Racismo en EE UU

Juicio civil en Charlottesville contra el supremacismo blanco

Un jurado deberá dictaminar si hubo o no conspiración durante la organización de la marcha neonazi que culminó con el atropello mortal de una mujer en 2017

El atropello de Heather Heyer el 12 agosto de 2017 por un neonazi alertó a EE UU del terrorismo interior
El atropello de Heather Heyer el 12 agosto de 2017 por un neonazi alertó a EE UU del terrorismo interiorRyan M. KellyAP

Han pasado más de cuatro años, pero la herida de los graves disturbios y el mortal atropello de Charlottesville (Virginia) durante una multitudinaria marcha de supremacistas blancos y grupos radicales de odio y violencia sigue más abierta que nunca en Estados Unidos.

Un país con un pasado racista, que se ha visto obligado a remontarse este lunes, durante el comienzo del juicio por aquellos ataques de la derecha radical, a una ley de 1871 creada para proteger a ciudadanos de raza negra de ataques del Ku Klux Klan.

Ese fatídico día, el 12 de agosto de 2017, pasó a la historia en EE UU como el atentado calificado de “terrorismo interno” en el que una mujer de 32 años, Heather Heyer, murió atropellada y otras 19 personas resultaron heridas. El neonazi de 20 años, James Alex Fields Jr, cumple condena de cadena perpetua por embestir con su vehículo a la multitud.

Nueve personas que sufrieron las consecuencias de aquellos altercados, vecinos de la localidad de Charlottesville, denuncian los violentos ataques que dieron lugar al juicio de esta semana, mientras otra decena alega daños emocionales causados por los actos de odio de la extrema derecha, que días antes se habían intercambiado mensajes para ponerse de acuerdo con algunas prácticas ilegales de cara a la protesta, como convertir sencillos utensilios en armas letales.

“Los acusados trajeron a Charlottesville imágenes del Holocausto, de la esclavitud y del fascismo”, denuncian los demandantes. “También trajeron consigo armas semiautomáticas, pistolas, mazas, varas, armaduras, escudos y antorchas”, añaden.

Cientos de supremacistas blancos resolvieron los detalles de la logística previa a su marcha en Charlottesville en grupos de chat privados, sugiriendo un código de vestimenta durante el día y otro durante la noche, camisas con esvásticas. También les preocupaba que los sándwiches con mayonesa se estropearan con el intenso calor de agosto e intercambiaron consejos sobre cómo fabricar y portar armas caseras, tal y como demuestran los documentos judiciales.

“Los judíos no nos reemplazarán”

Una planificación detallada que podría ser clave ahora en el juicio para que la acusación pueda argumentar que hubo conspiración durante la marcha “Unite the Right” (“Unir a la derecha”), donde la turba de radicales armados marchó con antorchas y símbolos nazis al grito de “Los judíos no nos reemplazarán”, conmocionando al país con el violento despertar de radiales de extrema derecha.

Los grupos de odio y movimientos radicales como los supremacistas blancos resurgieron a lo largo y ancho del país bajo la Presidencia de Donald Trump, quien, con su silencio, alentó en numerosas ocasiones la conducta de los radicales a sabiendas de que contaba con su voto.

Las palabras del ex presidente de EE UU echaron más leña a un avivado fuego de ira, dolor e impotencia, desatando la polémica en todo el país al evitar primero condenar los actos como “terrorismo doméstico” y responsabilizar después a “ambos lados” por la tragedia, en referencia a la marcha de los supremacistas blancos y a los vecinos que se manifestaron contra ellos.

Cuatro años y muchas disputas legales después, ya bajo la Presidencia de Joe Biden, Charlottesville se convierte de nuevo en escenario de todas las miradas desde este lunes, al dar comienzo el juicio civil en una de las salas de su Tribunal federal. Un jurado tendrá en sus manos la decisión de si hubo o no conspiración durante la organización de la marcha y en su participación en actos de violencia por motivos raciales.

Decenas de grupos de neonazis, muchos de ellos viejos conocidos de la justicia, tienen causas pendientes por su violenta implicación en la manifestación de 2017, pero solo unos pocos se han enfrentado a cargos criminales, de ahí la trascendencia de la causa civil que arranca esta semana en la pequeña localidad de Virginia.

Y, sin duda, otra imagen reciente de gran impacto que recordó a los violentos acontecimientos de Charlottesville fue el asalto al Capitolio del 6 de enero. Cientos de supremacistas blancos, seguidores de Trump, tomaron a la fuerza la sede del Legislativo para detener el tradicional recuento de votos del nombramiento oficial del demócrata Biden como presidente de EE UU.

Precisamente, el propio Biden se comprometió a erradicar el supremacismo blanco en su primera promesa electoral al anunciar su candidatura a la Casa Blanca. El apoyo a movimientos contra el racismo, como Black Lives Matter(Las Vidas Negras Importan, en español) también le ayudaron a escalar posiciones en su carrera presidencial, especialmente tras las protestas raciales extendidas por todo el país tras la muerte del afroamericano George Floyd a manos del agente de la policía Derek Chauvin en Mineápolis.

Pero las conductas racistas, la violencia de extrema derecha y el consecuente terrorismo doméstico están lejos de erradicarse y muy cerca de convertirse en la mayor amenaza nacional a la que se enfrenta la sociedad estadounidense.

Por esa misma razón, muchas voces consideran que el juicio civil que se celebra esta semana es una forma de corregir lo que los demandantes llaman falta de responsabilidad que, tras los actos de odio de Charlottesville, allanaron el camino a otras actuaciones violentas de grupos de extrema derecha, incluyendo el asalto al Capitolio de EE UU.