Análisis

Perú vota con desafección

Ningún candidato goza de ventaja en la primera vuelta de las elecciones presidenciales

Los candidatos peruanos en un debate en la tele
Los candidatos peruanos en un debate en la teleSebastian Castaneda /POOLEFE

Este domingo se celebra la primera vuelta de las elecciones presidenciales en el Perú. Las múltiples candidaturas y los bajos porcentajes con respecto a las intenciones de voto revelan una alta desafección en el electorado peruano hacia la clase política de ese país. La nación inca arrastra desde hace unos años una profunda crisis política.

Expresidentes presos por corrupción, uno que decidió quitarse la vida por la inminente cárcel que le esperaba, un poder legislativo deslegitimado y con la opinión pública en contra clamando su clausura, han ido construyendo poco a poco el camino nebuloso y ceniciento de estas elecciones presidenciales.

En la última encuesta publicada en el medio El Comercio y realizada por la firma Ipsos, el gran ganador de la contienda es el desinterés y la indecisión del voto. Si se suman los porcentajes que registran los diez candidatos que aspiran a pasar a la segunda vuelta, el número alcanzado resulta 68%. Es decir, el 32% de los peruanos no sabe por quién votar a tan solo horas de que se abran las urnas.

Por su parte, el pragmático e izquierdista Yonhy Lescano del histórico partido Acción Popular lidera la medición con tan solo el 10% de la intención de voto, en segundo lugar se encuentran empatados el empresario de derecha liberal, Hernando de Soto y la candidata de izquierda filo chavista, Verónica Mendoza, ambos con 9%.

La fragmentación significativa del voto coloca a la opinión pública, a los medios y a la comunidad internacional en un importante vilo sobre lo que ocurriría con las alianzas posteriores a esta primera vuelta y, en consecuencia, con el resultado final de la segunda. El suspenso y la volatilidad son las facturas que la clase política peruana y sobre todo, la ciudadanía de ese país, pagan por la improvisación, la informalidad de los gobiernos y la corrupción que han antecedido a la actual administración que dirige el emergente intelectual Francisco Sagasti.

El peligro de una ciudadanía desafecta es la dificultad para elegir sobre la base de elementos racionales y no meramente emotivos. Justamente las encuestas a lo largo de los pocos meses de campaña demuestran una volatilidad extraordinaria en el voto. En este marco, el próximo o próxima presidente del Perú llegaría al poder producto más de un escenario colmado de simplicidades pragmáticas y sobrevenidas, que por el resultado de una lógica política fundamentada en ideologías consistentes y bien argumentadas.

En ese vaivén de acuerdos y desencuentros, los peruanos tendrán que elegir con pocos elementos en la mano, casi convencidos de que el futuro seguirá siendo incierto, por lo menos en el corto y mediano plazo, más allá de la etiqueta y el nombre que repose en la próxima silla presidencial. Sin duda, el Perú necesita de una renovación en su clase política que permita consolidar un sistema democrático alejado del cáncer de la corrupción. Estas elecciones podrían ofrecer esa nueva oportunidad.

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