Mediterráneo
Emergencia en Lampedusa tras la llegada de 2.128 inmigrantes en 24 horas
El alcalde de la isla pide al Gobierno que actúe rápido para evitar una catástrofe humanitaria en verano
Ningún mandatario italiano se ha librado en los últimos años de este asunto. La inmigración está en el capítulo uno de las obsesiones de este país. Desde el domingo hasta el lunes, más de 2.000 personas llegaron por mar a la isla de Lampedusa, lo que representa la jornada con mayor flujo migratorio en más de dos años. De ellos, cerca de una treintena murieron ahogados, según distintas organizaciones. Ahora, el primer ministro, Mario Draghi, deberá afrontar también este problema. El político y, sobre todo, el humanitario.
En lo que llevamos de 2021, unos 13.000 migrantes han desembarcado en las costas italianas. Desde 2017 no se vivía algo así. La cifra actual triplica a la del año pasado a estas alturas y supera el total de 2019. El incremento tiene repercusión también en el número de víctimas mortales. Cerca de medio millar de personas han fallecido en la ruta del Mediterráneo central, lo que son unas 150 vidas más en comparación con el año anterior. “Los Estados no pueden ignorar sus responsabilidades y obligaciones relativas al Derecho internacional. Necesitamos más medios estatales para la asistencia en el Mediterráneo”, señala Safa Msehli, portavoz de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Alarm Phone, una organización que se dedica a recoger las llamadas de emergencia desde el mar y a avisar a los centros de coordinación para el rescate, informó ayer de que habían contactado con seis embarcaciones en peligro. Perdieron el rastro de todas ellas. Horas más tarde, recogieron un comunicado de ACNUR, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, que informaba de que en una de estas barcas habían encontrado un cadáver y daban por desaparecidas a otras 23 personas. La OIM ya había comunicado anteriormente la muerte de cinco migrantes en otro naufragio.
Cambian las circunstancias, pero la historia se repite tras lo ocurrido hace un par de semanas. En aquella ocasión, unas 130 personas murieron ahogadas después de que su embarcación naufragara tras horas a la deriva en el Mediterráneo. Las ONG denunciaron que las autoridades libias no actuaron, mientras que al único barco humanitario que operaba en esos momentos en la zona -el Ocean Viking de la organización francesa SOS Mediterranée- le indicaron que la operación quedaba en manos libias. Esta vez la mayoría de los migrantes no zarparon de Libia, sino de las costas tunecinas. Las presiones de Roma a Trípoli para que incrementen la vigilancia, pueden haber trasladado el tráfico a Túnez.
En territorio italiano, la primera consecuencia ha sido el nuevo colapso de Lampedusa, una pequeña isla de unos 6.000 habitantes. Los últimos 2.000 migrantes en llegar representan más del doble de la capacidad de su centro de identificación. Este lunes, la llegada de dos barcos italianos en los que estas personas debían permanecer en cuarentena, descongestionó la isla. No se espera tampoco que el ritmo de llegadas siga en niveles tan elevados próximamente, pero las autoridades lamentan la ausencia de una política migratoria estructurada. “Nuestros Gobiernos europeos gestionan los desembarcos solo como algo incómodo, no como un fenómeno global”, denuncia el alcalde de Lampedusa, Salvatore Martello.
Durante años, la política italiana ha consistido en financiar a las autoridades libias para descargar en ellos la responsabilidad. Tampoco la Unión Europea, que empujó a Italia a actuar de esta forma bilateral, se ha implicado en mayor medida. Los socialdemócratas del Partido Democrático (PD) firmaron estos acuerdos en Trípoli. Aunque quien más elevó la tensión fue el ultraderechista Matteo Salvini, que en su etapa como ministro del Interior, impidió la entrada a puerto de cientos de rescatados en el mar. Él defendía tener una estrategia firme, pero sobre todo entonces reinó la improvisación.
Ahora, Salvini ha sido de los primeros en elevar el tono. “Los números dicen que han llegado en un día el doble de clandestinos que desembarcaron en todo el mes de mayo cuando yo era ministro. Y, además, tenemos la covid. No podemos permitirnos invitar a turistas de medio mundo a una isla que cada día ve millares de desembarcos, no es serio”, manifestó. Mientras, la ultra y opositora Giorgia Meloni, que ya casi lo alcanza en las encuestas, lo pasa por la derecha pidiendo bloquear las salidas en origen.
Hoy la Liga de Salvini comparte Gobierno con otras fuerzas políticas, como el PD, en el Ejecutivo de unidad de Mario Draghi. Si las fricciones en la gestión de la pandemia y la aplicación de las restricciones ya han dejado en evidencia las discrepancias, la inmigración promete elevar la tensión. Draghi de momento no se mueve, esperando que el número de desembarcos le conceda una tregua
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