Afganistán
Los intereses ocultos en la guerra de Afganistán
Qué va a pasar con la enorme riqueza mineral sin explotar que hay en el país centroasiático
«La guerra es dinero, dinero y dinero», decía Napoleón, y en el caso de Afganistán no ha sido una excepción. El coste de los 20 años de conflicto para EE UU asciende a 2.26 miles de millones de dólares, estima la Brown University, la mayor parte destinados a pagar al complejo militar industrial y a intereses financieros. El valor en bolsa de las mayores empresas de dicho complejo industrial, Boeing, General Dynamics, Lockheed Martin, Northrop Grumman, Raytheon, United Technologies, se ha multiplicado por diez gracias a sus cuantiosas ganancias durante el conflicto.
Y aunque han muerto 241 mil personas el pueblo afgano sigue siendo uno de los más pobres del mundo, y la ocupación no ha conseguido hacer adelantar a su sociedad, ni siquiera crear un mínimo Afganistán libre fronterizo con la ex-URSS que con su simbolismo hubiera podido capitalizar los frutos sembrados y donde refugiar y acoger a lo mejor de su población que ahora huye en vez de resistir. Se calcula que el 90% de los afganos viven por debajo del umbral de dos dólares de ingresos diarios, y es el primer país del mundo en mortalidad infantil. Sin embargo Afganistán tiene tres riquezas, opio, tierras raras y litio.
Ciertos analistas consideran la guerra de Afganistán como la tercera guerra del opio de los anglosajones en el corazón asiático; las dos primeras del opio fueron libradas por el Imperio británico contra China, la de 1839-1842 y la segunda 1856-1860. La actual ha supuesto un incremento de la cosecha de amapolas en Afganistán para conseguir opio con sus derivados morfina y heroína, lo que ha supuesto una fuente de ingresos extraordinaria para sus habitantes.
Los salarios de la plantación de amapolas duplican a los de otras actividades agrarias, calculándose que más del 60% de la financiación de los talibanes durante la guerra procedía del comercio de opiáceos, siendo la industria más grande del país después de la propia guerra. Pero con estos ingresos extraordinarios el país estaba desaprovechando los ingentes recursos minerales que tiene en litio y tierras raras. La falta de seguridad e infraestructuras venían impidiendo la extracción de estos minerales, ya que se necesitan 16 años de media desde el descubrimiento de un yacimiento para que una mina empiece a producir.
Es poco probable que esto cambie pronto bajo el control talibán, pero hay países como China, Pakistán e India, que están interesados en sus recursos minerales a pesar del caos actual. Afganistán posee inmensas reservas de litio que lo podrían convertir en la «Arabia Saudita del Litio». Su principal yacimiento está en la provincia meridional de Ghazni, uno de los grandes depósitos sin explotar del mundo, mayor que los yacimientos de todo Bolivia, país que hasta hoy posee las mayores reservas de este material.
El litio es un componente esencial y escaso, para las baterías recargables y otras tecnologías limpias vitales para afrontar la crisis climática y reducir las emisiones de carbono. Junto con las tierras raras son vitales para la economía emergente del siglo XXI. Tras la retirada aliada, el mayor temor está en la alianza de los talibanes y China con el fin de explotar recursos como el neodimio, indispensable para las aplicaciones de las nuevas tecnologías, chips, armas de alta precisión, drones, satélites, aviones furtivos e hipersónicos. El uso creciente de las tierras raras lo vemos en los coches eléctricos que necesitan seis veces más de las mismas que uno convencional; o en los imanes necesarios para hacer funcionar las turbinas eólicas.
Las reservas de estos materiales en Afganistán se estima que tienen un valor de mil millones de dólares. Tres países, China, República Democrática del Congo y Australia representan actualmente el 75% de la producción mundial de tierras raras. China es el líder mundial en su extracción teniendo un 35% de las reservas globales, y amenaza con disminuir su exportación a EE UU.
En los próximos años China espera ser el líder mundial en energías verdes y las tierras raras son hasta ahora insustituibles por su densidad y propiedades físicas, siendo imprescindibles para su futuro. Mientras, la caída de Afganistán en manos de los talibanes, provoca un éxodo migratorio que descapitaliza un país que vuelve a perder otra generación. Y con ella, sin luchar, a su mejor gente en medio de una crisis política y humanitaria que hace que nos preguntemos también, ¿qué va a pasar con su enorme riqueza mineral sin explotar?. Porque la nueva geopolítica de las tierras raras en el siglo XXI nos muestra la gran vulnerabilidad de EE UU frente a China. Quizá esa haya sido la peor derrota de Washington, si no consiguen controlar estos materiales estratégicos que Pekín podría pasar a monitorizar.
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