La mayor explosión no nuclear
Cuando Beirut saltó por los aires
La indignación de los libaneses por la falta de investigaciones y culpables marca el aniversario de la devastadora explosión
El 4 de agosto de 2020 se prendió un incendio en el puerto de Beirut. Finbar Anderson, corresponsal del digital estadounidense The National, preparó su equipo de video para ir a filmar. Parecía una historia relevante, y vivía muy cerca del lugar. Instantes después, llegó el “boom”: un brutal estallido que hizo trizas su apartamento, y lo dejó gravemente herido por los fragmentos de vidrio que lastimaron todo su cuerpo. Sangrando y aturdido, logró salir al exterior. Y se topó con el caos.
Un año después de la explosión, causada por 552 toneladas de nitrato de amonio acumuladas en un almacén, este periodista y los libaneses siguen buscando respuestas y responsabilidades, en una tragedia que costó más de 200 muertos y miles de heridos. Vecindarios enteros quedaron derruidos en segundos. Inicialmente, Anderson especuló que podría haber sido un atentado terrorista en la cafetería del barrio. Pero al ver la cantidad de coches aplastados, montañas de runas y ambulancias a toda prisa circulando por la ciudad, entendió que el alcance de la tragedia era mucho mayor.
Ibrahim Hoteit, que perdió a su hermano menor Tharwat, se erigió en representante de las familias de los más de 200 fallecidos. En su incansable búsqueda de la verdad sobre lo ocurrido aquel fatídico día, se concentró junto a otros afectados frente a la residencia del ministro de interior en Beirut. Fueron recibidos con una lluvia de gases lacrimógenos: “No se nos puede esconder lo que ocurrió en un crimen de tal magnitud”, exclamó a la agencia Reuters.
Un año después de que Beirut quedara arrasada, políticos y oficiales de seguridad todavía esperan a ser interrogados en una investigación formal. Recientemente, el juez Tarek Bitar, actual responsable de la causa, solicitó interrogar al general Abbas Ibrahim, entonces responsable de la Agencia General de Seguridad. Ibrahim reconoció que está sujeto ante la ley como el resto de conciudadanos, pero exigió una investigación alejada “de consideraciones políticas”.El general fue destituido por el ministro de interior en funciones, Mohamed Fahmy, lo que despertó la ira de los familiares de las víctimas, ya que así se bloqueó las posibilidades del juez para interrogarle. Los afectados marcharon hasta la residencia de Fahmy con ataúdes con imágenes de sus muertos. Fueron reprimidos violentamente por las Fuerzas de Seguridad.
De todas las incógnitas por resolver, la principal es aclarar por qué se hallaba el nitrato de amonio en el puerto de la capital, almacenado sin las pertinentes medidas de seguridad. Según una investigación del FBI, se estima que había 552 toneladas acumuladas, lo que supone una quinta parte de las 2.754 que llegaron a Beirut en un carguero de propiedad rusa en 2013. Dicho material puede ser utilizado para producir fertilizantes o bombas.
Los agentes del FBI que elaboraron el informe acudieron a Beirut por petición expresa de las autoridades libanesas. A falta de confirmación, oficiales locales expresaron en privado que creen que el resto del cargamento fue robado. El nitrato de amonio estaba en ruta desde Georgia a Mozambique, cuando se ordenó al capitán que hiciera una parada imprevista en el puerto libanés.
¿Qué hacía en el puerto el peligroso cargamento?
La embarcación nunca abandonó Beirut, debido a una disputa legal respecto a tasas portuarias impagadas. Desde entonces, nadie acudió a reclamar su peligroso cargamento. Respecto a la gran cantidad de toneladas que no estallaron, otra teoría apunta a que podrían haber reventado en el mar. El material fue almacenado en bolsas de una tonelada, y para el FBI “no es lógico que se encontraran todas en el almacén en el momento de la explosión”.
No se resolvió lo ocurrido, y buena parte de la devastación todavía es visible. Muchos edificios colapsaron, y el puerto sigue siendo la zona cero de la hecatombe. El evento catapultó la crisis doméstica del Líbano, y la mayoría de la población está harta de quienes manejan el país, atizado por la deuda, la inflación, la corrupción, la escasez de suministros y la pobreza. “Un año después, las vidas de los niños siguen profundamente afectadas. Sus familias han estado luchando por recuperarse de la explosión en el peor escenario posible: en medio de una crisis devastadora y la pandemia”, explicó Yukie Mokuo, representante de UNICEF en el país.
Muchos denuncian la inmunidad de la que goza la élite dominante, por lo que creen que nunca se hará justicia. El predecesor del actual juez al cargo de la causa, Fadi Sawan, fue relevado en febrero, después de que dos ministros acusados de negligencia solicitaron su destitución. Los ministros alertaron de “legitima sospecha” sobre la imparcialidad de Sawan, ya que su propia vivienda fue afectada. Además, rechazaron ser investigados como sospechosos.
Según un documento al que tuvo acceso Reuters, se alertó dos semanas antes del estallido al primer ministro y al presidente de Líbano del potencial riesgo que suponían los materiales químicos almacenados. Actualmente, los avances del juez Bitar dependen de la voluntad del Gobierno y el Parlamento, que deben retirar la inmunidad parlamentaria para procesar a los ex ministros bajo sospecha. Mientras, muchos indignados libaneses, que en parte claman que la explosión no fue por casualidad, repiten ante la falta de verdad y justicia: “Para nosotros, cada día es un 4 de agosto”.
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