israelíes que han visto en su vida son soldados uniformados o colonos con quien mantienen una tensa y obligada convivencia.
Veinte años después no ha habido nuevas rebeliones pese al deterioro de la situación, pero tampoco han avanzado las negociaciones de paz ni se ha logrado reconstruir la esperanza que aquella Intifada destruyó.
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