Y además

¿Cuál es el país del año?

El país que más ha mejorado es aquel donde la gente defendió la democracia

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La mayoría de los años, la mayor parte de los países mejoran de diversas formas. En 2020, sin embargo, la muerte prematura y la recesión económica se convirtieron en la nueva normalidad, y la mayoría de los países solo aspiraron a esquivar lo peor. Inevitablemente, nuestra corta lista de países que más han progresado incluye a algunos que simplemente evitaron retroceder mucho.

Pocas personas dirán que la vida en Nueva Zelanda fue mejor en 2020 que en 2019. Pero se ha contenido el virus. Cuando solo se habían detectado 100 casos, la primera ministra, Jacinda Ardern, cerró las fronteras, encerró el país e instó a su “equipo de 5 millones” (es decir, a toda la población) a ser amables entre sí. Solo han muerto 25 kiwis y la vida ha vuelto más o menos a la normalidad. Los estadios de rugby terminaron la temporada repletos de fanáticos. La amable Sra. Ardern fue reelegida por mayoría en un país donde esas cosas son casi inauditas.

Taiwán lo ha hecho aún mejor, con solo siete muertes y un rendimiento económico mucho más sólido. Dejemos de lado la cuestión de si Taiwán es un país o simplemente un competidor por el “territorio autónomo de facto del año”. Mantuvo el virus a raya sin cerrar escuelas, tiendas o restaurantes, y mucho menos imponer confinamientos. Su economía es una de las pocas que se espera que haya crecido en 2020. También mostró valentía, negándose a dar marcha atrás a pesar de las implacables amenazas de Beijing. El gobierno de China a menudo reclama la reunificación de Taiwán con el continente. China ha estado enviando buques de guerra y aviones de combate cada vez más cerca de la isla, cada vez con mayor frecuencia. Sin embargo, en enero, los votantes taiwaneses rechazaron a un candidato presidencial que favorecía lazos más cercanos con China y reeligieron a Tsai Ing-wen, cuyo gobierno ha estado protegiendo a activistas por la democracia de Hong Kong. Taiwán es un recordatorio constante de que la cultura china es perfectamente compatible con la democracia liberal.

Estos logros son impresionantes. Sin embargo, la pandemia aún no ha terminado y juzgar a un país por su historial de lucha contra la Covid es centrarse en formas específicas de buen gobierno cuando las circunstancias de la geografía y los genes dificultan las comparaciones. Ser una isla ayuda. Algunas poblaciones pueden tener inmunidad al coronavirus. Por eso vale la pena considerar a otros candidatos.

A Estados Unidos le fue casi tan mal como a Gran Bretaña, Italia y España en su respuesta al Covid-19, pero su Operación Warp Speed (una asociación público-privada iniciada por el gobierno de EE. UU. para facilitar y acelerar el desarrollo, la fabricación y la distribución de vacunas, terapias y diagnósticos contra la COVID-19, N. del T.) fue fundamental para lograr una vacuna en un tiempo récord. Y al rechazar al presidente Donald Trump en noviembre, los votantes estadounidenses hicieron su parte para frenar la propagación del populismo, otro flagelo mundial. Los esfuerzos de Trump por anular la voluntad de esos votantes no tienen precedentes para un presidente en funciones, pero los jueces que nombró eran leales a la ley, no al hombre que los eligió.

Los votantes en Bolivia también restauraron cierta normalidad. Después de una elección plagada de fraudes, el derrocamiento de un presidente socialista, protestas violentas y el gobierno vengativo e incompetente de un presidente interino, la nación andina realizó una nueva votación pacífica en octubre y eligió a un tecnócrata, Luis Arce.

Pero el premio de este año es para un país del sur de África. La democracia y el respeto por los derechos humanos retrocedieron en 80 países entre el inicio de la pandemia y septiembre, reconoce el Think-tank Freedom House. El único lugar donde mejoraron fue Malaui.

Para apreciar su progreso, hay que considerar el pasado. En 2012 murió un presidente, su muerte fue encubierta y su cadáver fue trasladado a Sudáfrica para recibir “tratamiento médico”, para ganar tiempo y que su hermano pudiera hacerse cargo. Ese hermano, Peter Mutharika, no logró tomar el poder en ese momento, pero fue elegido dos años después y se postuló para la reelección. El recuento de votos se manipuló con líquido corrector en las actas. Los observadores extranjeros lo aprobaron cínicamente de todos modos. Los malauíes lanzaron protestas masivas contra la “elección Tipp-Ex”. Los jueces de Malawi rechazaron maletines de sobornos y la anularon. Una nueva elección en junio expulsó a Mutharika e instaló al elegido por el pueblo, Lazarus Chakwera. Malaui sigue siendo pobre, pero su gente son ciudadanos, no súbditos. Por revivir la democracia en una región autoritaria, es nuestro país del año.

© 2020 The Economist Newspaper Limited. Todos los derechos están reservados. Desde The Economist, traducido por France Philippart de Foy bajo licencia. El artículo original en inglés puede encontrarse en www.economist.com