Ultra izquierda

Castillo se lanza al extremismo y provoca su primera gran crisis en Perú

El nuevo presidente nombra un primer ministro acusado de enaltecer a Sendero Luminoso y entierra su crédito en solo un día en el cargo

El nuevo presidente de Perú, Pedro Castillo, saluda después de encender un cáliz en honor a las víctimas del coronavirus en una base militar en Lima, Perú
El nuevo presidente de Perú, Pedro Castillo, saluda después de encender un cáliz en honor a las víctimas del coronavirus en una base militar en Lima, PerúPresidency of Peru / HANDOUTEFE

Solo tardó 24 horas. Al día siguiente de haber sido solemnemente investido como presidente de Perú, Pedro Castillo olvidó todas sus promesas de moderación y nombró un gobierno de orientación radical que hizo saltar todas las alarmas y provocó la primera gran crisis de su presidencia.

Castillo sorprendió al designar como primer ministro a Guido Bellido, un congresista sin apenas experiencia de gestión, alineado con las tesis de ultraizquierda y al que la Fiscalía investiga por un posible delito de apología del terrorismo después de que se conociera que había participado en actos de homenaje a una histórica integrante de Sendero Luminoso, el grupo terrorista que regó de sangre Perú en las dos últimas décadas del siglo XX y cuyo recuerdo supone aún un trauma nacional. Bellido, además, evitó condenar las acciones de Sendero en un programa de televisión.

Había expectación por saber los elegidos por el nuevo presidente. La composición de su gobierno debía ser su primer mensaje político de calado. Y no pudo ser más desalentador para quienes temen que empuje al país por la senda del autoritarismo. La elección de Bellido se interpretó como un triunfo del ala radical de Perú Libre, el partido del presidente, y de Vladimir Cerrón, exgobernador del Departamento de Junín, inhabilitado por corrupción, quien realmente maneja los hilos en la formación.

En una jornada marcada por la confusión, Bellido juró su cargo en la Pampa de Quinua, cerca de donde en 1824 se libró la histórica batalla de Ayacucho contra los españoles, un nuevo indicio de la parafernalia anticolonial que Castillo ya dejó clara en su discurso inaugural ante, entre otros, el rey Felipe VI de España.

Un Congreso en contra

Pero, a juzgar por la reacción en la opinión pública y el resto de fuerzas políticas, el nuevo gobierno murió antes de nacer. El Partido Morado, del presidente saliente, Francisco Sagasti, uno de los que defendió a Castillo ante las acusaciones de fraude de Keiko Fujimori, adelantó en un comunicado que votará en contra en el Congreso: “El equipo de Gobierno del presidente Pedro Castillo no puede estar liderado por una persona que no cree en la democracia, los derechos humanos, y la lucha contra la corrupción y el terrorismo”.

Idéntico rechazo expresaron otras fuerzas, incluida la izquierda moderada de Nuevo Perú, a la que se veía como uno de los pocos grupos dispuestos a apoyar a Castillo en su difícil misión de sumar mayorías en un Congreso en el que solo cuenta con 37 de los 130 escaños. Todo indica que el Congreso tumbará al gobierno neonato, lo que agravará la crisis política e institucional en Perú, que ha tenido cuatro presidentes desde 2017.

Pero tanto como la elección del repudiado Bellido al frente del gobierno, llamaron la atención las ausencias. La cartera de Economía y la de Justicia y Derechos Humanos quedaron vacantes. En Economía se daba por segura la designación del respetado economista liberal Pedro Francke, que durante la campaña se presentó como portavoz económico de Castillo y se esforzó en tranquilizar a los inversores ante el temor a posibles reformas radicales y expropiaciones.

A Francke se le vio el jueves salir solo y cabizbajo del Teatro Nacional de Lima, donde se juramentaron los nuevos ministros, entre rumores de que finalmente se había negado a formar parte de un gobierno de ultras de izquierda.

“El alejamiento de Francke dilapida irresponsablemente la credibilidad que con mucho esfuerzo ganó el presidente electo ante los actores económicos”, señaló Martín Tanaka, investigador del Instituto de Estudios Peruanos.

El mutis sin relevo de Francke alientan las sospechas de que todo es radicalismo e improvisación en Perú Libre. Para la mayoría de observadores, dejó claro que quien manda es Cerrón y que Castillo dilapidó su capital político en solo un día al enajenarse el apoyo de los moderados y cerrar la puerta a todo entendimiento con otras fuerzas.

Pero el desenlace al último capítulo en el drama político peruano podría ser todavía peor. Si, como parece inevitable, el Congreso tumba el nuevo gobierno, Castillo podrá presentar un nuevo gabinete. Si su propuesta es rechazada por segunda vez, la Constitución le faculta para disolver el legislativo.

Esto llevaría a unas elecciones legislativas en las que, con una nueva mayoría, Castillo podría impulsar la reforma constitucional que fue su promesa estrella de campaña y para la que no cuenta con apoyos. Aunque visto el rechazo general que ha provocado en su primer día de presidente, cuesta imaginar que Perú Libre logre aumentar sus apoyos en las urnas.

La otra posibilidad, que empieza a tomar forma aceleradamente, es que sea el Congreso el que actúe contra Castillo y promueva la llamada vacancia para sacarlo de la presidencia, como ya hiciera con sus predecesores Martín Vizcarra y Pedro Pablo Kuczynski.

Sea como sea, Perú vuelve a la incertidumbre. La fragmentación extrema impide forjar los acuerdos necesarios para desbloquear la situación y quien debiera liderar esa búsqueda, el presidente Castillo, no tiene el interés o la inteligencia para hacerlo. Bienvenidos al castillismo, bienvenidos al caos.