Afganistán

Biden admite el apogeo talibán: “Acabamos la guerra más larga de la historia”

El presidente de Estados Unidos niega que sea inevitable la reconquista de los integristas islámicos y confía en el papel de las fuerzas afganas a pesar de las derrotas

El presidente defendió que las tropas estadounidenses no debían estar allí de forma permanente. EFE
El presidente defendió que las tropas estadounidenses no debían estar allí de forma permanente. EFETOM BRENNER / POOLEFE

«Acabamos la guerra más larga de la historia», dijo Joe Biden, pero negó que sea inevitable que los talibanes conquisten el país. Alabó a las fuerzas armadas afganas, fuertemente pertrechadas por los Estados Unidos.

El presidente defendió que las tropas estadounidenses no debían estar allí de forma permanente. Biden también anunció que los efectivos militares dejarán el país antes del 11 de septiembre. De hecho la retirada podría ser casi total a finales de agosto.

En su opinión hace tiempo que la situación cumple con los dos objetivos prioritarios fijados hace veinte años, acabar con Osama Bin Laden, responsable de los atentados de 2001, y liquidar la capacidad operativa de Al Qaeda en la región. La misión estaría incumplida. «Logramos esos objetivos», dijo, «por eso fuimos. No fuimos a Afganistán para construir una nación, y es el derecho y la responsabilidad del pueblo afgano solo decidir su futuro y cómo quieren administrar su país».

Pero los reporteros insistieron. El sentir general es que el país puede degenerar en una guerra civil y que los talibanes pasarán a cuchillo a todos los partidarios de Estados Unidos y sus aliados. También hubo quien preguntó si creía que la situación tenía comparación con lo vivido en Vietnam, pero Biden negó que los talibanes sean comparables en términos operativos al vietcong o que el mundo acabe viviendo escenas como la del techo de la Embajada de Estados Unidos en Saigón.

Con su discurso y posterior rueda de prensa Biden zanjó la promesa que ya hizo en abril. Estados Unidos deja Afganistán después de dos décadas de combate. Tampoco quiere que el país se sienta responsable del futuro de los afganos. Entiende que la responsabilidad le corresponde a los ciudadanos del país, que deberán de decidir si siguen enfrentándose a la bestia y, en última instancia, si apuestan por la democracia o la teocracia. Sus palabras llegan después de que la pasada semana las tropas de Estados Unidos abandonaran la legendaria base aérea de Bagram.

Pero la salida de Bagram no es el último capítulo, sino el prólogo del mismo. Todavía quedan varios cientos de militares, encargados de defender la embajada de Estados Unidos en Kabul, mientras el país sigue enredado en un conflicto inacabable. De un lado está el gobierno, apoyado por Estados Unidos y sus países aliados, que defienda la posibilidad de un futuro en democracia a pesar de las sospechas de nepotismo y las acusaciones de corrupción.

Del otro llegan los talibanes, que nunca se fueron, con todo su menú coránico enemistado con la sociedad liberal y el Estado de derecho, partidarios de aplicar la sharia y nostálgicos del medievo. En la combinación hay que añadir a los señores de la guerra del norte, siempre dispuestos al negocio bélico, así como el cultivo de adormidera y el tráfico de opio, fuente esencial de las economías de unos contendientes que llevan casi medio siglo enzarzados en una guerra interminable.

Primero contra la Unión Soviética y posteriormente contra Estados Unidos. Hace ya veinte años que, tras los atentados contra Nueva York y las Torres Gemelas, el entonces presidente, George W. Bush, ordenó la invasión del país. Bin Laden fue asesinado con Barack Obama en la Casa Blanca y Donald Trump pactó la salida de Estados Unidos tanto con el gobierno de Afganistán como con los talibanes.

Pero diga lo que diga la inteligencia militar estadounidense y sostengan lo que sostengan tanto el presidente Biden como el Pentágono lo cierto es que los talibanes han conquistado un cuarto del país en apenas dos meses. No en vano el general Austin S. Miller, jefe de la retirada, comentó hace unos días que la situación ha empeorado. Defendió que de momento cuenta con recursos para sostener al ejército afgano, pero rechazó opinar sobre lo que pueda ocurrir a partir de ahora.

«No quiero especular sobre qué aspecto tendrá ese (apoyo) en el futuro», dijo. De fondo, en todos los noticieros, el paisaje de un Afganistán donde los vehículos estadounidenses abandonados se superponen a los augurios de un conflicto más cruento e inminente. A Biden también le preguntaron si habrá algún gesto, alguna fotografía, alguna imagen icónica que zanje lo vivido. Pero negó cualquier posibilidad de épica. «No vamos a tener un momento de celebración, un momento de misión cumplida. Es una guerra de 20 años que no ha sido ganada militarmente», afirmó.