Programa espía Pegasus

Ciberataque masivo contra la democracia mundial

Más de veinte países han espiado a miles de periodistas, activistas, políticos y empresarios a través de sus móviles gracias a un software israelí, según una investigación internacional

Montaje en un teléfono con un símbolo de WhastApp
Montaje en un teléfono con un símbolo de WhastApplarazon

«Es la constatación de un espionaje planetario, un gran crimen mundial. Una bomba atómica». Así describió el colectivo Forbidden Stories (historias prohibidas), la filtración masiva del espionaje a miles de números de teléfono de todo el mundo. Mediante el envío del software malicioso Pegasus, creado por la compañía israelí NSO, se infectaron teléfonos móviles de activistas de derechos humanos, políticos o periodistas, y toda su valiosa información quedó al descubierto.

El polémico sistema fue usado por los gobiernos de Arabia Saudí, Marruecos, India, Azerbaiyán o Ruanda. «La democracia global está siendo atacada», denunció el colectivo de 80 periodistas que reveló el caso, y cuya investigación ha sido publicada en 17 cabeceras internacionales, que incluyen al «Washington Post», «The Guardian», «Le Monde» o «Haaretz». Pegasus ya ha actuado en unos 50 países, y la lista podría seguir creciendo. El software funciona mediante el envío de un enlace al dispositivo, y una invitación a pinchar en él. Así, se logra el acceso a la información del teléfono: chats de mensajería, imágenes y agenda de contactos.

Además, permite captar conversaciones por el micrófono, e incluso activar la cámara para grabar vídeo. Así, por ejemplo, el Ejecutivo de Viktor Orban en Hungría espió a periodistas, abogados y al menos a un político. Meses antes del asesinato del periodista saudí crítico Jamal Khashoggi, los teléfonos de sus colegas cercanos fueron infiltrados. Se especula con que Pegasus habría tenido un rol destacado en su asesinato en la Embajada saudí en Turquía. Según apunta la investigación, un total de 180 reporteros en todo el mundo fueron espiados por sus respectivos gobiernos.

Cuando la periodista azerbayana Khadija Ismayilova se percató que estaba siendo rastreada –tras años investigando a la familia Aliyev, que gobierna el país rico en petróleo– se sintió «culpable por todos los mensajes que mandé. También por todas las fuentes que me mandaron información, pensando que los canales eran seguros. No sabía que se colaron en mi teléfono». Omar Radi, periodista de investigación en Marruecos, declaró que «vivo en un estado policial. Tienen todo: mis mensajes, fotos, saben toda mi vida».

Lleva años siendo perseguido por revelar casos de corrupción política, y por su apoyo a las protestas antigubernamentales en la región del Rif. «Me arrestaron por cubrir las protestas, y me mandaron cuatro meses a la cárcel». Gracias a un informe que aportó Amnistía Internacional (AI) al colectivo Forbidden Stories, descubrieron que el móvil de Radi fue atacado por Pegasus. Claudio Guarnieri, director del laboratorio de seguridad de AI, explicó que «una vez se infecta el teléfono, está todo perdido. Tienen la habilidad de hacer operar el dispositivo en tu contra».

Muchos de los reporteros perseguidos fueron víctimas de amenazas judiciales, calumnias y detenciones. Varios, como Ismayilova, huyeron de sus respectivos países. Pero ni eso le sirvió: desde su residencia temporal en Ankara, se percató que seguía siendo espiada por su Gobierno. «Las revelaciones demuestran que esta tecnología ha pasado a ser una herramienta central de gobiernos autoritarios y agencias que actúan en su nombre», destacó «Haaretz». Tras la revelación periodística, la firma NSO se limitó a comunicar que «tomaremos todos los pasos razonables para prevenir y mitigar el riesgo de mal uso de nuestros productos». Esta empresa privada israelí siempre alegó que su software se usaba exclusivamente para perseguir el crimen cibernético y actividades terroristas. Incluso lo definió como un «salvavidas». El sistema malicioso de NSO también fue adquirido por Emiratos Árabes Unidos o Bahréin, que el año pasado sellaron la normalización de relaciones con Israel.

Forbidden Stories obtuvo una lista de por lo menos 50.000 números de teléfono que podrían haber sido infiltrados. Para comprobarlo, accedieron a 12 dispositivos de periodistas que figuraban en el listado, y certificaron que hubo accesos externos. Así ocurrió con el reportero húngaro Szabolcs Panyi, que andaba tras dos grandes historias cuando su teléfono fue contaminado por Pegasus. «En este país hay quien considera que un periodista es sospechoso de terrorismo», dijo.

El país con mayor cifra de números de la lista es México, con 15.000, y donde al parecer se espió a políticos opositores, activistas que investigan una desaparición masiva, o la viuda de un periodista local asesinado. Le siguen en la lista países de Oriente Medio como Arabia Saudí o Emiratos cuyas víctimas son también informadores y disidentes. Mientras, la empresa NSO, creadora de Pegasus, rechazó las «acusaciones fraudulentas» de esta investigación y subrayó que sus productos sirven «para salvar vidas e impedir crímenes y atentados terroristas».