11-S
Al Qaeda, el terror mutante
Osama Bin Laden, un saudí de familia adinerada, declaró la yihad global sin calcular las consecuencias. Fue liquidado por EE UU, tras quedar arrinconado por el Estado Islámico
Hace 20 años la tragedia que sacudió Nueva Yorkel 11 de septiembre hizo que un nombre hasta entonces para casi todos desconocido se grabara en nuestras mentes,Osama Bin Laden. Apenas 12 años más tarde Abu Baker Al-Bagdadi declaraba el Estado Islámico en Siria y el Levante. Al Qaeda y el ISIS se han convertido en una de las principales amenazas para occidente sin que hayamos sabido encontrar la fórmula de neutralizarlas. Lo cierto es que siguen estando muy activas en la escena internacional. Sin ir más lejos, la catastrófica y precipitada retirada estadounidense de Afganistán ha proporcionado nuevas oportunidades de actuación a estas organizaciones que han vuelto a copar titulares por sus bárbaras y sangrientas acciones. Ambas son de sobra conocidas, pero no sería de extrañar que alguna pregunta sobre el origen, composición, metas, y, sobre todo, diferencias entre una y otra organización, surja incluso para el más versado de los lectores.
Para poder comprender los objetivos, diferencias y similitudes entre estas dos organizaciones hay que echar la vista atrás, pues ambas tienen un origen común en la ideología extremista inspirada en los escritos de Sayed Qutb, un prominente miembro de la Hermandad Musulmana, una organización de origen egipcio y de corte islamista radical. Esta organización reaccionaria busca el establecimiento de un Estado panislámico regido por una estricta interpretación de la sharía que reemplazaría a los actuales regímenes que habrían sido corrompidos por influencias foráneas. Su influencia es grande y ha dado pie al establecimiento de partidos políticos en diversos países de Oriente Medio (si bien en muchos están ilegalizados), así como organizaciones terroristas como Hamás en Palestina o Yihad Islámica en Egipto, organización precursora a la creación de Al Qaeda en Afganistán.
Verán, el 24 de diciembre de 1979 la Unión Soviética invadió Afganistán dando pie a una guerra que duraría algo más de 10 años y que marcaría el fin del país comunista como potencia global. Y es que las tropas soviéticas se encontraron con un terreno más que complejo y una resistencia feroz, que fue apoyada por Estados Unidos, y que se benefició de una constante llegada de voluntarios radicalizados extranjeros. La mayor parte de estos combatientes era de origen árabe, y, pronto, Abdallah Azzam, un palestino miembro de la Hermandad Musulmana, creó Al Qaeda que vino a jugar un papel determinante con sus unidades de muyahidines en apoyo de las milicias talibanas con las que compartían no solamente objetivos geopolíticos, también una próxima ideología política.
Al Qaeda pronto se convirtió en la principal amenaza terrorista global cuando, tras la muerte en extrañas circunstancias de Azzam, un saudí de familia adinerada y un médico egipcio tomaron las riendas de la organización y declararon la yihad más allá de las fronteras afganas, poniendo en el punto de mira a la única gran potencia global ganadora de la Guerra Fría. Tras los atentados en las embajadas estadounidenses en Dar Es Salam y en Nairobi en 1998, y del ataque suicida contra el USS Cole, Bin Laden y su segundo, Al-Zawahiri, se prepararon para el que sería el mayor ataque terrorista hasta la fecha.
En cuanto al ISIS, la historia comienza también con Al Qaeda, ya que en sus orígenes formó parte de esta siendo la rama iraquí de la organización. El líder de la organización en sus inicios fue Abou Muzad Al-Zarqawi, un matón de cuarta, camello y proxeneta, que más tarde conoció la religión y fue radicalizado en prisión. Este sujeto viajó a Afganistán para entrevistarse con su ídolo Bin Laden, pero regresó rápido a Iraq al no conseguir caer en gracia ni al líder, ni a su segundo en la organización. Esta afrenta y la subsiguiente mala relación con la cúpula vino a ser determinante para la emancipación de la matriz cuando Al-Zarqawi se hizo un nombre en el terrorismo internacional al iniciar una de las campañas más atroces y despiadadas a raíz de la invasión estadounidense de Iraq.
