Nueva era
Temor a que una larga interinidad política en Alemania paralice la UE
La nueva coalición de Gobierno podría echar a andar en plena campaña electoral en Francia, lo que retrasaría la toma de importantes decisiones en el “club” comunitario
La UE espera a Godot. Los Veintisiete contienen la respiración antes de las elecciones alemanas, unos comicios que suponen la despedida de la canciller alemana Ángela Merkel no sólo de la política germana sino también de la europea. Con su adiós tras 16 años en el poder, el club comunitario queda huérfano de liderazgo ya que Merkel no sólo ha gobernado su país sino que también se ha erigido en estos más de tres lustros como la única líder europea digna de tal nombre, con sus defectos y virtudes. La UE pierde su ancla de estabilidad y hasta sus más acérrimos críticos empiezan a echarla de menos.
Independientemente de quien la sustituya en la cancillería, todo indica que formar una coalición de gobierno no será fácil, quizás se prolongue duramente más de seis meses, por lo que el club europeo puede quedar inmerso en un periodo de letargo en el que las decisiones importantes se pospongan sine die. Se da por supuesto que serán necesarios más de tres partidos, una situación inédita en el Gobierno Federal alemán, lo que puede alargar las negociaciones a récords nunca vistos. “El nuevo paisaje en Alemania ha visto como el número de partidos en en Bundestag ha crecido hasta seis ( contabilizando el CDU y si hermano bávaro CSU como uno) lo que hace que el proceso de encontrar una coalición de gobierno sea más difícil y, en consonancia, mucho más complicada de predecir”, escribe el analista Peter Sparding en un artículo para el think tank German Marshall Fund.
Muchos vaticinan que Merkel deberá quedarse bastante tiempo como canciller en funciones y que el fin del merkelismo será una larga despedida. Nadie aventura cuál será su última cumbre con sus socios europeos. En su último encuentro con el presidente francés, Emmanuel Macron, en el palacio del Elíseo la propia canciller prometió hacer “todo lo que esté en su mano” para evitar que los comicios alemanes deriven en el bloqueo del club comunitario.
Para Camino Mortera, investigadora del Centre for European Reform ya se empiezan a notar los efectos de este relativo vacío de poder. Por ejemplo, en el discurso sobre el Estado de la Unión pronunciado por Von der Leyen la semana pasada en el hemiciclo del Parlamento Europeo en Estrasburgo (Francia) en el que se recogían muchas de las prioridades galas de autonomía estratégica tanto en el ámbito de la Defensa como en la construcción de un ecosistema europeo de semiconductores que haga al club europeo menos dependiente de Asia. “El gran reto es conseguir un cierto consenso y equilibrio entre ese riesgo de hiper-liderazgo francés y ausencia de contrapunto alemán”, vaticina Mortera , para quien estas circunstancias pueden ahondar brechas ya existentes entre el Norte y Sur del club europeo y el Este- Oeste en ámbitos como la política económica, el respeto al Estado de Derecho o la transición energética.
Tras el fin de la era Merkel, los dos líderes más veteranos dentro del club europeo serán el holandés, Mark Rutte y el húngaro Viktor Orban, quienes han chocado en numerosas ocasiones y se erigen en cabecillas de sus respectivos grupos. Hasta ahora, Merkel era el árbitro natural, el muro de contención. En los pasillos comunitarios, se da por supuesto que al nuevo líder alemán le costará tiempo hacerse con las riendas del club y que la veteranía de Merkel era un grado.
Su largo mandato ha estado sacudido de crisis: la quiebra de Lehman Brothers; la puesta en cuestión del euro debido a los problemas se solvencia de Grecia que dejaron al país casi al borde de salir de la moneda única; el Brexit; las oleadas de refugiados provenientes de Siria; la anexión de Rusia de la península de Crimea, la llegada de Donald Trump y la pandemia del coronavirus.
Para Johannes Greubel, analista de European Policy Centre, Merkel " hizo una contribución significativa al resolver estas crisis gracias a sus habilidades negociadoras, su posición internacional y su larga experiencia como jefa de gobierno. Se le echará en falta especialmente en el ámbito europeo donde su liderazgo pragmático y dado a la mediación fue un factor decisivo en las decisiones cruciales de los últimos años”.
Los retos de la era post- Merkel son numerosos y, en parte, están condicionados por su legado: reformar las normas fiscales europeas y el sistema de asilo; hacer frente a la deriva autoritaria de Polonia y Hungría en el respeto al Estado de Derecho; poner en marcha el paquete climático en medio de la escalada de los precios de la energía y conseguir que la UE se convierta en una voz escuchada en el mundo en medio de la guerra fría entre China y EEUU y las tensiones con vecinos tan correosos e incómodos como Rusia y Turquía. La espantada de Washington de Afganistán, sin contar con los socios europeos, y el desaire de Washington a Francia en particular y a la UE en general al rescindir el contrato de los submarinos nucleares en pos de una alianza con Australia y Londres ponen a la UE ante el abismo de su insignificancia en el tablero global.
“Estamos en el medio de una pandemia, que no sólo tiene un efecto en la salud sino también en las economías europeas. Además, estamos afrontando una doble transición energética y digital que definirá de manera crucial el futuro de la UE. Especialmente en vista de estos desafíos, el vacío que dejará Merkel debe ser reemplazado rápido si la UE quiere resultar exitosa”, asegura Johannes. Pero la celeridad no suele ser el distintivo de la UE.
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