Relaciones bilaterales
Biden y Trudeau reconstruyen su relación de países vecinos
Los mandatarios de EE UU y Canadá plantean una «hoja de ruta» conjunta en la lucha contra la covid y el cambio climático
La cumbre entre Joe Biden y Justin Trudeau solo podía celebrarse por videoconferencia. Pero la agenda conjunta era demasiado apretada, y las desavenencias de los últimos años fueron lo suficientemente abruptas como para posponer su encuentro. Tocaba hablar de todo lo que une a EE UU y Canadá. Desde la lucha contra el cambio climático a la pelea por controlar la pandemia provocada por el SARS-CoV-2. Pero también tocaba negociar sobre aquello que separa a los dos países, empezando por el célebre oleoducto que la Administración Biden parece haber liquidado. Algo que, por cierto, ya hizo Barack Obama en su día, cuando vetó el oleoducto Keystone XL. Esta ampliación añadía 2.000 kilómetros de tuberías extras a las 5.000 existentes. Fue relanzado por Trump y los republicanos y su veto ha provocado una tremenda decepción en Canadá.
Pero ese puede que fuera el único punto de acuerdo entre los canadienses y el anterior Gobierno de EE UU. Con Trump en la Casa Blanca, los tratados comerciales fueron negociados a cara de perro. El propio Trump insultó a Trudeau, al que consideraba un montaje.
La cita entre ambos mandatarios estaba subrayada en rojo desde que Trudeau fue el primer gobernante del mundo en llamar a Biden para felicitarle por su triunfo electoral. La intención era revelar una nueva «hoja de ruta» conjunta. Para preparar el terreno y sellar los nuevos tiempos, los dos Gobiernos celebraron varias reuniones paralelas a las de los dos mandatarios.
Se daba por supuesta la calidez, después de que los dos políticos mantuvieran una relación cordialísima en un encuentro de ambos de 2016, en la que Biden aprovechó para recordar el apoyo que le brindó el inolvidable Pierre Trudeau, padre del actual primer ministro, a raíz de la muerte en accidente de tráfico de su primera esposa y su hija.
Al mismo tiempo, los EE UU de Biden están mutilados en dos por la deriva polarizadora. Con una minoría pírrica en el Legislativo y elecciones para renovar las Cámaras en menos de dos años, Biden no puede permitirse demasiados gestos con el vecino del norte. El nacionalismo de América First, de comprar productos americanos y potenciar la industria estadounidense será una espina clavada en las relaciones conjuntas. Tampoco habrá compasión en el asunto de las vacunas, toda vez que Canadá depende de la fabricación de sus unidades en la fábrica europea de Pfizer y Washington ya ha anunciado que las que se fabrican dentro de su territorio tienen como primer y último destino a sus ciudadanos.
Trudeau también pelea contra sus propios demonios. Su segunda victoria fue mucho más estrecha que la primera, apremiado por problemas que iban de los problemas asociados a las guerras woke, incluidos escándalos por las las fotografías y vídeos de Trudeau cuando era estudiante, que le reportaron acusaciones de racismo. Al menos, el “golden boy” canadiense puede celebrar que recupera a quien estuvo al lado de Barack Obama, su viejo aliado, que lo apoyó en los últimos comicios.
Biden, el león en invierno, y Trudeau, el que Jen Gerson, del “New York Times” describió en una pieza tan «parecido a Kennedy, con sus sesiones de fotos en ‘Vogue’ y su propia portada de cómic», retoman la diplomacia y tras la tormenta. Entre otros asuntos la EE UU y Canadá necesitan hablar de economía y de la crisis, así como de de alianzas geoestratégicas defensivas y contra el terrorismo.
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