Domingo sangriento

La Junta Militar birmana recrudece la represión

“Birmania es un campo de batalla”. Al menos 18 muertos y 30 heridos en la jornada más sangrienta desde el golpe de Estado militar en Myanmar el 1 de febrero

Varios médicos atienden a un hombre en Dawei, Myanmar, que había sido disparado en el pecho
Varios médicos atienden a un hombre en Dawei, Myanmar, que había sido disparado en el pecholarazonAP

Un caos. Así fue como numerosos testigos describieron lo vivido ayer en Birmania, donde desde primera hora de la mañana se repitieron por todo el país los enfrentamientos entre los manifestantes y las Fuerzas de Seguridad, que abrieron fuego contra la multitud en diversas ocasiones. Los incidentes dejaron al menos dieciocho muertos en la jornada más sangrienta desde que los militares tomaron el poder mediante un golpe de Estado el pasado 1 de febrero.

«Myanmar es como un campo de batalla», afirmó en Twitter el primer cardenal católico del país de mayoría budista, Charles Maung Bo. Y es que ayer las imágenes que llegaron de la nación comunista mostraban a los soldados y antidisturbios utilizando granadas aturdidoras, gases lacrimógenos y pelotas de goma para tratar de disolver a los antigolpistas que no se querían marchar a casa.

Lo sucedido ha puesto de manifiesto la determinación de los militares por imponer su autoridad a cualquier precio y acabar con el desafío de la sociedad tanto en las calles como en la administración municipal, el poder judicial, los sectores de educación y salud o los medios de comunicación. Hasta la fecha, el Ejército había respondido de manera moderada permitiendo que los ciudadanos salieran a mostrar su descontento, pero la mano dura mostrada ayer ha traído a la memoria la brutal represión que la Junta empleó para sofocar los levantamientos democráticos de 1988 o 2007.

«La Policía y las fuerzas militares se han enfrentado a manifestantes pacíficos utilizando fuerza letal y fuerza menos que letal que, según información creíble recibida por la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, ha dejado al menos 18 personas muertas y más de 30 heridas», informó la oficina de Naciones Unidas en un comunicado.

Las detenciones, que hasta el sábado sumaban unos 1.350 arrestos, también se han multiplicado. Ayer, los uniformados detuvieron en Rangún a unos 200 estudiantes de Medicina que se preparaban para marchar en una protesta encabezada por médicos y enfermeras, aunque todavía se desconoce el total de detenidos. Algo similar ocurre con los fallecidos, cifra que podría aumentar conforme se conozca el alcance de los hechos.

«La clara escalada en el uso de la fuerza letal en varios pueblos y ciudades es indignante e inaceptable», aseveró Phil Robertson, subdirector para Asia de Human Rights Watch (HRW) tras pedir una investigación sobre lo ocurrido. En Rangún, capital económica del país, la Policía abrió fuego contra los manifestantes y al menos cuatro personas –tres jóvenes y un maestro– murieron. En Dawei, situada al sur del país, los soldados acabaron con la vida de tres ciudadanos al disparar contra la multitud y dejaron numerosos heridos. En Mandalay, hubo al menos otros dos muertos, lo mismo que en Bago.

Una vez más, las redes sociales sirvieron para retransmitir en vivo lo que acontecía en el país. Allí se pudieron ver las imágenes de los heridos siendo auxiliados por otros manifestantes, las manchas de sangre que habían dejado sus heridas en el suelo y desafiantes escenas con barricadas y escudos construidos de manera improvisada en plena calle.

La junta militar destituye al embajador birmano en la ONU

La represión de ayer venía precedida por el anuncio de la Junta Militar hecho el día anterior en el que cesó al embajador birmano ante Naciones Unidas, Kyaw Moe Tun, por haber abogado en la Asamblea General a utilizar «todos los medios necesarios» para revertir el golpe de Estado y «dejar de oprimir a la gente inocente y restablecer la democracia». El diplomático aprovechó el final de su discurso para hacer el saludo de los tres dedos, un gesto que se ha convertido en un símbolo para mostrar el rechazo al autoritarismo y que no sentó nada bien entre los uniformados.

El embajador birmano en Naciones Unidas hace el gesto antigolpe de los tres dedos al terminar su discurso en la Asamblea General de la ONU
El embajador birmano en Naciones Unidas hace el gesto antigolpe de los tres dedos al terminar su discurso en la Asamblea General de la ONUlarazonAP

El comunicado acusa a Kyaw Moe Tun de cometer un delito de “alta traición” contra el país y “abusar de los poderes y responsabilidades” durante su intervención, que terminó con el gesto de alzar tres dedos popularizado entre la oposición a los militares.

El relator especial de la ONU para Birmania, Tom Andrews, ensalzó el gesto de “valentía” de Kyaw Moe Tun y pidió, en un mensaje en Twitter, que los países actúen contra el gobierno militar.

Ahora queda por ver cómo evoluciona la situación en un país que se encontraba en pleno proceso democrático y en el que parece que la mayoría de la población no quiere dar su brazo a torcer. Entretanto, hoy se espera que la premio Nobel de la Paz y ex líder del país, Aung San Suu Kyi, detenida desde que tuvo lugar la asonada, comparezca en un tribunal. Ha sido acusada de violar la ley de importación y exportación y la de desastres naturales, dos cargos que muchos consideran una mera excusa para mantenerla retenida y no poder desarrollar su labor como líder del país.