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Liz Truss, la nueva ministra de Exteriores de Johnson que defendía la permanencia de Reino Unido en la UE
La exministra de Comercio se ha ganado el reconocimiento dentro del Gobierno británico por su gestión de un elemento clave: la compensación del golpe económico tras el divorcio con Bruselas
El primer ministro británico, Boris Johnson, nombró este miércoles a Liz Truss como nueva ministra de Exteriores, la segunda mujer en ocupar el cargo en Reino Unido.
Como ministra de Comercio durante los últimos dos años, Truss ha sido una firme defensora del realineamiento económico y diplomático de Reino Unido hacia la región del Indo-Pacífico, centrando los esfuerzos en unirse a un bloque comercial transpacífico.
Truss, de 46 años, ha encarnado las ambiciones globales de Reino Unido pos-Brexit negociando decenas de nuevos acuerdos comerciales. Desde el oscuro departamento de Comercio Internacional, Truss se ha ganado en los últimos dos años el reconocimiento dentro del Gobierno conservador gracias a su gestión de uno de los elementos clave de la arriesgada apuesta geopolítica de Johnson: tratar de compensar el golpe económico que supone la salida del mercado europeo.
La nueva ministra de Exteriores ha logrado extender 60 de los tratados comerciales de los que se beneficiaba Reino Unido como miembro de la Unión Europea y ha rubricado nuevos acuerdos con 96 países. Aunque la mayoría de esos convenios no han aportado grandes ventajas respecto a las condiciones con las que comerciaba Londres bajo el paraguas comunitario, su destreza negociadora ha evitado el desastre diplomático y económico que algunos anticipaban antes del Brexit.
Bajo su dirección, Reino Unido ha arrancado un camino sin retorno para ganar influencia en Asia, donde espera estar bien posicionado ante un futuro “boom” económico tanto en comercio de mercancías como de servicios, y ha iniciado los trámites para unirse al acuerdo comercial transpacífico.
Conversión tardía hacía el Brexit
Como la mayoría del “establishment” político británico, Truss defendió la permanencia en la Unión Europea antes del referéndum de junio de 2016. Apoyaba así las tesis del entonces primer ministro, el también conservador David Cameron, y una nutrida parte de los “tories” y la oposición laborista.
Un año después del inesperado resultado de aquella consulta, en la que el 51,9% de los votantes optó por abandonar la UE, la ahora ministra de Exteriores hacía público su cambio de opinión. Los “enormes problemas económicos” que había anticipado no tenían por qué ser tan graves.
Su cambio de postura fue manifiesto, pero no completamente radical. En 2012, ya se había acercado al ala euroescéptica y neoliberal de los conservadores al escribir junto con otros compañeros de partido “Britannia Unchained” (“Britania desencadenada”), un manifiesto sobre “lecciones globales para el crecimiento y la prosperidad”.
Le acompañaban en esa aventura literaria Dominic Raab, precisamente a quien ha sustituido al frente del Foreign Office; Priti Patel, actual ministra de Interior, y Kwasi Kwarteng, ahora ministro de Empresas.
Ajena a la burbuja de Westminster
Truss es una figura política inusual en el Partido Conservador británico, en el que predominan los hombres y mujeres procedentes de entornos sociales privilegiados.
La nueva ministra de Exteriores fue educada en colegios públicos, una rareza entre los “tories”, si bien se formó más tarde en la Universidad de Oxford, donde cursó Filosofía, Políticas y Económicas, uno de los caminos más transitados para llegar a las altas esferas del poder en el Reino Unido.
Paradójicamente, se crió en un hogar con profundas convicciones políticas de izquierdas. Su padre era profesor de matemáticas en la Universidad de Leeds y su madre una enfermera, profesora y activista en favor del desarme nuclear.
Entre 1982, cuando su madre la llevaba a manifestaciones en contra de Margaret Thatcher, hasta 2010, cuando logró su primer escaño como diputada conservadora y se convirtió en una estrella emergente del ala neoliberal del partido, la familia Truss vivió la conversión de Liz con cierto desencanto.
Su padre descubrió “horrorizado” que militaba en los conservadores al encontrar en el buzón una carta del partido, según ella misma ha relatado. Él nunca quiso participar en sus campañas para lograr un escaño “tory”, mientras que su madre, más pragmática, estuvo a su lado.
El último peldaño que ha ascendido en la escena política la ha llevado a dirigir el Foreign Office, desde donde manejará las relaciones internacionales de Reino Unido en una coyuntura histórica especialmente relevante para el país, que debe reconstruir su lugar en el mundo tras abandonar la Unión Europea.
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