Terremoto en el Gobierno israelí

Bennet sufre su primer gran revés

El Parlamento israelí rechaza prorrogar la controvertida ley sobre la reunificación de las familias palestinas. La oposición, liderada por Netanyahu vota en contra para poner al nuevo Gobierno contra las cuerdas

El primer ministro israelí, Naftali Bennett, flanqueado por su ministro de Finanzas y el de Justicia
El primer ministro israelí, Naftali Bennett, flanqueado por su ministro de Finanzas y el de JusticiaPOOLREUTERS

La tardía y bronca votación durante la madrugada del martes en la Knesset supuso el primer gran revés para el Ejecutivo de rotación de Naftali Bennet y Yair Lapid. En el pleno se votaba la renovación anual de la conocida como «ley de reunificación», aprobada bajo pretextos de seguridad al inicio de la Segunda Intifada, y que sirve para prevenir la reunión de matrimonios y familias palestinas separadas por la verja divisoria entre Israel y Cisjordania.

La ley es considerada por algunos como medida innecesaria y dañina para los derechos humanos de miles de familias. En la derecha, no obstante, la perciben como un garante para salvaguardar la seguridad nacional y evitar perder la batalla demográfica con los palestinos. Antes de la sesión,los ocho partidos que apoyan la coalición liderada por Bennet llegaron profundamente divididos por sus discrepancias ideológicas. De antemano, la izquierda de Meretz y el islamista Ra’am alertaron que votarían en contra de renovar la polémica legislación.

La oposición, liderada por el Likud del ex «premier» Benjamin Netanyahu, finalmente cumplió su amenaza: votó en contra y tumbó la medida, a pesar de ir directamente en contra de sus postulados. Por ello, Naftali Bennetacusó al Likud de «dañar la seguridad del país a propósito», ya que antepuso su interés por desestabilizar al nuevo Ejecutivo.

«Lo hicieron por su frustración. Quienes votaron en contra escogieron la política sucia en lugar del beneficio de los ciudadanos israelíes, y deberán responder por sus actos», añadió el líder de Yamina. Y refiriéndose a Amichai Chikli, un diputado díscolo de su formación que se pasó a la oposición y cuyo voto fue clave para el fracaso, espetó: «Está confundido, ya que una hora antes de votar aseguró que bajo ninguna circunstancia permitiría abrir las puertas para la entrada masiva de palestinos».

Empate a 59

La votación terminó en empate a 59 votos, lo que supone que la ley quedará por ahora paralizada. En el último minuto, Bennet logró convencer al flanco izquierdista y al partido árabe de la coalición. Les prometió que se reduciría a seis meses la renovación de la ley de reunificación, y que se legalizaría de facto el estatus de 1.600 familias palestinas en Israel, además de revisarse otros 9.700 casos que requieren de permisos militares.

Si bien hay quien consideró esta sesión como una primera moción de confianza informal al tándem de Bennet y Lapid, ningún resultado hubiera tumbado al Gobierno. Para ello, se requiere convocar un pleno especial, y el apoyo de al menos 61 diputados a un candidato alternativo.

La ministra de Interior, Ayelet Shaked, ya avanzó que la coalición traerá la ley a votación nuevamente el próximo martes. Con ello, el primer ministro espera «arreglar el asunto y presentarle al público buenas soluciones».

Respecto al movimiento del Likud, los partidos ultraortodoxos y la extrema derecha «Sionismo Religioso», que a priori apoyan la medida pero votaron en contra, se les acusó desde Yamina de ser «buena gente, que fue forzada a votar en contra de su ideología para dañar la seguridad de Israel».

La ley en cuestión fue aprobada en 2003, en plena oleada de ataques terroristas palestinos. Desde que se permitió la reunificación de familias palestinas en 1993, se había otorgado la residencia israelí a unos 130.000 residentes de Cisjordania. Se temía que cada década otros 200.000 palestinos podrían lograr el equivalente a un DNI en el estado judío. Ante ello, el centrista Lapid, que reconoció que la ley supone un prejuicio para muchas familias de buena fe, apuntó que «es una herramienta para garantizar la mayoría judía del Estado».

Desde el Shin Bet –servicio secreto interno–, justificaron que «el principal peligro de las reunificaciones familiares recae en el potencial de reclutamiento (de quienes obtienen nacionalidad israelí) por parte de grupos terroristas, y su alto potencial de actuar como lobos solitarios».

“Naftali, perdiste el rumbo”

En la bancada opositora, analizaron el resultado de la votación como una prueba de «la naturaleza problemática de un Gobierno que no tiene una clara mayoría sionista». Y presionaron al nuevo «premier»: «Naftali (Bennet), perdiste el rumbo, pero todavía no es demasiado tarde. Estás a tiempo de establecer un Gobierno plenamente derechista, tal como prometiste».

En respuesta a las acusaciones de Bennet hacia Netanyahu, el Likud apuntó que «quien formó una coalición débil con apoyo de la extrema izquierda no puede venderse como alguien que cuida la seguridad nacional». Y agregaron: «Escogió ignorarnos, y en su lugar están vendiendo la tierra de Israel».

Fuentes internas de la coalición apuntaron que los ataques del Likud sirvieron para limar asperezas entre el heterogéneo bloque de Gobierno. «El hecho de que llegaran finalmente a un acuerdo (para reducir la renovación de la ley tan solo a seis meses), prueba que queremos seguir trabajando juntos y mantener el Gobierno».

Desde el centrista Yesh Atid opinaron que «el Likud, que mantuvo paralizado el país durante dos años, priorizó nuevamente sus intereses partidistas».