Mafia
Clamor en Italia por dejar en libertad al sanguinario mafioso Giovanni Brusca, asesino del juez Falcone
Está considerado uno de los criminales más peligrosos de la historia reciente del país
A las 17:57 horas del 23 de mayo de 1992, el coche de Giovanni Falcone saltó por los aires. Unos años antes, el juez antimafia había puesto en marcha el llamado ‘Maxiproceso’, el mayor juicio contra la Cosa Nostra jamás realizado en la historia de Italia. Cientos de capos, incluidos la mayoría de los grandes líderes, no sólo pasaron por el banquillo, sino que fueron condenados.
Falcone quedó, desde ese momento, en el punto de mira de la mafia, que llevaba tiempo declarándole la guerra al Estado. Corrían los rumores del desembarco en Sicilia de algunos de sus criminales más efectivos. El elegido para coordinar el comando era Giovanni Brusca, uno de sus mejores ejecutores. Brusca, natural de San Giuseeppe Jato, un pequeño pueblo en la provincia de Palermo, conocía bien el terreno. Colocaron 500 kilos de dinamita en la carretera que llega al aeropuerto y a la hora precisa, él apretó el detonador. Junto a Falcone, fallecieron su mujer, Francesca Morvillo; y los escoltas Vito Schifani, Rocco Dicillo y Antonio Montinaro. Ahora, 29 años después de aquello, Brusca acaba de salir de prisión por última vez.
El mafioso, conocido como ‘U verru’ (el cerdo, en dialecto siciliano) fue arrestado en 1996. Su liberación se produce tras 25 años en la cárcel, después de una mínima reducción de condena. En Italia no existe la cadena perpetua, por lo que el máximo de años que un reo puede pasar a la sombra son 26 años sin que se revise la pena. Brusca comenzó a colaborar con la Justicia en 2000, de modo que ha conseguido la libertad definitiva poco antes de llegar a este límite. Las confesiones del asesino fueron cruciales en la posterior lucha contra la mafia, a la que las autoridades se entregaron por completo a partir de ese momento. Sin embargo, su foto abandonando el penal romano de Rebibbia, con camisa, barba y buen aspecto han levantado viejas heridas en el país.
Los primeros en lamentar la liberación del capo fueron los familiares que aún quedan del juez Falcone. Su hermana, Maria Falcone, que suele ejercer como portavoz, dijo: “Humanamente, es una noticia que me duele, pero ésta es la ley; una ley, que, por otra parte, quiso mi hermano y hace falta respetar”. Desde la política, no obstante, hubo menos matices y más demagogia. “Después de 25 años de cárcel, el líder mafioso Giovanni Brusca queda libre. No es ésta la justicia que los italianos se merecen”, tuiteó el secretario de la derechista Liga, el ultra Matteo Salvini. También otros líderes políticos se sumaron a esta línea. Si bien, desde el ámbito judicial y las asociaciones antimafia consideran que el cumplimiento de la ley realmente representa una victoria para el Estado.
Brusca confesó ser el asesino material de unas 150 personas, incluido Giuseppe di Matteo, un pequeño de 13 años, a quien disolvió con ácido por ser hijo del mafioso arrepentido Santino Di Matteo. Pero, sin duda, su pieza mayor fue el juez Falcone. Brusca apretó el detonador bajo las órdenes del gran jefe Totò Riina, el más sanguinario de los líderes de la Cosa Nostra, que murió en la cárcel en 2017, en régimen de máximo aislamiento. Para los misterios de la crónica negra italiana quedará el papel que pudo tener el Estado, que supuestamente negoció con Riina en secreto. El otro personaje que quizás pudiera revelar algo de todo aquello se llamaba Giulio Andreotti, fue siete veces primer ministro y también descansa en el cementerio.
En un primer momento, Brusca trató de confundir a los jueces con pistas falsas, como suelen hacer los mafiosos tras ser detenidos. Pero pronto entendió que ese no era el camino si quería obtener algo a cambio y empezó a revelar secretos de la estrategia de Riina para atacar al Estado. Lo conocía bien, porque era uno de los hombres de máxima confianza del gran capo, de esos que nunca fallaban. El atentado contra Falcone, que ya se había librado en otras ocasiones, quedó detallado en su parte operativa, aunque nunca se supo si hubo otras motivaciones ocultas.
Tras ello, el comando de Brusca debía asesinar al político democristiano Calogero Mannino, pero la operación se paralizó, porque había que dar prioridad a otra de mayor envergadura: el asesinato del juez Paolo Borsellino, compañero inseparable de Falcone. Ahí cambió todo. Brusca dio indicios de la colaboración de la mafia con el Estado, cuya pista siguieron los fiscales. Realmente, nunca se pudo comprobar nada concreto. Brusca también hizo esta vez su parte, aunque los principales responsables estaban en otros lugares.
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