Oriente Medio

Por qué la Explanada de las Mezquitas es un polvorín

Custodiado por Jordania, este espacio de 14 hectáreas es el tercer lugar santo del islam tras la Meca, pero también el foco de enfrentamientos entre judíos y musulmanes

Vista aérea de la Vieja Cuidad de Jerusalén, en la que destaca la Cúpula de la Roca, llamada también mezquita de Omar en la Explanada de las Mezquitas.
Vista aérea de la Vieja Cuidad de Jerusalén, en la que destaca la Cúpula de la Roca, llamada también mezquita de Omar en la Explanada de las Mezquitas.larazon

Las tres religiones monoteístas -judaísmo, islam y cristianismo- comparten el relato bíblico en torno a la Explanada de las Mezquitas, un delicado complejo donde sitúan el Monte Moriá, al que Abraham llevó a su hijo para someterse a la voluntad de Dios y sacrificarlo. Para los judíos es el Monte del Templo, su lugar más sagrado, donde estaban los templos de Salomón y Herodes; y para los musulmanes es Haram al Sharif, el tercero más importante con la mezquita de Al Aqsa y el relato del ascenso del Profeta Mohamed a los cielos.

Para su protección, rige un “statu quo”, custodiado por Jordania que administra el área a través del consejo de Waqf islámico, y por el que los judíos pueden acceder, pero no rezar. Lo hacen como el resto de turistas, a determinadas horas señaladas de la mañana, a través de la Puerta de los Magrebíes, a la que se llega por un puente que sobrevuela el Muro de las Lamentaciones, a los pies de la Explanada, y el único lugar donde los judíos hoy pueden orar.

En los últimos días, los crecientes rezos de judíos dentro de la Explanada, prohibidos por el “statu quo” que salvaguarda Jordania, han vuelto a tensar una de las plazas más explosivas de la región. “Transformar el conflicto político en religioso es lo más peligroso”, asegura a Efe el director de la Mezquita de Al Aqsa, Omar al Kiswani, tras una reciente decisión judicial de Israel que valida los “rezos (judíos) en silencio” -más tarde revocada- y que para el rabino Yehudah Glick responde a la libertad de todos de rezar en el epicentro de la fe.

Una decisión judicial sin precedentes de un tribunal israelí que no consideró “los rezos en silencio” un “acto delictivo” disparó de nuevo este mes la tensión hasta el punto de que la Policía israelí, que controla los accesos, apeló la decisión por temor a una escalada de la tensión. “Es el centro de la oración del mundo y todos deberían poder rezar en él”, defiende a Efe el exdiputado israelí Glink, quien aboga abiertamente por la oración en el recinto, suele acompañar a grupos de judíos en su ruta y se salvó de un intento de asesinato en 2014 por parte de un palestino.

Los agentes incidían estos días en recordar a quienes entraron al recinto, como hizo con Efe, la prohibición de orar salvo para los musulmanes. La Puerta de Damasco, que suele congregar el descontento de los palestinos, registra cada noche disturbios desde entonces y el ambiente en la Explanada está lleno de desconfianza, donde los fieles aseguran que el aumento de judíos que la visitan es progresivo y también sus rezos.

“Lo que sucedió desde 1967 (cuando Israel ocupó la parte Este de la ciudad que hoy mantiene anexionada contra las resoluciones de la ONU) hasta ahora es intentar cambiar la ecuación”, sostiene a Efe al Kiswani, ante la entrada de lo que denomina " grupos extremistas “que visitan la Explanada bajo protección de fuerzas de seguridad. “Antes solo eran tres o cuatro en todo el día, pero los supuestos grupos del Templo (organizaciones que defienden el rezo) llaman a entrar a Al Aqsa y piden al Gobierno cambiar la situación”, considera.

Una declaración en julio del primer ministro israelí, el ultranacionalista Naftalí Benet, sobre “la libertad de culto” de judíos y musulmanes generó tal polémica que su oficina tuvo que aclarar días después de que había sido “mal expresado”. Vuelta al “statu quo”.

MÁS ALLÁ DE LA FE

Las 14 hectáreas de la Explanada de las Mezquitas, con la dorada Cúpula de la Roca que se impone sobre la Ciudad Vieja, alberga pequeños templos, un colegio y jardines, caminos y bancos de piedra, cual lugares de asueto, donde los palestinos desayunan o simplemente pasan el rato. Su vínculo con el recinto es vivencial. Como para el resto de palestinos de otras confesiones también un símbolo político que considera intocable para defender sus espacios en una ciudad que sientes que pierden frente a la ocupación israelí.

Glink rehúsa abordarlo como un asunto político, y apela a la fe para abrir la discusión sobre el “statu quo”. “No creo que debamos preguntarles (a los palestinos)”, responde ante la posibilidad de cambiarlo. El periodista jordano, Daoud Kuttab, que alerta sobre “un derramamiento de sangre” si se cambian las reglas del juego, incidía en un artículo el sábado en el medio israelí Ynet que abrir “la caja de Pandora” conduciría a un conflicto, “también entre los 19.000 millones de musulmanes en todo el mundo “.

De hecho, la creciente presencia policial en la Explanada fue uno de los detonantes que desencadenó la escalada bélica de Israel con las milicias palestinas de Gaza el pasado mayo. La Explanada y los aledaños de la ciudad amurallada, con el hedor de la Puerta de Damasco por el agua de mofeta con la Policía israelí dispersa cada tarde a los jóvenes palestinos, siguen hoy en alerta.