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Testigo directo de la riada: «Todo estaba destrozado como en una guerra»

Agnes Werner contempló cómo el agua anegaba Stolberg, su pequeño pueblo de 56.000 habitantes

Pilas de coches y escombros en la localidad alemana de Bad Neuenahr-ahrweiler
Pilas de coches y escombros en la localidad alemana de Bad Neuenahr-ahrweilerFRIEDEMANN VOGELEFE

La maestra Agnes Werner estaba en su casa en Stolberg (Renania del Norte-Westfalia) cuando, después de varios días de tormenta, se fue la luz. El teléfono no funcionaba, internet tampoco. «Nunca me imaginé que durante la noche pudiera pasar una catástrofe de tal magnitud, una catástrofe total». Desde su ventana atisbaba a ver el río de agua en que se había convertido la calle, pero su casa, situada en una colina, tuvo la suerte de esquivar la tromba de agua que ha hundido todo el centro de la localidad de 56.000 habitantes.

«Todo destrozado, como en una guerra... como en una guerra». Aún sigue sin palabras, después de que el jueves bajase al centro a ayudar a sus vecinos. «Ni una calle ha quedado que se pueda transitar con el coche o con el tranvía». La ayuda está llegando, asegura, mientras explica que no pueden beber el agua del grifo porque está demasiado sucia y que sus vecinos, colina abajo, estarán sin agua corriente, con suerte, dos semanas.

Lo que más le preocupa es el futuro de la ciudad. «Ahora no sabemos si muchos de los negocios que hay aquí volverán a abrir y la mayor fábrica del pueblo se especula que podría trasladar su producción». Un pueblo pequeño, situado en el valle del río, que ya sufría la despoblación, en el que muchos de sus vecinos tendrán que plantearse si invertir de nuevo en sus viviendas o iniciar una nueva vida en otro lugar por miedo a inundaciones futuras. Mientras, buena parte de los afectados duermen en el pabellón de deportes y en las escuelas.

«Nunca jamás he visto en mi vida imágenes más horrorosas», asegura acongojada. El Ejército ha llegado con tanques para mover los edificios y los vehículos. «Había un coche en un tejado... tantos coches demolidos por todas partes». Al parecer, poco después de la riada, en el pueblo hubo saqueos. Ella lo ha oído y ha salido en las noticias, dice. En las cuatro décadas que vivió en Stolberg nunca pensó que les pudiese pasar algo parecido.

A unas dos horas de camino en coche hacia el sureste, en Renania-Palatinado, también se sucedían las inundaciones. «Por más que tapones la entrada de la casa con sacos de arena, ante la avalancha de agua eso no sirve para nada», explica la española Isabel Bramona a LA RAZÓN. La administrativa y profesora de español reside desde hace una década en Mayen, «El miércoles fue horroroso». El centro del pueblo, por el que pasa el río Nette, un afluente del Rin, se vio inundado por una tromba de agua. «Dentro de lo que cabe, nuestro pueblo no se ha visto tan afectado, como en otros sitios, más cerca de Bélgica, donde hubo incluso casas o carreteras destrozadas».

Una cosa positiva sí ve Isabel: «La cultura del voluntariado que hay aquí, que han estado desde el primer momento trabajando en las reparaciones, los rescates». Muchos jóvenes de la región, que asegura han rescatado a varias personas en residencias de la tercera edad. «Están recogiendo ropa, comida, dinero... pero faltan otras cosas como generadores de luz y máquinas para secar los muros». En su casa solo se fue la luz, por estar a dos kilómetros del río, pero tiene conocidos que “se tuvieron que ir de casa con cuatro cosas y llevan días durmiendo en albergues improvisados”.