Relaciones diplomáticas

El débil hilo que une Bielorrusia con España

Los intercambios comerciales con España son meramente testimoniales y nuestro país no tiene ni tan siquiera embajada en Minsk

Bielorrusos contrarios a Lukashenko se han manifestado este fin de semana por toda Europa
Bielorrusos contrarios a Lukashenko se han manifestado este fin de semana por toda EuropaTIAGO PETINGAEFE

Boris Yeltsin, primer presidente de la Rusia democrática, declaró a su país como heredero de la Unión Soviética, un hecho que no solo le reportó beneficios materiales y de identidad, sino también la adquisición de una deuda económica que tuvo que seguir pagando hasta hace cuatro años. Van quedando pocos rincones puramente soviéticos en la Rusia de hoy y los que permanecían hasta hace poco se han ido transformando en lugares más acordes estéticamente con los de este país modernizado en tiempo récord.

Dicen los nostálgicos de la URSS que pueden reconocerla todavía hoy paseando por las ciudades bielorrusas que, con el paso de los años, han rechazado transformarse, decidiendo conservar esa esencia de la potencia a la que pertenecieron. La relación entre Minsk y muchos países occidentales es, hoy en día, como la de la época soviética, casi inexistente.

Los intercambios comerciales con España son meramente testimoniales y nuestro país no tiene ni tan siquiera embajada en Bielorrusia, que depende a todos los efectos de nuestra representación diplomática en Moscú, a más de 700 kilómetros. El propio Estado bielorruso abrió su embajada en Madrid en el año 2018 intentando reactivar unas relaciones cordiales pero de poco peso.

Las protestas del pasado mes de agosto, tras la reelección de Aleksandr Lukashenko en los comicios presidenciales y la detención del activista opositor bielorruso, Roman Protasevich, y su novia, Sofia Sapega, el pasado día 23 han colocado a esta casi olvidada ex república soviética en los titulares de medio mundo, cuando el vuelo en el que viajaban el periodista opositor bielorruso y su pareja, que cubría la ruta Atenas-Vilna, fue desviado al aeropuerto de Minsk aprovechando que sobrevolaba el espacio aéreo bielorruso.

Según fuentes de esa ex república soviética apoyadas por el propio presidente Lukashenko, se recibió una amenaza de bomba en forma de correo electrónico firmado por el grupo terrorista Hamás, lo que obligó al ministerio de Defensa bielorruso a enviarun caza MiG-29 con el fin de escoltar al avión, con 120 pasajeros, al aeropuerto de la capital “para garantizar la seguridad” de todo el pasaje y del país, ya que la aeronave volaba muy cerca de la central nuclear de Astravets.

Una vez en Minsk, el avión de la compañía irlandesa Ryanair fue desalojado y el activista y su novia detenidos, ambos acusados de organizar las masivas movilizaciones que tuvieron lugar en Bielorrusia el pasado mes de agosto. Roman Protasevich, que se encontraba exiliado en Lituania desde 2019, se enfrenta a varios cargos graves, entre ellos el de incitación al desorden público y al de odio social, por los que podrían condenarlo a más de 12 años de prisión.

Si se le declarase culpable de un delito de terrorismo podría ser condenado a la pena de muerte. A las peticiones internacionales para la excarcelación del disidente se han sumado las sanciones impuestas por la Unión Europea sobre el veto del uso de su espacio aéreo y la promesa de Washington de tomar sus propias medidas en contra del régimen bielorruso, acorralando a un presidente Lukashenko que no ha dudado, una vez más, en pedir ayuda a Moscú.

El encuentro del pasado viernes con Vladimir Putin ha dado un respiro al presidente bielorruso, consciente del apoyo de su vecino ruso e ignorante de la situación comprometida en la que ha metido al Kremlin, a poco más de dos semanas de la cumbre entre Putin y Biden, a celebrar en Ginebra. Mientras algunos países, como los Bálticos o Polonia, presionan a Bruselas para aumentar las sanciones, los opositores bielorrusos residentes en Europa llevaron a cabo este fin de semana una serie de manifestaciones de apoyo a Protasevich.