Obituario

Muere Buteflika, el longevo presidente que consolidó la dictadura en Argelia

En sus dos décadas en la presidencia logró poner fin a la violencia civil en el país magrebí, pero gobernó como un autócrata hasta sus últimos días

El expresidente de Argelia Abdelaziz Buteflika
El expresidente de Argelia Abdelaziz ButeflikaDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Según anunció la televisión estatal, el expresidente Abdelaziz Bouteflika falleció este viernes en su residencia de Zeralda, al oeste de Argel, a la edad de 84 años, más de dos años después de verse obligado a renunciar al poder por el movimiento popular o Hirak. Fue el más longevo presidente de la historia de Argelia y sus dos décadas en el poder consolidaron una autocracia a la que hoy trata de contestar como puede la sociedad argelina.

Nacido en Ouchda (Marruecos), Bouteflika fue, antes de político, veterano de la guerra de la independencia. En 1956, con 19 años, se uniría a las filas del Ejército de Liberación Nacional, brazo armado del Frente de Liberación Nacional. Con el tiempo, se convertirá en mano derecha del futuro presidente Houari Boumediene y tas la independencia ocupará diversos puestos de relevancia en el Estado, como el de ministro de Exteriores. Después de varios años en el exilio, regresó a Argelia a finales de los 80 para formar parte del proceso de paz entre militares e islamistas que le procuraría una importante popularidad.

Finalmente, Bouteflika se convirtió en presidente tras imponerse, gracias al apoyo del Ejército, en las elecciones de 1999. Fue el candidato de la reconciliación nacional tras una guerra civil (1991-2002) que dejaría más de 200.000 muertos y un trauma colectivo del que el país no se ha recuperado aún. Sin duda, el mayor logro de sus veinte años al frente de los destinos de Argelia ha sido el de consolidar la paz tras el triunfo de los hombres de uniforme sobre los yihadistas. En 2000, por ejemplo, entró en vigor la ley para la concordia civil, que amnistiaba a 6.000 combatientes del Ejército Islámico de Salvación.

Autoritarismo y represión

Sus dos décadas de presidencia estuvieron marcadas indeleblemente por el autoritarismo y la represión. Tuvo que enfrentarse durante sus mandatos con las críticas permanentes de oposición y grupos defensores de los derechos humanos. “Toda su vida, Abdelaziz Bouteflika estuvo motivado por dos obsesiones: conquistar el poder y conservarlo a cualquier precio”, declaró a AFP el periodista y biógrafo del desaparecido presidente Farid Alilat.

Fue precisamente ese afán irrefrenable por el poder el que precipitó su final. Enfermo –había sufrido en 2013 un accidente vascular que lo prostró en los últimos años en una silla de ruedas; aun así ganó las elecciones un año después- y octogenario, Bouteflika expresó en febrero de 2019 su deseo de de aspirar a un nuevo mandato presidencial, el que habría sido quinto consecutivo. Los argelinos lo tomaron como una burla y se echaron a la calle para protestar, dando lugar al nacimiento del movimiento popular o Hirak. Desde entonces, y hasta que lo impidió la pandemia, decenas de miles de personas reclamaron de manera valiente y constante en la calle el fin del régimen militar y una democracia.

Finalmente, tras varias semanas de protestas en Argel y otras ciudades del país magrebí, en abril de 2020 Bouteflika renunciaba a presentarse a las elecciones presidenciales. Desde entonces no se le ha vuelto a ver más en público, aunque lo cierto es que desde que sufriera el ictus sus apariciones han sido contadas. En todo este tiempo los rumores sobre su estado de salud y su óbito han sido constantes.

Un país a la deriva

Lo cierto es que, a pesar de las promesas de cambio proferidas por el pouvoir y de la celebración de elecciones presidenciales en octubre de 2019, un referéndum para la reforma de la Constitución en noviembre de 2020 y comicios legislativos en junio de este año, el régimen se resiste a ceder una brizna de su poder. La elevada abstención registrada en las tres citas con las urnas tras la llamada al boicot del movimiento opositor al régimen confirma la desafección entre la sociedad argelina y el poder militar.

Condicionado por la sangrienta experiencia de los años 90, el pueblo argelino ha evitado desde entonces que las diferencias entre los distintos sectores de la sociedad y entre esta y el régimen pudieran desembocar en algún tipo de confrontación armada. Ello explica que, pese que objetivamente los males políticos, económicos y sociales de los argelinos sean muy semejantes a los de sus vecinos norteafricanos, haya tenido que transcurrir casi una década para que las reivindicaciones de la Primavera Árabe pisaran la calle argelina.

Hasta ahora el régimen militar ha garantizado su supervivencia en las dos patas de un férreo aparato securitario, por un lado, y las rentas de las exportaciones de hidrocarburos, por otro. Pero la creciente oposición popular, el aislamiento del régimen en la escena internacional y la sostenida caída de los precios de las materias primas –con una economía incapaz de diversificarse- comprometen hoy más que en ningún momento en los últimos veinte años el futuro del poder argelino.