Fuerzas Armadas
Pelosi pide al Pentágono retirar los poderes nucleares a Trump
El presidente saliente concede por primera vez la victoria a Biden, pero anuncia que no acudirá a su investidura. Acorralado por los demócratas, condena el asalto al Capitolio
Cuarenta y ocho horas fueron necesarias para que Trump reculara por haber alentado a sus seguidores, de manera premeditada, a dirigirse al Capitolio tras su marcha «Salvar a América» en Washington e interrumpir la sesión de certificación de votos del Colegio Electoral. Para que reculara o, más bien, para que le hicieran recular. La irrupción al Congreso por la fuerza ha desafiado, a todos los niveles - político, policial y social -, lo más sagrado en Estados Unidos: la democracia y la libertad.
Pero el libertinaje llevado al extremo por cientos de fanáticos incondicionales de Trump en la cúpula de la máxima institución legislativa del país ha puesto en el punto de mira fallos inesperados de consecuencias irreparables en el sistema más democrático del mundo. Y ni los propios republicanos se lo perdonan. Los miembros de su familia también se vieron obligados a rectificar. Su hija y asesora principal en la Casa Blanca, Ivanka Trump, eliminó un tuit que había publicado calificando a los asaltantes de «patriotas». Su hijo mayor, Donald Trump Jr. también acabó condenando la violencia después de haber acompañado a su padre, durante el incendiario discurso, animando a los miles de seguidores presentes a emprender acción contra el fraude electoral al que se han aferrado desde que perdieron las elecciones. Aunque la primera dama y su hijo menor, Baron Trump, optaron por mantenerse en silencio.
Pero Trump, que siempre da una de cal y otra de arena, acabó reconociendo su derrota más de dos meses después de la victoria de Joe Biden. Después de condenar la violencia de sus seguidores en el Capitolio y anunciar que habrá represalias por sus acciones, el todavía presidente anunció, a regañadientes, su salida de la residencial presidencial en unos días con la promesa de una facilitar una «transición ordenada». Transición que los demócratas han intentado efectuar, sin éxito, desde hace semanas. Pero, tras el grave episodio de violencia vivido en el Capitolio, algunas de las decisiones más trascendentales han empezado a adelantarse a la fecha de la toma de posesión de los demócratas. Con el fin de apartar a Trump de las decisiones más importantes y evitar nuevos episodios que atenten contra la seguridad del país, se ha sabido que la presidenta de la Cámara de Representantes y tercer cargo más importante de EE UU, Nancy Pelosi, se ha puesto en contacto con la cúpula militar del Pentágono para hacerse con el control de los códigos nucleares.
Además, los liberales han adelantado su intención de aplicar todos los mecanismos a su alcance para destituir al presidente Donald Trump antes de su salida. Aunque las probabilidades de que se ponga en marcha cualquiera de los dos mecanismos que podrían apartar a Trump del poder, a doce días del fin de su mandato, son escasas. Menos de dos semanas no parece ser tiempo suficiente para llevarlas a cabo. La primera de las opciones sería activar la Enmienda 25 de la Constitución. Pero ponerla en marcha exigiría contar con la aprobación del vicepresidente Mike Pence y de la mayoría simple de ambas Cámaras.
Y, aunque es un secreto a voces en Washington que Pence está enfadado con Trump «después de todo lo que ha hecho por él», al propio vicepresidente le interesa dejar pasar los últimos días como si no hubiera pasado nada y mantener así activas sus opciones de liderar el futuro del Partido Republicano. Más factible podría ser la segunda opción: un «impeachment». De salir adelante, en tiempo récord, Trump se convertiría en el único presidente de EE UU en haber sido sometido a dos juicios políticos durante su mandato, eliminado cualquier opción de presentarse a unas elecciones presidenciales de nuevo.
Los demócratas han manifestado su interés máximo, incluso de manera formal, de emprender cualquiera de estas dos medidas para destituir a Trump, pero el tiempo juega en su contra. Pelosi anunciaba que someterán al todavía presidente a un juicio político si no dimite de su cargo «inmediatamente». Horas antes de esas declaraciones, la congresista por Massachusetts, Katherine Clark, aseguró que los demócratas están preparados para someter a Trump a un nuevo «impeachment» si el vicepresidente Mike Pence no activa la Enmienda 25. Y es que la mayoría demócrata de la Cámara de Representantes y el oportuno empate con los republicanos en el Senado, que deja en manos de Kamala Harris el desempate, presenta una posibilidad victoriosa para los liberales y muy oscura para Trump y su legado.
Con esa nefasta recta final de mandato, que ha ido de mal en peor en cuestión de horas, no era de extrañar que Trump acabara confirmando, poco después de recuperar el acceso a su cuenta de Twitter, lo que ha sido un secreto a voces desde que Joe Biden ganara las elecciones: «Por todos los que me han preguntado: no voy a ir a la investidura el 20 de enero». Una decisión sin precedentes que, una vez más, pone en evidencia la personalidad del magnate, poniendo sus intereses personales por encima de sus responsabilidades públicas propias de su cargo. Será la primera vez que un presidente de EEUU no acuda a la toma de posesión presidencial de su sucesor desde 1869.
Tampoco han sorprendido en Estados Unidos los rumores publicados por «The New York Times» asegurando que Trump habría dado a conocer a su equipo más cercano la decisión de indultarse a sí mismo antes de dejar su cargo. A todos los presuntos delitos de los que no se ha podido acusar a Trump debido a su inmunidad como presidente, podría sumarse este último episodio difícil de perdonar. Mientras la cifra de muertos por el ataque al Congreso sigue aumentando -ya suman cinco con el policía del Capitolio- y la responsabilidad del presidente, por incitar a sus seguidores, está sobre la mesa.
Trump trata de desvincularse de las acciones violentas que le podrían costar su destitución antes de hora. ¿Cómo? Condenando las acciones violentas de sus seguidores y reconociendo, indirectamente, su derrota electoral. Algo que le está pasando factura con sus seguidores. Algunos de sus incondicionales le acusan ahora de traidor. Algunos de ellos ya lo advirtieron cuando fueron a la marcha convocada en Washington: «Trump no es la razón, sino el medio para conseguir sus demandas».
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