Relaciones bilaterales
México saluda los primeros gestos de Biden en inmigración
López Obrador aguarda con esperanza las medidas migratorias del nuevo presidente de EE UU, pero teme que intente influir en sus políticas energéticas y de telecomunicaciones
Dejar atrás el pasado para mirar al futuro. Desde la Casa Blanca resaltan que ahora es momento de priorizar los puntos en común y dejar a un lado los desacuerdos para cambiar de rumbo la tensa relación entre el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. La llamada entre ambos presidentes el viernes pasado es el primer paso para que “la relación se estabilice”, apuntó el demócrata Bill Richardson, ex gobernador de Nuevo México.
El ex embajador mexicano en Estados Unidos Arturo Rarukhan apunta a que “Biden quiere dejar atrás el pasado y construir una relación constructiva en el futuro”. Más allá de la retórica, el estilo político tan distinto será un obstáculo. Ambos tienen el reto de conjugar lo mejor posible la extravagancia de López Obrador con las formas tradicionales de Biden.
Las reticencias vienen de la sorprendente buena sintonía que López Obrador ha mantenido con Donald Trump. El presidente mexicano fue uno de los últimos líderes mundiales en felicitar a Biden. Tardó 42 días. A pesar de ello, López Obrador fue el segundo presidente con el que conversó Biden tras llegar a la Casa Blanca, tras el canadiense Justin Trudeau. Antes del viernes pasado la tensión solo iba en aumento. Durante el proceso de transición, López Obrador volvió a presumir de su estrecha relación con Trump y señaló que “Trump no se metía en los asuntos internos de México”.
En esta espiral de confrontación, México ofreció asilo político al fundador de Wikileaks, Julian Assange, reclamado por la justicia estadounidense. También firmó una ley de seguridad que imponía restricciones a la presencia de agentes antidrogas de Estados Unidos en México. Fue una reprimenda por la detención del general mexicano Cienfuegos acusado de tráfico de drogas. Su deportación a México y la decisión de la Fiscalía de exonerar al veterano militar generaron fricciones entre ambos Gobiernos.
Ahora a ambos lados del muro quieren encauzar la relación soslayando las discordias y centrarse en los principales retos que son la energía, la inversión en infraestructuras, la implantación del 5G y, por encima de todos, la migración.
En sus primeros diez días como 46º presidente de Estados Unidos, Joe Biden ha firmado órdenes para detener la construcción del muro, suspender las deportaciones los 100 primeros días de su Gobierno, reunir a 545 niños que han sido separados de sus padres en la frontera e iniciar su plan para que 11 millones de indocumentados “emprendan el camino a la ciudadanía”.
Frente a una diapositiva que ilustraba la extensión del muro construida por los últimos cuatro presidentes norteamericanos, hasta un total de 1.488 kilómetros, López Obrador celebró el fin de las obras en la frontera “porque todos los presidentes hacían su pedazo”. Pese a que Biden no lo ha confirmado, López Obrador aseguró que el vecino del norte invertirá 4.000 millones para el desarrollo económico de Centroamérica y el sur de México.
El nuevo Ejecutivo busca liquidar también la reforma impulsada por Trump que obliga a miles de solicitantes de asilo a esperar en México la llamada de los tribunales norteamericanos. Aunque se comprometió a poner en marcha esta última medida “el primer día”, sus asesores sostienen que puede retrasarse hasta seis meses. Tampoco es probable que se produzcan cambios sustanciales en el corto plazo en la gestión de los flujos migratorios.
José Ignacio Martínez Cortés, académico experto en relaciones internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica a LA RAZÓN que “Trump logró imponer bloqueos en los países de tránsito amenazando con endurecer las condiciones de los acuerdos económicos. A Biden no le interesa que lleguen miles de personas a la frontera sur. Por eso, presionará a México para frenar las caravanas al menos los seis primeros meses”.
El 18 de enero, las autoridades de Guatemala bloquearon y disolvieron a la fuerza la primera Caravana migrante del 2021, que llegó a unir a 9.000 personas en una autopista a unos 300 kilómetros de la frontera con México. Después de varias cargas policiales, miles de hondureños decidieron dar media vuelta y regresar a su país en autobuses de las autoridades guatemaltecas.
La migración hacia Estados Unidos se espera que aumente este año alimentada por la crisis económica derivada del coronavirus y los huracanes ETA e IOTA que, el pasado mes de noviembre, dejaron en Guatemala y Honduras al menos 200 muertos y pérdidas por valor de 643 millones de euros.
Estas circunstancias, unidas al efecto llamada que provoca el fin de la era Trump, otorgan a México más cartas para negociar. A partir de ahora los órdagos también se lanzarán desde el sur, tal y como señala Martínez Cortés. “México y el resto de países de tránsito pueden amenazar con eliminar los bloqueos si Estados Unidos no invierte más en el desarrollo de la región, algo que Trump no cumplió”.
La recuperación económica es uno de los grandes retos que deberán abordar. La conexión entre ambos países es enorme. 38 millones de mexicanos viven en Estados Unidos y el 80% de las exportaciones de México va a su vecino del norte. “Para la recuperación de México es imprescindible el aumento del consumo en su vecino del norte”, explica Martínez Cortés. Ante el cambio en la Casa Blanca, la cuestión que más parece preocupar a López Obrador es el respeto a la soberanía de las instituciones mexicanas.
López Obrador ha decidido limitar la presencia de agentes estadounidenses en México porque en muchas ocasiones “entraban y salían cuando querían”. Su estrategia pasa por reforzar la cooperación al desarrollo y mantener bajo mínimos la cooperación militar. “Trump no intervino en asuntos que solo correspondían a México. Y nosotros tampoco intervenimos en sus asuntos internos”, apuntó.
Estas discrepancias en seguridad se suman a la apuesta de López Obrador por los combustibles fósiles, en detrimento de las energías limpias que promueve Biden, y a la incursión de China en México para la construcción de infraestructuras como el Tren Maya o la implantación de las redes 5G. “Vamos a tener una fuerte presencia china en América Latina durante los próximos años y Biden estará presionando para que no fortalezcan esa relación”, asegura el académico experto en América Latina.
Una semana antes de abandonar la Casa Blanca, el pasado 12 de enero, Donald Trump quiso rendir un último tributo a la que fue su gran promesa de campaña. A pocos metros de su inacabado muro, agradeció a López Obrador “su amistad”. A pesar de la criminalización y los insultos tachando a los mexicanos de “criminales” y “violadores”, López Obrador le devolvió los elogios: “Cuando llegó Trump se auguró que iba a haber enfrentamientos. Sin embargo, tuvimos diferencias y las resolvimos con diálogo y respeto mutuos. Lo mismo ocurrirá con Joe Biden”.
El Gobierno mexicano recela de un presidente de EE UU más activo en política exterior que su predecesor. Aunque ahora a ambos lados del muro los Gobiernos tienen posiciones más cercanas sobre la manera de afrontar los retos migratorios y ambos presidentes comparten un estilo político cercano a los ciudadanos.
El reto es lograr una buena sintonía para abordar de forma coordinada el drama migratorio y los desafíos económicos en una vuelta a una diplomacia más tradicional alejada del estilo tuitero de Trump. Ésta es una de las pocas certezas que existen de la relación entre Estados Unidos y México en la era Biden.
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