Estados Unidos

La violencia política se hace fuerte en EE UU

El frustrado secuestro de la gobernadora de Michigan por una milicia ultra vuelve a demostrar la división entre demócratas y republicanos para hacer frente a estas amenazas contra la democracia

La gobernadora de Michigan, la demócrata Gretchen Whitmer
La gobernadora de Michigan, la demócrata Gretchen WhitmerNicole HesterAgencia AP

Que el clima político de Estados Unidos avanza por un camino bipolar, de sectarismo y odio quedaba bien subrayado después de que el FBI arrestara este pasado miércoles a seis delincuentes. Seis paramilitares que planeaban secuestrar a la gobernadora de Michigan, la demócrata Gretchen Whitmer.

Traían de serie un plan propio de una película de «serie B» en Hollywood. Que entre otras cosas incluía bombardear con cócteles molotov a los escoltas policiales y atacar el capitolio estatal. Como si se tratara de un remedio del «Pulp fiction», de Quentin Tarantino, cruzado con una pócima surreal de la serie de animación «South Park», planeaban secuestrar a la gobernadora antes de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre. El lugar elegido era su segunda residencia, donde creían que estaría menos protegida y sería más vulnerable.

Cuentan que Adam Fox, Barry Croft, Ty Garbin, Kaleb Franks, Daniel Harris y Brandon Caserta trabajaban desde hace meses en su epopeya. Según el FBI, trabaron conocimiento por las redes sociales. Otra media docena de partidarios de las milicias y difusores de odio fueron detenidos por amenazar a las autoridades.

Más que de pendencias políticas el asunto es ya propio de terroristas. Ni que decir tiene, el incidente ha sido aprovechado por todos para atizar al contrario. Faltan pocas semanas para las elecciones y no hay asunto que no sirva para alimentar los fogones mediáticos y el runrún de los medios de comunicación.

La víctima, la demócrata Whitmer, que ha chocado en varias ocasiones con la Casa Blanca, especialmente tras la muerte de George Floyd y las manifestaciones y disturbios posteriores, aprovechaba para soltar un recado al presidente y candidato a la reelección, Donald Trump. «La semana pasada, el presidente de Estados Unidos se presentó ante el pueblo estadounidense y se negó a condenar a los supremacistas blancos y grupos de odio como estos dos grupos de milicias de Michigan. Retrocedan y esperen, les dijo».

El aludido, por su parte, responde que la gobernadora ha hecho un «trabajo terrible». «En lugar de dar las gracias», añadía, «me llama supremacista blanco, mientras que Biden y los demócratas se niegan a condenar a Antifa, los anarquistas, los saqueadores y las turbas que queman las ciudades gobernadas por los demócratas».

Otro de los choques entre Trump y Gretchen tuvo que ver con el apoyo que el primero brindó el pasado 1 de mayo a los miembros de las milicias que, armados hasta los dientes, rodearon el Parlamento de Michigan en protesta por el confinamiento. Estaban en contra de las medidas adoptadas por la gobernadora Whitmer, que acababa de prorrogar la declaración de emergencia.

Lo suyo no se quedó en una mera exhibición de subfusiles automáticos. Trece días más tarde lograron que el capitolio tuviera que suspender sus sesiones. Trump los había apoyado vía Twitter. «La gobernadora de Michigan debería ceder un poco y apagar el fuego», escribió el presidente republicano.

«Esta es una gente muy buena, y está enfadada. Quiere sus vidas de vuelta, de forma segura! Reúnete, habla con ellos, llega a un acuerdo».

En aquellos días Michigan había sumado ya 41.379 positivos por coronavirus y 3.789 muertos, En uno solo día, el 30 de abril, la cifra de muertos fue de 119. «No puedes cerrar América», comentó Trump, justo después de apoyar las manifestaciones contra el confinamiento que alentó en Texas un activista condenado por difamar a varios de los padres de los niños de 6 y 7 años asesinados en Sandy Hook.

En el caso de Michigan y de la toma del Capitolio, el grupo paramilitar que organizó la charada, United por Michigan, había bautizado la jornada como «El Día del Juicio Final». En este contexto de ataques brutales de una a otra orilla, polarización y consignas grupales ha dado la voz de alarma alguien tan poco sospechoso de estar cerca de la izquierda radical como David Leonhardt, del diario «The New York Times». Alerta sobre el creciente porcentaje de estadounidenses que parece empatizar con el uso de la violencia armada para defender unas tesis políticas.

Hace apenas una semana varias congresistas demócratas criticaron a la campaña electoral de Joe Biden por retirar la publicidad anti Trump mientras el presidente permaneciera hospitalizado por covid-19.

Entrevistado por la cadena Fox, Brian Titus, dueño del sótano donde se reunieron las milicias que aspiraban a secuestrar a Whitmer, ha explicado que conocía al líder del grupo, Adam Fox, desde que éste era un niño. Sabía que estaba próximo a las milicias y le habría advertido. «He estado tratando de decirle que salga de la milicia porque estás perdiendo el tiempo. Tienes que salir». «Por supuesto, no me escuchó. Se involucró con algunos radicales», lamenta Titus.

Mientras, Trump ha retomado la campaña convertido en un superhéroe contra el coronavirus. Ayer presumía de ser «inmune» al virus, más de una semana después de que diera positivo, y aseguró que está «en muy buena forma para pelear las batallas».

Consultado sobre un informe de su médico en la Casa Blanca, Sean Conley, quien indicó el sábado que el gobernante «ya no se considera un riesgo de transmisión para otros», Trump lo confirmó. «Y no solo eso, parece que soy inmune, así que puedo salir de un sótano, lo que habría hecho de todos modos», declaró en una entrevista con Fox News. Trump admitió, sin embargo, que desconocer cuánto tiempo dure esta condición. «No sé, quizás mucho tiempo y tal vez poco tiempo, podría ser toda una vida», agregó.

El presidente encabezó este sábado su primer acto público en la Casa Blanca, al que acudieron decenas de personas ataviadas con camisetas azules y gorras rojas. «Ayer supe que era libre. Vencí este loco y horrible virus de China», agregó Trump.