Opinión

Romper el dique de la dictadura en Cuba

El papel de los Estados Unidos y de la administración Biden resulta fundamental en la resolución de la crisis cubana

Vista general de una tradicional calle en la habana vieja hoy, en La Habana (Cuba)
Vista general de una tradicional calle en la habana vieja hoy, en La Habana (Cuba)Ernesto MastrascusaEFE

«Cuando la crisis interna del sistema totalitario crece tanto que se torna evidente para todos (…) De repente, el rey queda desnudo y la misteriosa y radiante energía que se desprende del lenguaje libre y las acciones libres se vuelve más poderosas que el más fuerte ejército, fuerza policial u organización partidaria, más fuerte que el mayor poder de una economía dirigista y devastadora, que los esclavizados y controlados medios de comunicación, los propagadores del engañoso lenguaje de la utopía oficial», afirmó en 2002 Václav Havel, primer presidente de la República Checa.

Tras 60 años de férrea dictadura, el régimen cubano transita uno de sus momentos más delicados. Días atrás, imágenes inéditas se viralizaban en redes sociales: protestas en las ciudades principales de la isla e incluso personas quemando la imagen de Fidel Castro en plena calle, le imprimían optimismo al mundo libre. En respuesta, la represión de los esbirros y la inteligencia cubana no se hizo esperar, la reaparición de Raúl Castro en la reunión del buró político del partido comunista confirma que la revolución cubana, después de seis décadas, se encuentra en terapia intensiva.

En esta coyuntura, el papel de los Estados Unidos y de la administración Biden resulta fundamental. El alcalde de Miami, Francis Suárez, afirmó que una invasión militar en la isla no debe descartarse. Parece improbable que la Casa Blanca contemple dicha opción. Sin embargo, la participación de cualquier otra índole parece estar asegurada. Por ejemplo, trabajo de inteligencia, ayuda económica al liderazgo democrático y asesoría para una movilización más eficaz en las calles.

De todas maneras y con la ayuda de los norteamericanos, el gran protagonista de esta posible y difícil gesta, es la propia ciudadanía cubana. El hartazgo, también producto de la pandemia, es de tal magnitud, que como afirma Havel en ese discurso de 2002, se ha desatado en las calles una «misteriosa y energía radiante», una con tal fuerza, que podría devenir en el desenlace definitivo, ese que termine por romper el dique de la dictadura más longeva del mundo occidental.

Durante estas horas, mucho se ha comentado que una caída del régimen cubano le «propinaría un golpe de gracia» a la dictadura venezolana. No parece tan sencilla la fórmula; la complejidad de la crisis venezolana supera ya el apoyo de Cuba. El narcotráfico, las bandas armadas en la frontera con Colombia, la presencia de guerrilla colombiana y su colusión con el chavismo, además del apoyo de Rusia, Irán y China, hacen pensar que lo que ocurre en Cuba quizás no pertenece a otro tablero pero sí a una realidad poliédrica y más compleja.

Si la revolución cubana cae, será probablemente la noticia más descollante de los últimos años en América Latina. La esperanza no solo pervive en la inmensa mayoría de los cubanos, sino en la mayoría de hombres y mujeres de Latinoamérica que sueñan con ver a Cuba viviendo en libertad y democracia.

Alejandro G. MOTTA NICOLICCHIA

Socio director y fundador de Thinko Consulting

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@mottafocus