Opinión

Los militares toman el poder en Myanmar: ¿y ahora qué?

La situación en este país prueba una vez más las enormes dificultades que existen para que los Estados sometidos largo tiempo a dictaduras militares puedan acceder a un sistema democrático

vehículos de la Policía hoy en Yangon
vehículos de la Policía hoy en YangonLYNN BO BOEFE

Infortunadamente todo hacía presagiar que se produciría un golpe de estado en Myanmar y así ha ocurrido, después de las acusaciones de fraude electoral. El país asiático está desde hace tiempo sometido a la acción de los militares y el corto periodo en que ha imperado un régimen democrático, con sus peculiaridades, ha sido insuficiente para asentar las bases de una democracia plena o, al menos, que reuniera todas las garantías para ser calificado como tal.

La situación en este país prueba una vez más las enormes dificultades que existen para que los Estados sometidos largo tiempo a dictaduras militares puedan acceder a un sistema democrático y, más todavía, en determinadas regiones del planeta. La responsabilidad última de que no se instaure la democracia en Myanmar es, sin duda, de los militares quienes llevan a cabo, incluso por previsiones constitucionales, un férreo control del país.

No obstante, las aplastantes mayorías que obtiene el partido Liga Nacional para la Democracia que lidera de facto Suu Kyi, premio nobel de la paz, no han sido capaces de liberar a Myanmar de las posiciones tradicionales y apostar, en consecuencia, por el establecimiento de un régimen que garantice la democracia y que respete plenamente los derechos humanos.

La declaración del estado de emergencia no ayudará en modo alguno a superar esta situación sino que, por el contrario, la agravará. Pero la clase política birmana debe también reflexionar en la línea de asegurar los verdaderos parámetros que definen la democracia. En especial, en relación con los rohingyas que sufren graves y generalizadas violaciones de los derechos humanos.

Lo primero es superar lo que acaba de acontecer y restaurar de nuevo el marco político del país. Nada justifica el golpe de estado y hace bien la comunidad internacional en condenarlo, como lo han hecho los Estados Unidos, la Unión Europea y las Naciones Unidas. El retorno a la situación anterior es urgente e imprescindible y, a partir de ahí, Myanmar debe asumir un compromiso sólido con el respeto de los derechos humanos. Debe despojarse del control de los militares, también en el plano constitucional, e iniciar el camino definitivo hacia un régimen democrático.