Y es que Estados Unidos cometió un gran fallo en su invasión de 2003 al deshacer las tradicionales estructuras del Estado iraquí que habían estado en manos del partido Baath, en particular las fuerzas armadas y de seguridad. En un país de mayoría chií, pero que había sido dominado durante décadas por una minoría suní (aunque más bien laica), se cambiaron pronto las tornas estableciéndose un gobierno chií en Bagdad que vino acompañado de un número importante de suníes en el paro, armados y bien entrenados a los que su nueva situación les agradaba más bien poco. Estos suníes se convertirían en el perfecto caldo de cultivo para la radicalización y la expansión de las ideas de Alqaeda.
Al-Zarqawi diseñó un cambio de estrategia y empezó una campaña de atentados brutales contra los chiís en un macabro intento de atraer al mayor número de suníes e incorporarlos a sus planes de yihad global para el establecimiento de un Estado islámico. Estas tácticas fueron demasiado sangrientas incluso para Bin Laden y Al-Zawahiri que instaron al antiguo matón convertido en carnicero a cesar en su estrategia contra otros musulmanes. Pero ya era demasiado tarde, a la muerte de Al-Zarqawi en 2006 se había iniciado una guerra sangrienta entre chiís y suníes en Iraq que dejaría decenas de miles de muertos.
Tras la ofensiva de Al Qaeda en Iraq, el presidente Bush ordenó un refuerzo del número de combatientes para intentar poner orden en el país. Esta táctica resultó en la práctica aniquilación de la organización terrorista. Se estima que apenas 37 miembros de Al Qaeda en Irak sobrevivieron y consiguieron refugiarse en los desiertos del norte del país donde elegirían a un nuevo jefe, Abu Baker Al-Bagdadi, que les conduciría años más tarde a la declaración del nuevo Califato.
Durante esos años, la situación en Irak se deterioró hasta tal punto que las tensiones sectarias se volvieron insoportables. Mientras, al otro lado de la frontera en Siria empezaba la guerra civil entre Asad y los rebeldes inspirados por la primavera árabe. Al-Bagdadi se estableció entonces en el norte de Siria con un puñado de seguidores, donde acabó por controlar buena parte del territorio nacional. En ese momento, cuando el presidente Obama ordenó la retirada de las tropas estadounidenses de Iraq, se generó un vació de poder que fue rápidamente aprovechado por Al-Bagdadi y su grupo de radicales que había estado esperando la oportunidad idónea para actuar. En cuestión de días tras la retirada de Estados Unidos los hombres de Al-Bagdadi se habían hecho con la segunda ciudad de Irak y se plantaron a apenas 90 kilómetros de Bagdad, la capital. ¿Les recuerda a algo?
En 2014, desde la Mezquita de Mosul, Al-Bagdadi declaró el Califato, rompiendo así con Al Qaeda, organización que había poco a poco ido perdiendo protagonismo entre los radicales islamistas que veían en el ISIS una apuesta más atractiva en la escena terrorista internacional. Las diferencias entre Al Qaeda y el ISIS tienen una base personal y política, pero también son de táctica y estratégica. La consecución de territorio es una de las prioridades del ISIS quién busca siempre aprovechar episodios de inestabilidad para expandir sus tentáculos.
La retirada estadounidense de Afganistán presenta una oportunidad para el ISIS ya que los talibanes no son capaces de controlar la totalidad del territorio ante un enemigo bien organizado. Además, los talibanes, que buscan el establecimiento de un emirato islámico de corte nacional y no de un califato panislámico, son un enemigo a batir para el ISIS y suponen un blanco fácil para hacerse una vez más con territorio desde el que recuperar su protagonismo perdido desde su derrota en Siria e Irak. Es previsible que, una vez más, Al Qaeda acuda en ayuda de sus antiguos aliados afganos y se agranden las diferencias que le separan de su antigua franquicia. El panorama se complica, y ninguna de las opciones es buena.
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