475 acusados

Cadenas perpetuas en el mayor juicio por el golpe de Estado en Turquía de 2016

337 personas han sido condenadas por la Justicia turca en el macrojuicio por la fallida asonada militar en la que murieron 77 personas

El presidente turco, Tayyip Erdogan
El presidente turco, Tayyip ErdoganPRESIDENTIAL PRESS OFFICEvia REUTERS

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan es como el sastre que no da puntadas sin hilo. Para aquellos que en algún momento han pensado en pararle los pies al “sultán” turco, Erdogan les recuerda que su salida será la cadena perpetua. Así se demostró hoy en el mayor juicio por golpe de Estado en Turquía, por el que un tribunal de Ankara ha condenados a cadenas perpetuas a 333 militares y cuatro civiles.

Las penas máximas han sido para 11 pilotos de la academia militar de Akinci, considerada la base de los golpistas, que bombardearon la capital turca durante la asonada militar de 2016 y mataron a un total de 77 personas (68 durante el bombardeo y nueve en otros momentos). Por cada una de las víctimas se ha dictado una pena capital a cada militar enjuiciado y dos condenas más por “intentar derrocar el orden constitucional” y por “intento de asesinar al presidente”.

Se debe recordar que Turquía abolió la pena de muerte en 2004 que se sustituyó por la cadena perpetua “agravada” que es la pena más dura que puede recibir un condenado en un tribunal turco.

Según el acta de acusación que fue leída ayer en el centro penitenciario de Sincan, bajo fuertes medidas de seguridad, los condenados dirigieron la intentona golpista y dieron órdenes desde la base aérea de Akinci, en el extrarradio de la capital turca. La noche de la asonada militar, aviones F-16 bombardearon en tres ocasiones contra el Parlamento turco, así como carreteras en torno al palacio presidencial, el cuartel general de las fuerzas especiales y de la Policía de Ankara.

De aliado a instigador

La pena máxima también se ha impuesto a cuatro civiles, considerados “imames” o miembros de alto rango de la cofradía del predicador Fethullah Gülen, otrora aliado de Erdogan, al que se acusa de instigar el golpe.

En las 6.000 páginas del escrito de la sentencia, la Fiscalía imputa a los procesados de los cargos de asesinato, violación de la Constitución, intento de asesinar al presidente, intento de derrocar al Gobierno, dirigir una organización terrorista armada, ocupar bases militares y privación de libertad.

Desde que comenzó el macrojuicio en agosto de 2017, un total de 475 personas han sido procesadas, de entre ellas 25 generales han sido condenados anteriormente a penas de prisión más leves por pertenecer a la cofradía del predicador islamista. Solo 70 acusados han sido absueltos y seis están en busca y captura, entre ellos el propio Gülen, que vive desde 1999 en Estados Unidos y por el que Turquía ha pedido su extradición.

El fallido golpe de Estado llevó a Erdogan a otro giro de tuerca más en su deriva autoritaria. En venganza ha habido purgas y detenciones en todas las instituciones públicas y judiciales. Cientos de miles de funcionarios entre ellos soldados, policías, jueces y fiscales, y también maestros y empleados han sido acusados de pertenecer a la organización FETÖ.

Decenas de miles de detenidos

El numero de personas detenidas ascendió hasta 106.000, -entre policías, soldados mayoría civiles- de los que 50.000 quedaron en prisión preventiva y 56.000, en libertad condicional. Aún a día de hoy, hay más de 18.000 detenidos que siguen en prisión, entre ellos 6.900 soldados, 8.800 policías y 2.400 jueces. Además, se abrieron causas contra 168.000 individuos y 127.000 empleados públicos fueron despedidos, incluidos 4.200 jueces (un tercio del total) y 9.000 policías. También se cerraron 1.125 asociaciones, 129 fundaciones, 1.061 instituciones educativas, 223 academias, 15 universidades y 800 residencias de estudiantes y se confiscaron bienes a 956 empresas y 107 particulares por valor de 1.000 millones de euros.

La purga de Erdogan contra sus enemigos internos le abrió el camino hacia la coronación como jefe de Estado y Gobierno, que se materializó en el referéndum sobre la reforma constitucional en abril de 2017, que ganó por un estrecho margen. Esto permitió el cambio a un sistema político presidencialista, otorgando al presidente los poderes legislativos y ejecutivos.

Erdogan comenzó un peligroso viraje con las elecciones de 2015 que tuvieron que celebrarse dos veces para reunir una mayoría suficiente y hacer realidad sus aspiraciones de poder. Desde entonces se deshizo de todos aquellos que eran considerados una amenaza, incluido el ex primer ministro Ahmed, que fue destituido en 2016.

La deriva autoritaria de Erdogan ha evolucionado hacia una visión expansionista regional con la idea de recuperar ese poder que tuvo la gran Turquía. Los tentáculos de Erdogan llegan a Siria, Libia, Irak y Azerbaiyán y en lugar de apagar los fuegos existentes se dedica a abrir nuevos frentes creando polémica con sus vecinos europeos como Chipre y Grecia. Su última hazaña ha sido liderar una absurda campaña islamista a nivel internacional contra Francia e inflamar el fanatismo contra Occidente.