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Informe demoledor

EEUU retira la protección a Bin Salman y le señala como cómplice del asesinato de Khashoggi

La nueva Administración imprime un giro en la política estadounidense hacia Arabia Saudí.

El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salman el pasado 20 de febrero Amr NabilAP

Estados Unidos anunció un informe demoledor con el papel que jugó el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed Bin Salman, en el asesinato en 2018 del periodista saudí Jamal Khashoggi. Pero la única diferencia respecto a los días del entonces presidente Trump estaría relacionada con la disposición a aceptar lo que siempre insinuaron los servicios secretos estadounidenses. Básicamente que Bin Salman habría autorizado la muerte del periodista del Washington Post.

Escuchas de la CIA

Khashoggi era un exiliado político del régimen alauita y enemigo público de la satrapía. De hecho el Post ya adelantó en 2018 que la CIA tenía en su poder una conversación entre el príncipe Salman y su hermano Khalid, embajador de Arabia Saudí en EE UU, donde podrían haber discutido la logística de la posible deportación de Khashoggi.

También es cierto que hace apenas dos años, marzo de 2019, el Departamento de Estado, en su informe anual sobre la situación de los derechos humanos en el mundo, ya consignó el secuestro, tortura y desaparición de Khashoggi. Acusaba al Gobierno de Arabia Saudí de no haber ofrecido una «explicación detallada respecto al progreso de la investigación». Pero las alianzas, los intereses geoestratégicos, el damero político explosivo de la zona, aconsejaban mirar hacia otra parte. Todos estaban convencidos en Washington respecto a la responsabilidad, directa o, cuando menos indirecta, deMohammed Bin Salman. Y está por ver como la publicación del informe pueda distorsionar una alianza estratégica en una zona del mundo con demasiados fuegos, del terrorismo yihadista a la situación en Irak, de las maltrechas relaciones con Irán a la protección de un socio prioritario como Israel.

Descuartizado en la Embajada de Estambul

Descuartizado en la residencia del cónsul de Arabia Saudí en Turquía, a donde habría sido trasladado por un escuadrón de asesinos, la muerte del columnista del Post provocó un serio problema a la Casa Blanca. Hasta el punto de que en un primer momento Steve Mnuchin, secretario del Tesoro de EE UU, exigió a Arabia Saudí que termine con los «ataques a los disidentes políticos o periodistas» y añadió que «Estados Unidos continúa trabajando diligentemente para determinar todos los hechos y responsabilizará a cada uno de los culpables ante la justicia».

Poco después el presidente Trump liquidaba cualquier reclamación. La última vez que Khashoggi fue visto con vida había acudido al consulado de Arabia Saudí en Estambul. Allí fue presumiblemente secuestrado por varios agentes de la inteligencia saudí, conducido a la residencia consultar y desmembrado en vida con una sierra eléctrica. Hubo un juicio, que nadie se tomó demasiado en serio, aunque acarreo sentencias bastante duras.

Biden dijo a los periodistas en la Casa Blanca que esperaba hablar pronto por teléfono con el rey Salman de Arabia Saudí. La revelación se produce cuando la Casa Blanca se enfrenta a los llamamientos de activistas de derechos humanos y disidentes saudíes para acabar con las violaciones de derechos humanos en el país árabe con nuevas sanciones.

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