Y ADEMÁS
Bienvenidos al “Mundo de Mr. Biden”
La pugna por los puestos más codiciados de la nueva Casa Blanca ya ha comenzado
Ya sea por miedo a gafarlo o a parecer presuntuosos, los candidatos presidenciales en Estados Unidos evitan nombrar públicamente a sus gabinetes en la sombra antes de las elecciones. En lugar de eso, los políticos con ambiciones deben ir abriéndose paso discretamente a codazos para asegurarse un buen lugar en las largas colas de los que aspiran a los mejores puestos. Ahora que Joe Biden ha ganado por poco las elecciones presidenciales, estas melés se disputarán en público, como ocurre siempre. En esta ocasión, además, los asientos en el Gabinete tendrán una importancia especial porque el señor Biden es más bien un líder de transición (además de ser antitrumpista), un estadista anciano que marcará los designios del Partido Demócrata ungiendo a la nueva generación de abanderados.
Los contendientes son de varias clases. Están los que se han ido acumulando en la chepa del futuro presidente el medio siglo que lleva en la política nacional, desde sus comienzos como senador en Delaware en 1972. Muchos habitantes de “Obamaland” y"Clintonland" (tanto de Bill como Hillary) están esperando a ser resucitados. Luego están los candidatos derrotados en las primarias y convertidos en sustitutos, como Kamala Harris, cuyo cargo como vicepresidenta se fijó de antemano. La inusualmente amplia coalición del señor Biden de demócratas del “establishment”, socialistas y republicanos excomulgados reunidos durante la campaña presidencial también añade más bocas que alimentar tras la victoria electoral, pero muchos tendrán que quedarse con hambre.
Los mejor posicionados en esta carrera son los miembros de la propia tribu de Biden, los demócratas del “establishment”. Ronald Klain, que trabajó en las dos administraciones demócratas anteriores y dirigió la gestión del ébola por encargo de Barack Obama, lidera la pugna para convertirse en el jefe de Gabinete. Es el segundo puesto en importancia en toda la Casa Blanca, con permiso de Kamala Harris. El favorito para ocupar la silla del secretario de Defensa es Michèle Flournoy, ex subsecretario de Defensa con Obama, ex analista de “think-tanks” y actualmente consultor de negocios. La competencia es más dura para el papel de secretario de Estado. Se rumorea que la primera opción del presidente electo es Susan Rice, ex asesora de Seguridad Nacional de la Administración Obama, si el nuevo Senado le da el beneplácito. Hay otros cargos codiciados que podrían quedarse en casa: es el caso de Jared Bernstein, economista jefe de Biden durante sus días de Vicepresidencia, y de Tony Blinken, que consiguió su primer trabajo en la Casa Blanca en 1994, y que suena como asesor de Seguridad Nacional.
El sector progresista, en cambio, puede salir perdiendo. Elizabeth Warren, una senadora de Massachusetts con una mente brillante para la burocracia, parece estar buscando el puesto de secretaria del Tesoro. Sin embargo, se comenta que el señor Biden está considerando prohibir el nombramiento de senadores para su Gabinete porque esto desencadenaría elecciones especiales. Los demócratas probablemente tendrán que ganar dos elecciones de segunda vuelta en Georgia en enero para asegurase un simple empate en el Senado (que la señora Harris rompería). Incluso en su mejor escenario, no habrá un solo asiento de sobra.
Ese razonamiento es especialmente contundente en el caso de la señora Warren, porque su reemplazo provisional sería nombrado por el gobernador republicano de Massachusetts. La misma lógica, en este caso quizá convenientemente, descartaría a Bernie Sanders, el senador socialista de Vermont, de un puesto como, por ejemplo, el de secretario de Trabajo. En cambio, quien tiene todas las papeletas para liderar la Secretaría del Tesoro no tiene un perfil nada parecido a Warren: se trata de Lael Brainard, un ex McKinsey, ex Clinton, ex Brookings, y ex economista de Obama que actualmente es gobernador de la Reserva Federal. Todo apunta a que el premio gordo para los progresistas podría venir en un puesto de Gabinete de nivel inferior, como secretario de Salud y Servicios Humanos, que puede ir a Pramila Jayapal, una campeona del “Medicare para todos” en la Cámara de Representantes.
Aparte de la Sra. Harris, el otro candidato de las primarias demócratas mejor posicionado es Buttigieg, quien armó una potente campaña desde su modesto puesto de alcalde de South Bend, Indiana. Al igual que Harris, proviene del ala más moderada del partido. A sus 38 años, tiene un largo futuro en la vida pública. Después de abandonar la carrera por la nominación él mismo se convirtió en un fuerte defensor de Biden, con un entusiasmo sin límite por defenderlo en el territorio hostil de la cadena conservadora Fox News. Los que respaldan las ambiciones del señor Buttigieg creen que merece un premio relevante: embajador de la ONU o, tal vez, el Departamento de Asuntos de los Veteranos. Quizá el papel que más encaje al talento de Buttigieg sea el de secretario de Prensa de la Casa Blanca, si no fuera porque no suele ser un trampolín para escalar en política.
Lo que está en juego en la lucha por los mejores puestos va más allá de establecer las posiciones de partida para suceder a Joe Biden al frente del Partido Demócrata. Los detalles más banales de la gobernanza, aquellos que raramente se convierten en noticia, fueron totalmente descuidados durante la era Trump. Los cargos de designación política despreciaban a los funcionarios, y eran reemplazados a una velocidad vertiginosa en cuanto perdían el favor de Trump. Darle la vuelta a eso requerirá de un gran esfuerzo. Biden querrá atribuirse el mérito de elegir el Gabinete más plural de la historia, uno que refleje la diversidad de su partido. Pero también querrá hacer nombramientos que perduren en el tiempo.
“© 2020 The Economist Newspaper Limited. Todos los derechos están reservados. Desde The Economist, traducido por Pedro García Poyatos bajo licencia. El artículo original en inglés puede encontrarse en http://economist.com”
✕
Accede a tu cuenta para comentar