Rodeado de su familia

Los últimos días del duque de Edimburgo

Su estado de salud empeoró el jueves, pero Isabel II cumplió su voluntad de morir en casa junto a ella y no en un hospital

Una niña deja flores en la verga del Palacio de Buckhingham en recuerdo del príncipe Felipe
Una niña deja flores en la verga del Palacio de Buckhingham en recuerdo del príncipe FelipeANDY RAINAgencia EFE

El príncipe Felipe murió exactamente como siempre había querido: en casa y con la reina Isabel II, su compañera de vida durante más de siete décadas, a su lado. Poco a poco, van conociéndose más detalles de los últimos días de la vida del duque de Edimburgo. Tras estar hospitalizado un mes, recibió el alta el pasado 16 de marzo. Palacio señaló en un comunicado que se encontraba bien. Pero lo cierto es que, a sus 99 años, su estado estaba ya delicado. Su fragilidad empeoró el jueves por la noche. Los médicos aconsejaron ingresarle de nuevo. Sin embargo, la reina Isabel II se negó, siguiendo los deseos de su marido.

Según relató una fuente de Palacio a de «The Daily Telegraph», «durante las cuatro semanas que estuvo recientemente hospitalizado, lo único que él quería realmente era regresar a casa». Los médicos le sometieron a una operación de una dolencia cardiaca preexistente en un intento por darle «un poco más tiempo» para que pudiera llegar al menos a celebrar en junio su 100 cumpleaños. «Pero a él no le importaba. Solo quería estar de vuelta en su propia cama. Por nada del mundo quería morir en un hospital», matiza dicha fuente. Además, el príncipe nunca estuvo a favor de grandes celebraciones para marcar el siglo de vida.

Desde Buckingham no han querido entrar en detalles sobre cómo fueron las últimas horas. Pero se entiende que Isabel II estuvo en todo momento a los pies de su cama. Cuando comenzó la pandemia, la pareja se trasladó al Castillo de Windsorpara poder estar más aislada. El confinamiento les permitió estar más tiempo continuado juntos en el último año de lo que habían estado en mucho tiempo debido a la apretada agenda que la reina de Inglaterra lleva adelante, pese a tener ya 94 años.

Tras recibir el alta, al duque se le recomendó reposo. Él insistió en ser trasladado a Windsor en coche y no en ambulancia. Pero, al llegar al castillo, el personal de servicio ya se quedó impresionado por lo debilitado de su aspecto de salud.

Gran parte del tiempo estaba en su habitación. Los días que se sentía algo más fuerte, se vestía con camisa y suéter, pantalones planchados y zapatos impolutos. Había días que, con dificultad, aún caminaba ayudado por un bastón. Un día a un asistente apareció con una silla de ruedas y le sugirió que la usara. «Aparta esa cosa de mi vista», le respondió. Aun así, cuando hacía sol, pedía que le llevaran en silla al aire libre. Con una manta sobre sus piernas, se relajaba notando el calor de los rayos en su rostro.

La reina en ningún momento quiso cancelar sus compromisos. Dormían como siempre en habitaciones separadas. Pero lo suficientemente juntas en el castillo para que ella estuviera pendiente de su evolución.

Al estar vacunados, pudo haber varias reuniones con sus hijos estas últimas semanas. Pero al duque le apenaba mucho no poder disfrutar de sus nietos. A diferencia de la reina, que utiliza Zoom para poder verlos «on line», el duque siempre prefirió mejor el teléfono para poder hablar con ellos.

Durante el confinamiento, la reina llegó a decir a los suyos que se sentía «muy feliz» de haber podido almorzar y cenar la gran mayoría de días con su esposo. Aunque en los últimos meses fue plenamente consciente de su declive. En una señal, tal vez, de su creciente incertidumbre sobre su futuro, la monarca, gran amante de los perros, sorprendió recientemente a todos al comprar dos nuevos cachorros. Había dicho en multitud de ocasiones que no quería tener más. Pero quizá de alguna manera sentía que necesitaría compañía al poder perder al que siempre definió como su «pilar, fortaleza y guía».