Fin de una era

Cuba, ansiosa por ver si Raúl Castro cumple su promesa y deja el poder

Este viernes comienza el congreso del Partido Comunista, cuyo secretario general sigue siendo el líder revolucionario

Raul Castro
Raul CastroIsmael Francisco

El congreso del Partido Comunista de esta semana podría ser el último con un Raúl Castro al frente de la todopoderosa institución política de Cuba. Seis años después de la muerte de Fidel Castro, su hermano y compañero líder de la revolución de 1959 en la isla, todos los ojos están puestos en Raúl para ver si cumple su compromiso de ceder las riendas de la única organización política permitida en el país.

Raúl Castro prometió en 2016 que renunciaría al cargo de secretario general del Partido Comunista en el octavo congreso de la formación política, que comenzará este viernes. Este paso completaría el movimiento para entregar el control a una generación más joven de revolucionarios liderados por Miguel Díaz-Canel, quien asumió la presidencia de Castro en 2018.

Muchos cubanos están ansiosos por el cambio después de seis décadas de gobierno dirigido por un Castro, y la esperada salida de Raúl de la escena política no puede llegar en un momento más difícil. La pandemia del coronavirus, las dolorosas reformas financieras y las restricciones impuestas nuevamente por la administración Trump han provocado colas de alimentos y escasez que recuerdan el “período especial” que siguió al colapso de la Unión Soviética en la década de 1990.

Pero a diferencia de la crisis pasada que unió a los cubanos, la preocupación va en aumento, impulsada por la expansión de Internet y la creciente desigualdad que ha puesto al descubierto las fallas del sistema socialista. “Hemos perdido una década entera”, dijo Alina López, una historiadora de La Habana que dirige un blog que es un foro de crítica izquierdista al gobierno. “No saben cómo generar un cambio real porque cualquier cambio debe comenzar con mucha autocrítica”.

En el anterior congreso del Partido Comunista, en 2016, Castro anunció que debido a las “leyes inexorables de la vida”, dimitiría como primer secretario general del Partido Comunista en 2021 y cedería el poder a Díaz-Canel. También se espera que renuncie el diputado de Castro, José Ramón Machado, otro histórico de la revolución, de 90 años. Eso dejaría al Politburó de 17 miembros por primera vez sin veteranos de la insurgencia guerrillera, o lo que muchos cubanos llaman cariñosamente la “generación histórica”.

William LeoGrande, un experto en Cuba de la American University, dijo que tal resultado podría mejorar en gran medida la capacidad de Díaz-Canel para impulsar reformas atrasadas como parte de una apertura económica más amplia aprobada hace una década.

En enero, Díaz-Canel apretó el gatillo de un plan aprobado hace dos congresos para unificar el sistema dual de moneda de la isla, lo que generó temores de inflación. Después de que la economía se contrajera un 11% el año pasado, también abrió las puertas a la empresa privada que había sido cerrada por la planificación estatal, permitiendo a los cubanos operar legalmente casi cualquier negocio autónomo desde sus hogares.

Pero las autoridades aún tienen que abordar lo que LeoGrande considera el elefante en la habitación: una revisión de las infladas empresas estatales y agencias gubernamentales de las que depende la gran mayoría de los cubanos para sus magros salarios y subsistencia. “Siguen diciendo que requerirán que las empresas estatales sean rentables, pero ahí es precisamente donde hay resistencia porque el sector privado no está creciendo lo suficientemente rápido”, dijo LeoGrande, quien frecuentemente realiza investigaciones en Cuba pero no ha viajado allí desde antes de la pandemia.

“Despedir a muchas personas podría generar problemas sociales y políticos”. Sin duda, es probable que cualquier cambio en Cuba sea lento. La palabra “continuidad” garabateada en rojo se repite varias veces en una valla publicitaria gigante que promociona el congreso del partido y que se erige en la misma Plaza Revolucionaria donde Fidel Castro en su apogeo en las décadas de 1960 y 1970 solía hipnotizar a los cubanos con sus arengas antiimperialistas.

Pero al menos algunos en la isla están haciendo campaña por un cambio más radical. Cientos de artistas, algunos de ellos envueltos en la bandera cubana, han realizado en los últimos meses protestas antigubernamentales. Los principales líderes han tratado de vilipendiar a los manifestantes, acusándolos de ser pagados por exiliados en Miami.

Pero el movimiento ha cobrado impulso gracias a la llegada del servicio de internet móvil hace dos años que ha facilitado la organización de los disidentes. LeoGrande dijo que el descontento que atraviesa la sociedad cubana tiene que ver con los aspectos básicos de la vida diaria, no con la libertad política y, ciertamente, no con los derechos de los artistas de performance a llevar la bandera cubana.

Añade que una amenaza mayor proviene de la enorme desigualdad visible por primera vez con el advenimiento de las tiendas especiales que venden mercancías en dólares a los pocos afortunados que reciben divisas de familiares en el extranjero o que trabajan en lo que, antes de la pandemia, había sido un auge. industria del turismo extranjero. “En la década de 1990, tenía la sensación de que todos estábamos juntos en esto. No hubo consumo de ostentación “, dijo LeoGrande. “Hoy, la desigualdad no solo es peor, sino que también es más manifiesta”.

Como siempre en la historia de Cuba, el comodín es el “Imperio del Norte”, como los incondicionales comunistas se refieren a los Estados Unidos. El congreso de este año, como los dos anteriores, coincide con el aniversario de la invasión de 1961 por exiliados cubanos financiados por la CIA en la Bahía de Cerdos.

El presidente Joe Biden hizo campaña con la promesa de reactivar el deshielo de la administración Obama, que vio a Estados Unidos izar la bandera estadounidense en su embajada en La Habana, cerrada durante años. También trajo un alivio del embargo comercial e impulsó las conexiones aéreas entre los dos países.

La mayoría de esas políticas fueron revertidas por la administración Trump, que en el último minuto incluso declaró a Cuba patrocinador estatal del terrorismo a pesar de haber ayudado a negociar un acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y los rebeldes de izquierda. “Más allá de tratar de aliviar las severas condiciones humanitarias de Cuba eliminando las restricciones de envío y viajes, es probable que la administración Biden sea muy cautelosa al volver a involucrar a Cuba”, dijo Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano en Washington. “Los costos políticos potenciales de hacerlo son mucho más altos que los beneficios”.