EE UU

El oscuro horizonte judicial de Trump

La resistencia del republicano a reconocer la derrota –ya pierde en Arizona y Georgia– puede deberse a la necesidad de inmunidad. Sobre él pesan acusaciones de fraude fiscal, financiación ilegal y acoso

Una semana después de conocerse el resultado de las elecciones presidenciales de EE UU y de que los medios proyectaran, como manda la tradición, al presidente electo Joe Biden como ganador, el todavía presidente, Donald Trump, sigue negándose a reconocer la victoria de su rival demócrata. Sus múltiples intentos de detener el recuento de votos por correo durante los días posteriores a la histórica cita electoral y la media docena de demandas que el magnate ha impulsado están siendo en balde. Y es que, antes de poder llevar el caso al Tribunal Supremo, Trump necesita tener pruebas contundentes de las irregularidades, especialmente en aquellos Estados decisivos como Pensilvania, Michigan y Arizona, que le han hecho perder el recuento por la mínima. Algo que hasta ahora ha sido imposible demostrar.

Sin embargo, Trump sigue empeñado en declararse ganador y en acusar a sus contrincantes de emplear métodos fraudulentos para ganar las elecciones. Y su campaña se está movilizando de un Estado a otro, intentando emprender maniobras legales cada vez más agresivas que le puedan dar la razón. Sin pruebas y con muy pocas opciones de salir adelante. Desde que se celebraran las elecciones, el pasado 3 de noviembre, no ha salido a la luz ninguna prueba de fraude.

De hecho, las autoridades electorales de Estados Unidos confirmaban hace unas horas, en una declaración conjunta, que «no hay evidencia» de votos extraviados o cambiados, ni de alteración de ningún tipo en el sistema de votación. Funcionarios responsables de la seguridad electoral de todo el país rechazaron las declaraciones del presidente, avaladas por su propio partido, de que la victoria de su contrincante se deba a prácticas fraudulentas con las papeletas, que en plena pandemia se han emitido de manera masiva por correo.

Mientras eso sucedía, medios estadounidenses como la CNN proyectaban la victoria de Biden en los disputados Estados de Arizona y Georgia, considerados durante décadas bastiones republicanos.

Gran parte del éxito demócrata en ese Estado se debe al apoyo de líderes conservadores, como el fallecido senador John McCain, enemigo declarado de Trump. También a la creciente población latina, que se decanta por el Partido Demócrata, y al aumento de votantes que se han mudado desde Estados más liberales, como Illinois o California.

A pesar de todo, a los republicanos les ha costado mucho, tras las elecciones, mostrar públicamente la aceptación de su derrota y a favor de la victoria de Biden. Otro de los temas de conflicto esta semana se centraba en el denegado acceso a la información confidencial y a sesiones clasificadas de los servicios de inteligencia durante estos meses de transición.

La mayoría de los republicanos han seguido apoyando a su líder, algunos con su silencio, en la resistencia a reconocer la derrota electoral y, hasta la fecha, tan solo cuatro de los 53 senadores conservadores han felicitado a los demócratas. A la simbólica felicitación del ex presidente George W. Bush al presidente electo le precede la postura de los senadores John Thune, John Cornyn, Charles E. Grassley y Lindsey y O. Graham a favor de que Biden reciba esos informes clasificados antes de su toma de posesión de investidura el 20 de enero de 2021.

Muy a su pesar, Trump deberá abandonar la Casa Blanca las próximas semanas, en medio de los rumores de dónde se trasladará, si a Nueva York o a Florida, y de la amenaza de las posibles cuentas que tenga que rendir con la Justicia una vez que, junto a su cargo actual, pierda la inmunidad. La resistencia de Trump de abandonar el poder, a pesar de que los resultados no le favorecen, podría deberse a la necesidad de mantener la inmunidad para esquivar la batalla judicial que le espera a su salida de la Casa Blanca.

Delitos financieros y penales

Y es que múltiples escándalos de Trump han visto la luz durante su mandato y algunas de esas investigaciones podrían llevarle a enfrentar, al dejar la Presidencia, delitos financieros y penales. El pasado mes de julio el Supremo permitió, en una sentencia sin precedentes, el acceso a la declaración fiscal del magnate, que se había negado a publicarla durante años.

Además, en estos momentos, Trump está bajo investigación por diversas causas. La fiscal general de Nueva York le acusa de fraude por «desinflar» el valor de sus activos para pagar menos impuestos. Cerca, en el distrito de Manhattan, tiene cuentas pendientes por el pago efectuado para silenciar, al menos, a dos mujeres que alegaban haber mantenido relaciones sexuales extra matrimoniales con él, entre ellas la actriz porno Stormy Daniels. Michael Cohen, ex abogado del magnate, fue encarcelado al admitir ante el Congreso en 2019 haber realizado esos pagos a su nombre.

También en Maryland y en Washington tiene otra demanda en contra por la supuesta violación de la «cláusula de emolumentos», contemplada en la Constitución, que impide el beneficio de gobiernos extranjeros en el emblemático Hotel Internacional Trump de la capital estadounidense.

El magnate también deberá hacer frente a otra demanda interpuesta por la escritora y periodista, E. Jean Carroll, quien lo acusó de violación en la década de los noventa y de difamación, por llamarla mentirosa alegando nunca haberla conocido.

Pero antes de que todo eso pueda suceder, Trump se verá obligado a aceptar su derrota. Y, a pesar de su resistencia, habría manifestado, en recientes conversaciones, su intención de volver a postularse a la Presidencia de EE UU. «Voy a presentarme en 2024», dijo Trump esta semana, según un alto funcionario de su Administración citado por el «Washington Post».

Con cerca de 72 millones de estadounidenses que han votado por él en estas elecciones, Trump cuenta con una base robusta para mantener el liderazgo republicano, aunque la batalla interna por la posición está garantizada.