Internacional
Trump fía su reelección a la recuperación de la economía
El presidente de EE UU asegura que Biden subirá los impuestos y «matará todo»
La economía pudo coronar a Donald Trump y la economía amenaza con hundirlo. El producto interior bruto subió un 7,4% en el tercer cuatrimestre del año. Un aumento espectacular. El mayor jamás registrado desde la II Guerra Mundial, cuando el departamento del Tesoro comenzó a contabilizar negro sobre blanco las flctuaciones del PIB. Las cifras reflejan bien lo vivido a partir del verano, cuando las cifras del coronavirus declinaron en muchos estados y permitieron, según reflejó el Tesoro, «reabrir los negocios y reanudar las actividades pospuestas o restringidas debido al Covid-19».
Al mismo tiempo, subrayan los expertos, «los efectos económicos completos de la pandemia no se pueden cuantificar en la estimación del PIB para el tercer trimestre de 2020 porque los impactos generalmente están integrados en los datos de origen y no pueden identificarse por separado». Y aunque abrumadora, la recuperación resulta todavía insuficiente para amortiguar la caída de los meses previos.
Como escribió Ben Casellman en el New York Times, la gran recuperación no significa automáticamente que la crisis haya sido superada. Primero de todo porque EE.UU. vive inmerso en la tercera ola del virus. Con contagios que superan las 80.000 personas diarias más la perspectiva de que esto puede ser apenas el principio: por delante están los peores meses, los del invierno. Pero es que incluso si el virus fuera ya pretérito el volumen de la economía estadounidense todavía es un 3,5% más pequeño que el de hace un año. Y el producto interior bruto anual se ha contraído en un 4% respecto al de 2019. Por supuesto que el presidente, Donald Trump, aireó los buenos números.
Se trata de un balón de oxígeno esencial con todos los sondeos a la contra. Sabe que las elecciones acostumbran a jugarse en el panel macroeconómico. Ni las tensiones raciales ni las discusiones bizantinas por las guerras culturales, los acuerdos comerciales con Corea del Sur, México o Canadá, las polémicas azuzadas tras abandonar el Acuerdo de París contra el Cambio Climático, la ruptura del acuerdo nuclear con Irán o la salida anunciada de la OMS, y tampoco las polémicas con los aliados atlantistas o los encuentros con Vladimir Putin serán tan decisivas en las urnas como los crudos números económicos y la percepción de estos que tengan los electores.
El país está tensionado, ideologizado a unos niveles como nadie veía desde finales de los sesenta, cuando los asesinatos de grandes líderes, el auge del radicalismo, las manifestaciones en los campus y los disturbios en las calles pusieron fuego al ánimo nacional. Al final los niveles de empleo, la subida o bajada del poder adquisitivo, la facilidad para abrir nuevos negocios, las oportunidades de inversión y el flujo de capitales tanto entre los pequeños y medianos emprendedores como el ecosistema financiero de Wall Street determinarán quién ocupa el Despacho Oval a partir del 3 de noviembre.
«Acaban de anunciar el número del PIB», escribió Trump en Twitter, «El mejor y más grande de la historia de nuestro país, y el siguiente ni siquiera se acerca. El año que viene será FANTÁSTICO!!! Sin embargo, SleepyJoe Biden y su propuesta para subir los impuestos, que establecería un récord, matarían todo. Me alegro de que este gran número de PIB haya salido antes del 3 de noviembre». Sus palabras rezuman una combinación de alivio y orgullo.
Durante tres años largos la economía fue la gran baza de esta Casa Blanca. Heredó unas cifras de lujo, aunque ya contraídas en los actos finales del gobierno de Barack Obama. Con su asalto a las limitaciones y regulaciones estipuladas tras la gran recesión de 2008, con su política de apertura hacia los intereses de las grandes corporaciones y su bajada de impuestos Trump propició una racha ganadora para los negocios. Hasta que a mediados de marzo la pandemia lo cambió todo. El coronavirus envió a decenas de millones de personas a la cola del paro en apenas dos meses. Los informes y los números parecían dignos de la Gran Depresión.
La epidemia ha triturado parte del sector servicios en las grandes ciudades de las dos Costas. Ha liquidado el ocio, buena parte de las industrias culturales y el turismo. Los grandes rascacielos de L.A. o Manhattan permanecen a medio gas, con montones de oficinas vacías. En un país donde volar resulta un imperativo las grandes aerolíneas, sometidas a tensiones brutales, están cerrando sus operaciones en muchos aeropuertos de tamaño mediano y amenazan con despidos masivos. No hay perspectiva de que los demócratas, que ostentan la mayoría en el congreso, y los republicanos, que mandan en el Senado, logren alcanzar un acuerdo para lanzar un nuevo paquete de estímulos fiscales.
Sí, la subida ha sido colosal. Pero en el anterior informe del Tesoro, el que analizaba la evolución económica del PIB durante el segundo cuatrimestre, la caída fue proporcional, esto es, descomunal, con una contracción del 9%. Y dado que nada menos que alguien como el epidemiólogo líder del país, Anthony Fauci, ya avisa de que aunque dispongamos de una vacuna en dos meses todavía falta mucho para alcanzar la normalidad, quizá hasta bien entrado 2022, resulta factible suponer que la galerna económica dista de haberse apaciguado.
Lo que ahora mismo parece una recuperación en forma de U puede ser la antesala de una segunda caída de cumplirse las previsiones de científicos, que avisan de que EE.UU está unas tres semanas por detrás de los niveles de contagio de Europa. Lo comentó el doctor Scott Gottlieb, ex. Comisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos, que avisa de que «las cosas van a empeorar».
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