Refugiados

Las dos huidas de Ahmad y su familia

Tras escapar de la guerra de Siria, son atacados por una turba furiosa en Líbano por un crimen cometido por otro refugiado

La comida que cocina la familia de Ahmad en su casa en el norte del Líbano en una imagen tomada el 18 de diciembre de 2020
La comida que cocina la familia de Ahmad en su casa en el norte del Líbano en una imagen tomada el 18 de diciembre de 2020Noemí JaboisAgencia EFE

Años después de huir de la guerra en su natal Siria, Ahmad y su mujer Noor (nombres ficticios) tuvieron que volver a dejarlo todo atrás en su localidad de acogida en el Líbano, tras ser atacados por una turba furiosa por un crimen cometido por otro refugiado que ni siquiera conocían.

Como ellos y sus cinco hijos menores, al menos 270 familias se vieron obligadas a irse a finales de noviembre de la ciudad maronita de Bcharee debido a las “represalias colectivas contra los sirios” tras un crimen perpetrado por un solo individuo, denunció entonces la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

Ya en 2017 un incidente similar les obligó a desplazarse temporalmente a Miniye, también en el norte del Líbano. Ahmad llegó al país vecino en 1994 y su familia se unió a él en 2013, después del estallido de la guerra en Siria.

"El sentimiento de ser desplazados todas estas veces es realmente difícil: ya nos vimos desplazados de nuestro propio país y ahora lo estamos siendo en este", lamenta Ahmad, rodeado de su familia en la casa vieja, fría y comida por las humedades que comparten desde hace unas semanas en una nueva área rural libanesa.

Piden a Efe no revelar su identidad ni el lugar al que han huido por razones de seguridad. Están tan atemorizados que no permiten que se les grabe de espaldas, ni los pies o las manos, por miedo a que sus agresores de Bcharee les encuentren.

LA NOCHE FATÍDICA

El teléfono de Ahmad comenzó a sonar una noche y el interlocutor le pidió, sin dar explicaciones, que apagase todas las luces y se encerrasen en casa.

“Lo primero que escuché desde fuera fue ‘Esta es una casa de sirios’ y comenzó el allanamiento. Si te bombardea un avión puedes huir, pero estábamos atrapados en una casa. Lo único que podía hacer era defenderme porque sabía que podía morir”, relata. Tuvieron suerte.

Mientras los agresores, con la intención de hacer pagar a todos los refugiados por el homicidio de un vecino a manos de un joven sirio, rompían las puertas y ventanas de la vivienda, la inquilina del piso de arriba convenció a la turba de que no había nadie en casa de Ahmad.

Por orden del Ministerio de Interior, el Ejército libanés intervino para apaciguar los ánimos y controlar a los agresores, amigos de la persona asesinada, informó a Efe una fuente militar que pidió el anonimato.

Pero Ahmad sabía que el ataque podía repetirse y no quiso correr riesgos, por lo que llamó al primo del dueño de una casa cercana para pedirle la llave y éste ayudó a toda la familia a moverse de un edificio a otro.

UNA NUEVA HUIDA

En la huida furtiva a la vivienda de su vecino, lo dejaron todo atrás, incluidos sus teléfonos móviles y su documentación. A medianoche, el padre y dos hijos regresaron para buscar esas y otras pertenencias básicas pensando que su piso estaría vacío.

"En el momento en el que yo y mis dos chicos entramos en nuestra casa, los hombres nos cogieron y nos empezaron a golpear hasta que alguien intervino y pudimos salir", recuerda con los ojos llorosos mientras abraza a su hija pequeña.

Los zapatos de uno de los hijos de Ahmad en su casa en el norte del Líbano
Los zapatos de uno de los hijos de Ahmad en su casa en el norte del LíbanoNoemí JaboisAgencia EFE

La niña, sentada entre su progenitor y uno de sus hermanos varones, se levanta y corretea por el salón, juega con un teléfono y unas cartas ajena a la conversación de los adultos. A veces suelta alguna breve carcajada, pero no fue así la noche de la tragedia. ”Mi hija más pequeña lloraba en la habitación cerrada y me culpaba a mí por tener que dejar Bcharee”, dice el padre.

A la mañana siguiente escaparon en un todoterreno con los cristales tintados y 15 personas a bordo rumbo a Miniye, donde vive la hermana de Ahmad. ”Al principio tuvimos que estar en la casa de mi hermana 21 días, en la que solo hay dos habitaciones, y luego vinimos aquí”, explica dando sorbos a un café negro.

“Sólo estamos tratando de volver a crearnos a nosotros mismos y establecernos en el sitio en el que estamos”, pero la violencia y la ira no se lo han permitido hasta el momento, lamenta. EFE