Yihadismo

Por qué España debe luchar más que nunca contra el Islam radical

Las mezquitas salafistas radicales llevan varios años en el punto de mira de las Fuerzas de Seguridad, sobre todo en Cataluña

Los Mossos d'esquadra custodian a un detenido en una operación contra el terrorismo yihadista en Barcelona
Los Mossos d'esquadra custodian a un detenido en una operación contra el terrorismo yihadista en BarcelonaToni AlbirEFE

Los Hermanos Musulmanes, con presencia activa en España desde los años 60, se han convertido en un grave problema de seguridad, impulsores, en gran medida, de la radicalización de decenas de jóvenes en las mezquitas.

Así, las mezquitas salafistas radicales llevan varios años en el punto de mira de las Fuerzas de Seguridad, sobre todo en Cataluña, donde no han dejado de crecer. Y es que, la situación y las comunicaciones de esta autonomía no pasaron desapercibidas para los yihadistas en su intento de implantar en esta región sus estructuras criminales.

La comunidad musulmana allí suma casi medio millón de personas dividida en dos grandes bloques: los marroquíes y los españoles nacionalizados. Tras estos grupos hay musulmanes provenientes de Pakistán, Gambia, Argelia o Senegal. Y entre ellos han ido surgiendo focos y grupos que simpatizan con organizaciones islamistas radicales. Sólo en Cataluña hay cerca de 256 mezquitas, según fuentes de la lucha antiterrorista y son muchas las que están adscritas a organizaciones como Justicia y Caridad, Hermanos Musulmanes Tabligh Wal Dawa y Dawa’t Islami, cuyos ideales chocan en muchas ocasiones con los valores democráticos y las normas del sistema español y occidental.

Y son algunos países como Turquía, a través de acaudalados hombres de negocios, los que financian las mezquitas de carácter salafista que existen en Cataluña. De hecho, un informe elaborado por expertos policiales españoles ya advertía el pasado año de que una de las fuentes de financiación para la expansión del Daesh llegaba de países como Turquía. Se beneficiaban de las donaciones de millonarios del mundo musulmán, mayoritariamente de países del Golfo, por medio de organizaciones benéficas suníes y donaciones particulares.

Los Hermanos Musulmanes nacen en 1928 en Egipto siendo su líder Hassan al-Banna, a quien pertenece la cita introductoria y que es considerado como padre del islamismo moderno e impulsor de las mal llamadas “primaveras árabes”. Y es esta paternidad y su influjo sobre grupos extremistas violentos (como Hamas o Hezbollah), desde sus inicios hasta nuestros días, lo que ha generado un rechazo por gran parte de occidente y también por corrientes musulmanes moderadas.

Esta organización busca la implantación de los valores tradicionales del islam y de la sharia como regulación fundamental del ser humano. La fe islámica, por tanto, aparece como nexo, guía y norma entre todos los miembros de la fe islámica, más allá de estructuras nacionales políticas y geográficas. Para la consecución de estos objetivos, la participación política se articula como principal herramienta, si bien a lo largo de su historia, han acudido a la violencia y el terror en no pocas ocasiones.

La presencia en España de miembros activos comienza en los años 60. A raíz de la Ley de Asociaciones de 1964 y la Ley de Libertad Religiosa de 1967 en España se crean las primeras asociaciones musulmanas. Entre ellas la más importante el Centro Islámico de Granada creado en 1966 por estudiantes sirios, jordanos y palestinos. La dirección de este centro en gran número de ocasiones estaba liderada por miembros de los Hermanos Musulmanes.

Años después aparece la Asociación Islámica de España adapta su regulación interna para poder crear centros y mezquitas. Fruto de esta adaptación es la creación de la Mezquita Abu Bakr de Madrid, financiada en gran parte con fondos de Arabia Saudí. Tanto el centro islámico de granada como la asociación islámica de España aglutinaron a todos los seguidores de los hermanos musulmanes en España, funcionando como lugares de encuentro y debate sobre el grupo para militantes y simpatizantes.

A partir de los años 90 comienza el proyecto puramente español, lo que agrava, más todavía si cabe, el riesgo para la seguridad española. De esta manera, la mezquita Abu Bakr comenzó a recibir jóvenes del entorno radical, que pretendían crear una célula terrorista vinculada a Al-Qaeda y distribuían propaganda de la Yihad Islámica, Hamas o el GIA argelino.

Entre ellos hay que destacar a Mustafá Setmariam Nasar (Abu Musab al-Suri), proveniente de los hermanos musulmanes de Siria, asentado en España y con conexiones con el GIA de Argelia y los Talibanes de Afghanistan. Su foto aparece en 2010 en el primer numero de Inspire, boletín de Al Qaeda en la Península Arábiga en inglés junto a un artículo publicado bajo el nombre de Abu Mu’sab al-Suri.

Por otro lado, Abu Dahdah. Nacido en Siria y también miembro de los Hermanos Musulmanes, por lo que tuvo que huir del país. Después de viajar por múltiples países se estableció en España, donde fundó las primeras redes yihadistas en España. Su red es el origen de algunos de los participantes en los atentados de Casablanca en 2003 o en Madrid en 2004.

Ahora, con la crisis económica y social vinculada a la pandemia, los Hermanos Musulmanes han encontrado un nuevo caldo de cultivo para facilitar la radicalización e impedir la integración en la sociedad española de cientos de jóvenes que se acercan al Islam para dar un sentido espiritual a su vida. Si no se frena a tiempo, las consecuencias para España serán nefastas.

Para liderar la lucha contra la amenaza terrorista y la expansión del Islam radical, España debe reforzar su arsenal legal y rodearse fuera de sus fronteras de socios fiables.

La ley que refuerza el respeto por los principios laicos es bienvenida y el apoyo de Marruecos y los Emiratos Árabes Unidos es una necesidad tanto en España como en el norte de África y Oriente Medio. También podemos apostar a que estos dos países están trabajando más de cerca para promover el Islam moderado en las fronteras de Europa.