Investigación

El Ejército australiano reconoce su propio Abu Ghraib con los presos en Afganistán

Adolescentes degollados o prisioneros asesinados por no caber en un helicóptero, los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas especiales de Australia

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Miembros del Servicio Especial Aéreo de Australia -fuerzas de élite del Ejército- dieron el alto a dos adolescentes de 14 años de edad en Kabul, Afganistán. En un par de minutos, los soldados determinaron que los jóvenes eran simpatizantes del régimen talibán. Los degollaron. Acto seguido, sus cuerpos fueron introducidos en bolsas y depositados en un río cercano.

Estas dos ejecuciones a sangre fría forman parte de uno de los 23 episodios destapados por una investigación interna que ha durado cuatro años y que ha dejado detalles estremecedores sobre cómo han operado algunos mandos y jóvenes subordinados australianos en territorio afgano entre 2009 y 2013.

Las pesquisas han confirmado 39 crímenes de guerra contra prisioneros y civiles en una trama que ha dañado profundamente la reputación de las fuerzas especiales, la imagen de Australia en el exterior y que ha provocado una enorme decepción en la sociedad.

Los primeros detalles de estos crímenes perpetrados por 25 militares identificados hasta el momento llegaron a oídos de la socióloga militar, Dr. Samantha Crompvoets, quien a mediados de 2015 recibió el cometido de realizar un informe sobre la cultura, la reputación y la confianza de las fuerzas especiales. Pronto, su tarea adoptó una magnitud inesperada y después de cuatro meses en los que realizó cientos de entrevistas a diferentes estamentos del Ejército, Crompvoets determinó que se estaban realizando prácticas ilegales contra la población afgana, absolutamente normalizadas entre algunos militares. Los testimonios, muchos de ellos de soldados que prefirieron guardar el anonimato, son “aterradores” y dejaron historias como la del asesinato de un prisionero afgano simplemente porque no cabía en un helicóptero.

“Informe Brereton”

Las evidencias de Crompvoets derivaron en el informe Brereton, llevado a cabo por el general, Paul Brereton, juez y miembro de la reserva. El resultado muestra un entramado plagado de “conductas inadmisibles” donde los militares más noveles fueron instados por sus mandos más directos a realizar estos crímenes.

El objetivo era el de colgarles una medalla, que “nada tiene que ver con los códigos de los servicios especiales, ni con la misión de paz en Afganistán”: se les ensalzaba por haber matado a su primera víctima. Como si de un trofeo se tratara, aquel primer sacrificado se convirtió en una cuestión de honor.

Según el informe Brereton, estos asesinatos fueron encubiertos y catalogados como si hubieran sucedido en combate. Nada más lejos de la realidad, ya que todas las víctimas estaban bajo custodia en el momento de sus ejecuciones. La falta de escrúpulos llegó a extremos en los que los soldados fardaban sobre sus acciones con otros compañeros y, en ocasiones, las justificaban con fotografías escenificadas donde colocaban armas al lado de los cuerpos de sus víctimas. Había quienes incluso llegaron a hacer rankings con el número de asesinatos que perpetraron.

El encargado de dar la cara ante los medios de comunicación ha sido el general Angus Campbell, máximo cargo de las Fuerzas de Defensa, quien ha aparecido este jueves en una conferencia de prensa en Canberra para ofrecer algunos detalles de la investigación, para cargar contra los responsables, para limpiar la imagen de las fuerzas especiales y para pedir disculpas por “uno de los eventos más vergonzosos” de la historia del país.

“Al pueblo de Afganistán, en nombre de las Fuerzas de Defensa de Australia, me disculpo sinceramente y sin reservas por cualquier maldad de los soldados australianos”, afirmó antes de confirmar que aceptará todas y cada una de las 143 recomendaciones del informe Brereton, en las que se incluirán casos penales a los culpables, cambios en la estructura organizativa del Ejército y la revocación de honores y menciones.

“Estos hallazgos suponen serias violaciones de las conductas militares y valores profesionales. Estos asesinatos ilegales de civiles y prisioneros son inaceptables. Estos supuestos comportamientos han faltado el respeto profundamente a la confianza que han depositado en nosotros los ciudadanos afganos, quienes nos pidieron que acudiésemos a su país para ayudarlos. Estos hechos han creado un dolor y un sufrimiento incalculable”, agregó.

Tanto es así que el primer ministro australiano, Scott Morrison, mantuvo una conversación para pedir disculpas a su homólogo afgano, Ashraf Ghani, momentos antes de que se hiciera público el informe. El Gobierno de Australia ha confirmado que tiene previsto compensar a las familias de las 39 personas asesinadas injustamente. Está por ver si estas compensaciones, junto a la seriedad con la que se ha conducido la investigación y la contundencia con la que se pretende actuar contra los presuntos culpables, serán capaces de reparar la malograda imagen del Ejército australiano, que cuenta con evidentes problemas sistémicos.