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Conte, el líder a lomos de la pandemia

Se convirtió en el líder supremo cuando Italia comenzó a sufrir las consecuencias de la covid. Sus discursos, a ratos compungidos, a ratos sensibleros, cautivaron a la audiencia

El ex primer ministro italiano, Giuseppe Conte, en una imagen de archivo
El ex primer ministro italiano, Giuseppe Conte, en una imagen de archivoFILIPPO ATTILI / CHIGI PALACE PRAgencia EFE

En Italia los gobiernos llevan nombre y apellidos casi nobiliarios: el Conte I, el Conte II… El primer Ejecutivo republicano llegó más lejos que ninguno, hasta el De Gasperi VIII. Son las veces que tuvo que remodelar su gabinete para terminar la legislatura. Al récord de De Gasperi lo sigue Giulio Andreotti, el rey democristiano, que fue primer ministro siete veces, aunque tras pasar varias veces por las urnas. Giuseppe Conte ese trance no lo ha vivido.

Votar más veces que las estrictamente necesarias, una vez cada cinco años, es un engorro para los italianos. Por eso, ahora Conte pretende culminar su obra con el Conte III, el tercer Gobierno que encabezaría desde que se votó por última vez, en marzo de 2018. Aún no hay nada decidido, pero la política italiana es muy dada a los «remakes».Ni siquiera importa que continúen o no con el hilo argumental. Cuando por fin, después de tres meses de negociaciones, se pusieron de acuerdo el Movimiento 5 Estrellas y la Liga de Salvini para llevar un programa nacional populista al Palacio Chigi, apareció por allí el nombre de Giuseppe Conte (Volturara Appula, 1964).

Meses atrás había sido presentado por el M5E en un hipotético equipo como futurible ministro de Administraciones Públicas. Natural del sur, jurista de profesión, hombre maduro, elegante y ninguna experiencia política. Un currículum válido para satisfacer los intereses de ambos partidos y, sobre todo, para ejercer como convidado de piedra entre los líderes de las respectivas formaciones: Luigi Di Maio y Matteo Salvini, a su vez vicepresidentes del Ejecutivo. Conte se presentó entonces como el «abogado del pueblo», casi pidiendo perdón por hacer ruido.

Era el rostro amable que presentaba en Bruselasla rebelión presupuestaria italiana o una política migratoria de tono xenófobo. Con menos furia que los vicepresidentes, pero firmando sus decretos. El engendro tenía pocas posibilidades de sobrevivir, así que Conte, guiado por un asesor con mucho olfato, adquirió un tono institucional que después le serviría para sobrevivir. Cuando Matteo Salvini quiso romper el Gobierno, jugó esa carta en el Senado, con un discurso memorable, en el que despachó al líder ultraderechista sin apenas mirarle a la cara y refiriéndose a él como «querido Matteo». Así consiguió convertirse en la figura de consenso que buscaban el Movimiento 5 Estrellas y el Partido Democrático cuando Italia viró el rumbo. Conte pasó de defender el soberanismo a ser el principal adalid del europeísmo. Estrechó una profunda amistad, que mantiene, con Pedro Sánchez y fue bien recibido en Bruselas.

Pero, a él más que a nadie, lo cambió la pandemia. Italia fue el primer país occidental en sufrir las consecuencias de la covid-19, por lo que hubo que tomar medidas muy drásticas. Giuseppe Conte fue el líder supremo, en horario de máxima audiencia y con todos encerrados en casa. Sus discursos, a ratos compungidos, a ratos sensibleros, cautivaron a la audiencia italiana. Su popularidad ascendió por encima del 70 por ciento, hasta el punto de que las encuestas le dan entre un 15 por ciento y un 17 por ciento en caso de crear un partido propio. Y en esas llegó Renzi, el villano de toda película. De esa crisis depende que haya o no tercera parte.